Se jubila como responsable de actividades de la Delegación de la Xunta en Madrid

Ramón Jiménez: “He tenido muy en cuenta los sentimientos de cada invitado que venía a la Casa de Galicia”

La Casa de Galicia en Madrid pierde a uno de sus principales pilares. La jubilación de Ramón Jiménez, responsable durante más de 28 años del área de actividades culturales, sin duda, se dejará sentir. Natural de Ávila, Jiménez se vinculó a la Administración gallega por oposición y a poco de fundarse la delegación, hace ahora 30 años, se trasladó a Madrid porque el puesto “enlazaba con mis aficiones, que son la literatura y el origami”, comenta.
Ramón Jiménez: “He tenido muy en cuenta los sentimientos de cada invitado que venía a la Casa de Galicia”
Ramon Jimenez-1 de febrero de 2022. Primer día de jubilación y Año Nuevo chino
Ramón Jiménez, con un marcapáginas chino, en un comercio de Chinatown, en Usera (Madrid).

La Casa de Galicia en Madrid pierde a uno de sus principales pilares. La jubilación de Ramón Jiménez, responsable durante más de 28 años del área de actividades culturales, sin duda, se dejará sentir. Natural de Ávila, Jiménez se vinculó a la Administración gallega por oposición y a poco de fundarse la delegación, hace ahora 30 años, se trasladó a Madrid porque el puesto “enlazaba con mis aficiones, que son la literatura y el origami”, comenta. Siempre tratando de ofrecer lo mejor al público de la Casa, se considera un funcionario atípico que trabajó incluso los fines de semana.



Pregunta. Pone fin a su trabajo de coordinador de actividades en la Casa de Galicia en Madrid después de más de 28 años en el cargo, ¿a qué obedece la decisión?

Respuesta. Obedece a que decidí anticipar ocho meses mi jubilación, pensando que lo haría en mejores condiciones. Soy funcionario de la Xunta, cumplo 65 años en octubre y, aunque me hubiera gustado seguir trabajando hasta esa fecha, se está hablando de ampliar las bases de cotización por años trabajados y he preferido adelantar mi marcha. 

P. El caso es que la Casa está sin director desde hace un año, cuando se produjo el fallecimiento de la persona que ocupaba el puesto, José Ramón Ónega. ¿Recuerda si hubo algún otro periodo de tiempo tan largo en que la entidad estuvo sin representación?

R. Efectivamente, José Ramón Ónega falleció el 7 de febrero del año pasado y desde entonces no se ha nombrado nuevo director. Pero hay que pensar que, debido al Covid-19, se están dando unas circunstancias especiales. Pero sí, recuerdo otra etapa en la que también se estuvo bastante tiempo sin máximo representante. Ocurrió cuando el bipartito y fue por un periodo de casi un año. Después nombraron a Alfonso S. Palomares.

P. ¿Cómo calificaría estos años en la Casa? ¿Qué le ha supuesto, profesional y personalmente, ocuparse de las actividades que se llevaban a cabo en la entidad?

R. Ha sido una etapa muy enriquecedora. Cuando elegí esta plaza estaba en A Coruña y acababa de aprobar unas oposiciones al cuerpo superior de la Xunta. Yo sabía que habían inaugurado la Casa de Galicia en Madrid y mis compañeros me animaron a que solicitara el traslado, porque pensaban que tenía el perfil adecuado para ese puesto. Pedí la plaza, me vine a Madrid y me asignaron las actividades culturales, aunque me ocupé de todo un poco, no solo de los asuntos de índole cultural.

Lo bueno fue que ese puesto enlazó con mis inquietudes personales, mis aficiones, mis dos grandes pasiones, que son la literatura y el origami, que he cultivado desde hace muchos años como creador de cuentos y en la papiroflexia.

Esta etapa ha sido muy buena, muy rica y he aprendido muchísimo de la gente que he conocido y ha pasado por la Casa: figuras de la literatura como Cela, políticos, artistas de todas las áreas. He tratado con muchos y he hecho amistad con algunos, y eso me ha enriquecido enormemente.

P. ¿De qué se ocupaba concretamente?

R. Hubo una época en que iba por Madrid buscando cosas que pudieran ser de interés para el público: obras de teatro, músicos… He procurado indagar en las personas, conocer a la gente, tener la seguridad de que había calidad en ellas para llevarlas a la Casa. La calidad siempre me ha parecido necesaria. 

