Opinión

Madrid en Chile (Villa y Corte)

Creo que la primera vez que escuché pronunciar la palabra Madrid, cargando la sílaba final hasta una especie de zeta obturada, fue a mi padre, a propósito de relatos suyos acerca del NO PASARÁN, trinchera y obstáculo léxico que   fueran sobrepasados –¡ay!– por el “lado oscuro de la fuerza”.
Madrid en Chile (Villa y Corte)
Creo que la primera vez que escuché pronunciar la palabra Madrid, cargando la sílaba final hasta una especie de zeta obturada, fue a mi padre, a propósito de relatos suyos acerca del NO PASARÁN, trinchera y obstáculo léxico que   fueran sobrepasados –¡ay!– por el “lado oscuro de la fuerza”. Después sería a través de los versos de Neruda, en su poema ‘Explico algunas cosas’, del poemario ‘España en el Corazón’, cuando nos habla, amorosa y dolidamente, de “…mercados de mi barrio de Argüelles/ con su estatua/ como un tintero pálido entre las merluzas…”. Era la evocación del Madrid bombardeado por la Legión Cóndor, joya letal de la Luftwaffe, con sus rúas sembradas de cadáveres civiles que hicieron gritar al Poeta: “Venid a ver la sangre por las calles…”.
Con el correr de los años nos encantaríamos con otras visiones menos luctuosas, de la pluma de periodistas y escritores chilenos como Tito Mundt, Hugo Goldsack y el mismísimo Jorge Edwards, enamorados de la capital jurídica de las Españas, hasta desembocar en uno de sus mejores hijos literarios, el dilecto Francisco Umbral, en su insuperable Trilogía de Madrid, que remata con el ocaso y la muerte de Francisco Franco. Umbral desnuda para nosotros el alma polifacética de la urbe que iba a reencontrarse con Tierno Galván y el espíritu libertario de los madrileños, porque no hay mal sueño que dure cien años ni ciudad culta que lo resista…
Pero hablemos de los hijos de Madrid en Santiago de Chile, hoy, gracias a un encuentro fraterno con Elías Vila, quien nos informa que tenemos en Chile unos quinientos cincuenta españoles nacidos en la ciudad del oso y el madroño, y que la colectividad, incluyendo hijos y nietos, supera las dos mil almas.
Felices y expectantes están hoy estos madrileños avecindados en Chile, sus descendientes y amigos de la Comunidad de Madrid, corazón y motor político de la España autonómica. Y es que recibirán la ilustre visita de Victoria Cristóbal Araujo, Directora Gerente de la Agencia Madrileña para la Emigración, cuyo propósito institucional es: “Velar por el bienestar de los madrileños residentes en el extranjero y establecer vínculos con las asociaciones o colectividades madrileñas en el exterior”. En el caso particular del colectivo chileno, se suscribirán importantes acuerdos de colaboración recíproca, que incluyen becas de estudio, viajes para madrileños de la edad dorada y también para jóvenes que tendrán la oportunidad de conocer sus raíces.
Elías Vila Botija, Presidente de la Colectividad Madrileña de Chile, madrileño e hijo de padre de origen gallego, junto con expresar su complacencia por la inminente llegada de Victoria Cristóbal, a quien acompañará Manuel Ortiz Lázaro, nos cuenta que su institución fue creada en virtud del Decreto de Ley Nº 1441 del Ministerio de Cultura de Chile, el 3 de noviembre de 1992. Este suceso se insertó en una importante serie de actividades, acuerdos y conmemoraciones enmarcadas en los Quinientos Años del Encuentro de dos Mundos (octubre de 1992), para no emplear la palabras “conquista” y/o “descubrimiento”, consideradas hoy no “políticamente correcta” (eufemismos mediante).
Transcurridos dieciséis años de vida social y cultural de los madrileños avecindados en Chile y cobijados bajo el alero de Estadio Español de Las Condes, permanecía insatisfecho el viejo anhelo de establecer un referente directo con la Comunidad de Madrid y sus instancias gubernativas. Por fin –paciencia madrileña, sin duda– se firmará solemnemente un Convenio de Colaboración, al culminar la semana que se inicia el 7 de julio entrante.
Por ahora –nos dice Elías Vila– nuestra “villa” es el Círculo Español de Santiago y Estadio Español de Las Condes, donde los ciudadanos emigrados del viejo Madrid realizan sus actividades asociativas, muy bien acogidos –debo reconocerlo– pero aspiramos a contar con una “corte”, es decir, con la sede específica e independiente para la colectividad; con este propósito iniciaríamos gestiones en orden a adquirir un inmueble adecuado a nuestras necesidades; villa y corte en un solo espacio, sede, lugar de encuentro para todos los madrileños y españoles de la variopinta Península Ibérica, mundo en el cual confluyen diversas culturas y nacionalidades históricas.
Nosotros, los gallegos de Chile, hacemos buenas migas con los hijos de Madrid, olvidando cualquier malentendido que pueda surgir de lo que da en llamarse “política mesetaria”, porque en la mesa ecuménica de la gran patria común las banderías ceden su lugar a la amistosa cordialidad española… Recordamos entonces que el galleguísimo Ramón María del Valle Inclán animó y otorgó lucimiento a las tertulias madrileñas y a las crónicas periodísticas del Madrid de los 30’, en una de las épocas de oro de la cultura hispana. Umbral recrea magistralmente ese ambiente enriquecedor, en ‘Valle Inclán y los botines blancos de piqué’, notable biografía y exégesis literaria…
Digamos, para concluir, parodiando a Don Ramón, que España, sin Madrid, resultaría un páramo deslucido, una doncella triste sin su Amadís fogoso y legendario.