AMANCIO PRADA RECORRIÓ DISTINTOS ESCENARIOS DE CHILE CON UN RECITAL DE TEMAS DE POETAS Y MÍSTICOS

El trovador y su duende

Hay muchos músicos, escritores, escultores, orfebres, arquitectos, cantantes. Hay pocos artistas, aunque los medios de comunicación prodiguen este raro título del espíritu a cualquier farandulero trepado a un escenario. Quiero celebrar, aquí y ahora, a un extraordinario artista, oriundo de las tierras galego-leonesas del Bierzo, que nos honra –a los Moure de Chile y a toda la tribu de semilla lucense– con su luminosa amistad. Me refiero al ya célebre cantautor Amancio Prada.
Amancio Prada, junto a Edmundo Moure.
Amancio Prada, junto a Edmundo Moure.

Hay muchos músicos, escritores, escultores, orfebres, arquitectos, cantantes. Hay pocos artistas, aunque los medios de comunicación prodiguen este raro título del espíritu a cualquier farandulero trepado a un escenario. Quiero celebrar, aquí y ahora, a un extraordinario artista, oriundo de las tierras galego-leonesas del Bierzo, que nos honra –a los Moure de Chile y a toda la tribu de semilla lucense– con su luminosa amistad. Me refiero al ya célebre cantautor Amancio Prada.

 

Amancio participó, como invitado especialísimo, en las Jornadas Musicales de Frutillar, Verano 2010, Región de Los Lagos, en el sur lluvioso de Chile. Ofreció después un recital en la ciudad de Valdivia, invitado por los Taboada, empresarios de origen gallego, al igual que algunos de los Moure Rojas… Le acompañaron el cónsul de España en Chile, Víctor Fagilde, junto a su esposa; el consejero Comercial de la Embajada, José Antonio García, y su esposa, quienes articularon un viaje por los lagos y las comarcas de Chiloé, la Nueva Galicia austral.
Como culminación de su fructífera y feliz estancia en Chile, el día viernes 5 de febrero, Amancio nos regaló con un recital en el Centro Cultural de España, en el corazón de Santiago del Nuevo Extremo, ante un expectante auditorio que repletaba la sala de teatro. Fue presentado por el cantautor chileno Eduardo Peralta, trovador de vasta trayectoria en Chile y América Latina, quien ha llevado a la música poemas de grandes creadores chilenos, amén de ser un notable cultivador de la paya –junto a Pedro Yáñez–, ese diálogo humorístico y picaresco que pervive, especialmente en los sectores rurales de nuestra América del Sur, integrando el llamado Canto a lo Humano y a lo Divino, vástago remoto de las cantigas de tençao medievales. Recreador de temas musicales de Brassens, Peralta recibió, en diciembre de 2004 el Grand Prix de la Canción Francesa en el Extranjero, galardón que fuera otorgado con anterioridad al propio Amancio Prada. Como una muestra de su maestría en la construcción de las décimas, introdujo mediante ellas a Amancio Prada.
“Trovador intenso, humano,/ mezclas agua, tierra y fuego/ cuando cantas en gallego,/ en francés o en castellano…/ Yo te declaro mi hermano,/ pues también son tus iguales/ los trovadores actuales,/ los poetas hondos, tiernos,/ y los intactos y eternos/ trovadores medievales…
Seguiste el lírico rastro/ de dos astros, cuya luz/ amas: San Juan de la Cruz/ y Rosalía de Castro,/ y en estrofas de alabastro/ entonas la poesía/ de Galicia y Andalucía/ pues tu amor claro se ve/ cuando cantas a Ferré/ y a Federico García.
Hoy me parece genial/ compartir esta experiencia,/ presentarte en Providencia/ es algo providencial./ Este centro cultural/ debe seguir siendo un puente/ estremecido y ardiente,/ que una con gestos felices/ a nuestros caros países,/ a mi gente y a tu gente…
Maestro de la canción,/ por tu arte y tu intrepidez/ dicen de ti: este leonés/ con zanfoña es un león…/ te inundas de inspiración/en la chanson o en la albada,/ y en esta grata velada/ tres veces tu nombre escancio:/ Amancio Prada, Amancio/ Prada… ¡Don Amancio Prada!…”.

Eduardo Peralta ofreció cuatro canciones de su autoría, las que fueron recibidas calurosamente por el público que llenaba el teatro del Centro Cultural de España. Muy celebrada fue su canción ‘Tu ex marido’, una alegre sátira de las parejas divorciadas que los asistentes coreamos con humor y entusiasmo.
Enseguida, Amancio se apoderó del escenario, sentado sobre una silla, con la guitarra en sus manos, la blanca cabellera en lírico desorden, la alba camisa semiabierta sobre el pecho… Desgranó con impresionante maestría veintidós canciones, con apenas algunas pausas habladas para glosar el canto o para hilvanar una referencia memoriosa de la campiña del Bierzo, de su padre, de su madre, de sus hermanos, hablándonos de San Juan de la Cruz, de Rosalía, de Federico, de Violeta Parra… Recordó al poeta Juan Carlos Mestre –aquel ‘Ulises de Villafranca del Bierzo’, Premio Nacional de Poesía de España, 2009– con quien diera su primer recital en Chile, hace cinco años, cuyos versos también canta el trovador leonés.
Pocas veces un creador sobre el escenario logra una total empatía con el público; cientos de espectadores ensimismados, en religioso silencio, recibimos canto y guitarra como en acción de gracias por ese arte que en Amancio es entrega absoluta, elevación religiosa y viva, expresada con bellísima y cuidada voz. Ofertorio magistral que cuesta describir porque linda con lo inefable. Por eso, apelo a uno de sus amados poetas, quien, hace más de setenta años nos hablara con vibrante y poética lucidez de ese misterio del arte que Amancio hizo tangible para nosotros en dos horas maravillosas:
“El duende... ¿Dónde está el duende? Por el arco vacío entra un aire mental que sopla con insistencia sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados: un aire con olor de saliva de niño, de hierba machacada y velo de medusa que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas.
La musa de Góngora y el ángel de Garcilaso han de soltar la guirnalda de laurel cuando pasa el duende de San Juan de la Cruz, cuando ‘El ciervo vulnerado por el otero asoma’.
La virtud mágica del poema consiste en estar siempre enduendado para bautizar con agua oscura a todos los que lo miran, porque con duende es más fácil amar, comprender, y es seguro ser amado, ser comprendido, y esta lucha por la expresión y por la comunicación de la expresión adquiere a veces, en poesía, caracteres mortales.
Con idea, con sonido o con gesto, el duende gusta de los bordes del pozo en franca lucha con el creador. Ángel y musa se escapan con violín o compás, y el duende hiere, y en la curación de esta herida, que no se cierra nunca, está lo insólito, lo inventado de la obra de un hombre.
Así, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: ‘El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies’. Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto.

Eso fue el recital de Amancio Prada en la noche del viernes 5 de febrero, año del Bicentenario de la Independencia Patria, en Santiago de Chile: una llama que subía desde sus pies hasta su cabeza, transfigurando su canto y haciéndonos participar, entrañablemente conmovidos, en ese clamor sin tiempo que atraviesa los siglos y que, de vez en cuando, suena a través del artista con la voz sagrada y fraterna del arte universal.