También siempre he tenido muy en cuenta los sentimientos de cada protagonista que venía, porque un pintor no es un cualquiera. Hay que entenderlo así y dedicarle el respeto y el tiempo que se merece cada persona. Cada acto es un acto único y yo he visto reflejada la felicidad en la cara de mucha de la gente que ha venido a la Casa. Y yo quedaba satisfecho porque su satisfacción era la mía, por encima de lo demás, de mi propia circunstancia incluso. Soy parecido al payaso que, aunque esté triste, sale y hace su número. Eso se aprende.

Por lo demás, he sido un funcionario atípico. Me ha gustado expandirme fuera y he estado trabajando incluso los fines de semana. El primer director me apreciaba mucho y me enviaba a inaugurar una calle o un parque de Galicia en algún municipio cercano o a entregar un premio, y eso no es lo habitual para un funcionario. Por no hablar de lo que se prolongaban los actos de la tarde. En ocasiones, he estado saliendo como pronto, a las diez de la noche. Ha sido una dedicación muy especial y muy atípica para un funcionario, pero me ha gustado y han coincidido los intereses.

P. Cuando accedió al cargo, no tenía mucha experiencia al respecto. ¿Cómo se enfrentó a la situación?

R. Fue para mí un largo camino de aprendizaje, sobre todo a la hora de enfrentarme al público. Siempre vi que cada persona iba a su acto con mucha ilusión y me lo transmitía, y yo he ido mejorando en mi propia formación sin conformarme nunca. Esas inseguridades que podía tener al principio han ido desapareciendo, como la timidez, que la he ido trabajando.

Por eso, le estoy muy agradecido a las personas con las que he trabajado, porque me han ayudado. Tengo muchos amigos que me conocen, más de los que yo pienso. Creo que soy una referencia para ellos.

P. Con todo ese tiempo de dedicación, se le vendrán a la mente infinidad de personajes de renombre que han pasado por la Delegación. ¿De cuántos guarda especial recuerdo? 

R. Han pasado más de 1.000 artistas y conferenciantes que han tratado temas de interés para un espacio como la Casa de Galicia en Madrid, bien porque el protagonista fuera gallego, bien porque el tema tenía vinculación con Galicia. He aprendido mucho con todos ellos. 

P. ¿Ha habido alguno al que recuerde de manera especial?

R. Antes mencioné a Cela y reconozco que me llamó la atención por el trato afable que tuvo conmigo. Tenemos una visión de él muy especial, pero fue varios años a la Casa a presentar los cursos de la Fundación Camilo José Cela y yo lo recibía y charlábamos antes del acto. A lo mejor, a la prensa le mostraba una cara más displicente o de ogro, pero siempre fue sumamente amable y cariñoso conmigo. Cuando iba a venir, yo compraba un libro suyo para que me lo firmara y me preguntaba: ¿Tienes máquina de escribir?, refiriéndose al bolígrafo. También recuerdo al poeta José Ángel Valente. Era una persona maravillosa. Pero hubo muchos músicos, artistas y escritores que pasaron por allí, como Raimundo García ‘Borobó’, quien dio varias conferencias en Casa de Galicia y escribió libros muy interesantes. Por poner el ejemplo de alguien más cercano, puedo hablar de Carlos Núñez, que estuvo en el año 1995 para presentar el Festival Intercéltico de Lorient, o grandes pintores del momento.  Me acuerdo también de cuentacuentos buenísimos, como Tim y Casilda. Además, era impresionante ver a Fraga cuando estaba por allí y me alegro de haberlo conocido y tratado, de poder tener una visión cercana de él, porque la verdad es que la gente cambia mucho cuando se la trata en la corta distancia.

P. En 30 años en funcionamiento, ¿cómo ha ido cambiando la actividad de la Casa?

R. A lo largo de 28 años cambian mucho las circunstancias, no es el mismo público en una etapa que en otra, pero ha sido una actividad constante. Yo siempre estuve detrás de las actividades, las organizaba desde el punto de vista de la gestión y muchas veces también tenía que presentar los actos. La Casa de Galicia es un referente para todos los artistas: pintores, escultores, fotógrafos… Es muy conocida y ha sido un gran apoyo para que pudieran difundir su obra fuera de la comunidad autónoma. Es un espacio magnífico para que puedan exponer sus obras y darse a conocer en Madrid.

P. ¿Qué grado de acogida tienen las actividades que se organizan en la institución? ¿Acude un tipo de gente concreta o se puede hablar de un perfil variado?

R. El grado de repercusión es alto dadas las condiciones. Siempre nos hemos diferenciado de lo que es un centro gallego porque nosotros somos la Delegación de la Xunta en Madrid. La labor no es dar a conocer la Casa a los gallegos en Madrid, porque ya conocen Galicia y aquí no hay socios, sino que, de lo que se trata es de dar a conocer la Casa a todo el mundo. Aquí ha venido gente de todo tipo. Gente que, por ejemplo, no conocía lo que es el Entroido, vino a escuchar la conferencia de Felipe Senén sobre esa celebración y quedó admirada, al tiempo que les permitió adentrarse en un aspecto cultural más de Galicia que le parecía lejano. Hemos tenido público diverso. Ahora miro con melancolía hacia atrás y veo que mucho de nuestro público ha fallecido, pero se va renovando siempre.

P. Con respecto a los cinco directores, con los que tuvo contacto estrecho, ¿qué destacaría de cada uno de ellos?

R. Todos han sido distintos. Francisco Díaz Rey fue quien puso en funcionamiento la Casa. Yo tuve un trato con él muy bueno y muy agradable. Era muy correcto y muy trabajador y le quedo muy agradecido por la confianza. José Antonio Ferreiro Piñeiro venía del mundo del turismo [fue secretario xeral para el Turismo de la Xunta, entre otros cargos] y era un hombre con otro talante, se movió mucho y durante su etapa como director (1994-2000) fueron años de muchísimo trabajo; teníamos actos a montones de lunes a jueves, a veces también por las mañanas. De aquella no había internet ni móviles, había invitaciones en papel y las gestiones eran más difíciles que ahora. Después vino un jurista, magistrado del Supremo, Ramón López Vilas, y la actividad también fue muy intensa con él. Tras el periodo de espera, con el bipartito, llegó Alfonso S. Palomares, que venía del mundo de la cultura, del periodismo. Era escritor y un hombre muy culto y muy afable. Estuvo tres años, también con gran actividad, y nuestra colaboración fue muy buena. Una experiencia muy agradable. Con el cambio político llegó José Ramón Ónega, que estuvo 12 años y que falleció de coronavirus hace un año.

P. Ahora que se abre para usted una nueva etapa desde el punto de vista personal, ¿en qué va a invertir el tiempo? 

R. Seguiré en esas áreas que mencioné, en mi actividad intelectual de siempre, con más tiempo, más experiencia. Le dedicaré más tiempo al origami y a la literatura, a escribir. Dentro de la literatura, soy cuentista. En diciembre publiqué un libro de cuentos ambientados en Galicia, titulado ‘Son las brujas las que vuelan’. También me gusta viajar y ahora podré hacerlo un poco más como viajero, porque al escritor le interesa casi todo, si no no sacaría temas ni tendría el impulso de escribir. Así que podré viajar más y tener más tiempo para otras cosas para las que hasta ahora el tiempo estaba constreñido. Cambio el ‘kronos’, el tiempo de reloj, por el ‘Kairós’, el tiempo personal que no se puede medir de igual manera.

Es curioso que mi jubilación coincide con el nuevo año chino y ese día me fui a Chinatown, en Usera (Madrid). Una excompañera me regaló un marcapáginas de una tienda china que muestra a un pájaro saliendo de una jaula y me pareció muy significativo, por lo que representa para mí en esta nueva etapa.

P. Conociendo como conoce todos los entresijos de la Casa y teniendo en cuenta que el puesto está vacante, ¿se ve como director? ¿Podría ser el próximo director de la Delegación de la Xunta en Madrid?

R. No me lo planteo, sería un honor, pero una vez jubilado, me gustaría continuar por otros caminos, buscar otros horizontes. Si no se retira uno a tiempo, como otros, la salud se resiente. Yo creo que está bien así, lo que no quita que un día alguien me llame para hacer una presentación desde fuera y que yo vaya con mucho gusto, porque esa será mi casa para siempre. Iré a visitar a los compañeros, pero quiero viajar a países que no conozco, porque me gusta conocer culturas y gentes nuevas, eso sí, con el espíritu del viajero, no del turista.



“A Tanxugueiras las podía haber llevado a la Casa de Galicia perfectamente”

P. Es de Ávila, pero asegura sentirse gallego de adopción. ¿Qué le parece el fenómeno Tanxugueiras? 

R. Me encantó como cantaron y bailaron en el Benidorm Fest. Son una maravilla las chicas. Me pareció un tipo de baile, de canción y de actitud de mujer que he conocido a lo largo de mi vida en varias ocasiones. Parece que se propaga ese carácter y esa fuerza a lo largo del tiempo. Me gustaron muchísimo, pero el sistema de votación no funcionó. Yo quise votar y no pude porque el teléfono que daban no funcionaba. Fue imposible.

P. ¿Piensa que hubo tongo?

R. Algo hubo. Desde luego, hubo una mala organización. Que no pudiera votar porque estuvo el sistema atascado, interrumpido, me disgustó bastante y no solo a mí, algunas amistades me mandaron mensajes en ese sentido y creo que sí, que hubo tongo.

P. ¿Las veía actuando en Eurovisión?

R. Ningún problema. Me gustaba también Rigoberta Bandini y Rayden, pero Tanxugueiras me llegaba muy al corazón porque eran unas chicas que yo podría haber llevado a la Casa de Galicia perfectamente. Un año estuvo Lucía Pérez, que representó a España en Eurovisión. Fue un acto con ella muy bonito.



Amante de la palabra, asegura: “Hay que trabajarlas como a un diamante”

Aficionado a la lectura desde muy joven y autor de relatos como ‘Así me pierdo en la ciudad’, que escribió inspirándose en un Carnaval que pasó en Vigo, Ramón Jiménez le da suma importancia a la palabra. “Hay que trabajarlas como se trabaja un diamante”, apunta, y alude a lo que al respecto dijo el poeta y dramaturgo británico Dylan Thomas: “Tenéis que amar las palabras”. Y en eso lleva algún tiempo. Cuando se sienta a escribir, Jiménez se acuerda del pequeño elefante al que le cuesta trabajo aprender a manejar una trompa de unos 40.000 músculos. Por eso, “cuando escribo, me siento como ese pequeño elefante” y sé que tengo que “tener cuidado para no herir a nadie al manejar la trompa del lenguaje”.



Herbert Simon, padre de su pareja, fue “una de las personas que más hizo por el Camino”

Ramón Jiménez ama tanto la literatura que hasta se emparejó con una mujer vinculada a la especialidad. Su nombre es Lioba Simon, es alemana y da clases de literatura inglesa en la Universidad de Oviedo. Lioba es hija de Herbert Simon, “una de las personas que más hizo por el Camino de Santiago”, confirma Jiménez, quien recuerda que el hombre fue pionero en hacer la ruta y promocionarla. Partió hacia la tumba del Apóstol por primera vez allá por 1978 y su diario, recuperado por su hija, fue merecedor del III Premio Alfonso II que convocan la Fundación Valdés Salas y la Universidad de Oviedo y que fue concedido al peregrino a título póstumo. 

El diario incluye “vivencias y reflexiones personales del autor anotadas a lo largo del Camino Primitivo de Santiago en el contacto con el medio natural y cultural del trayecto recorrido”, recogió Lioba en su discurso, en el que destacó que el “gran y principal Camino” que realizó su padre fue “el de 1985 cuando salió a pie desde la catedral de su ciudad, Köln (Colonia) para llegar a la catedral de Santiago en dos meses y medio, tras 2.484 kilómetros”.

Gracias a su fuerza incansable logró, además, que se construyeran dos albergues en el Camino, uno en La Rioja y otro antes de Piedrafita, según el exresponsable de actividades de la Casa de Galicia en Madrid, quien reconoce que tanto esta como otras cuestiones demuestran que en su vida “hay mucha vinculación con Galicia”.

Con Galicia y también con los libros, ya que Ramón Jiménez se confiesa un amante de los libros. Tiene creación propia y “son montones de escritores los que me interesan”, asegura, entre los que cita al polaco Slawomir Mrozek, el alemán W.G. Sebald, el checo Bohumil Hrabal (autor de la novela ‘Yo que he servido al rey de Inglaterra’), el japonés Yasutaka Tsutsu y el escritor de ciencia ficción Ray Bradbury, autor “entre otros maravillosos libros” de ‘Zen en el arte de escribir’. Tampoco se olvida de Pardo Bazán y sus ‘Pazos de Ulloa’, libro al que compara con ‘Cumbres borrascosas’, ni de James Joyce, al cumplirse el centenario de su obra cumbre, ‘Ulises’. “Disfruté enormemente con ese libro. El capítulo dos es el más complejo, pero el resto es una maravilla”, asegura. También se refiere a los rusos Dostoievski y Tolstoi y entre los libros españoles hace mención especial al ‘Amadís de Gaula’ y a ‘31 gallegos y pico’, de José Curt. Al tiempo, muestra también preferencia por los escritores José María Merino y Javier Marías.