Asegura que esa relación es un motor de desarrollo

Juan Andrés Blanco: “Esa vinculación de los emigrantes con los lugares de los que salieron hay que ponerla en valor”

Gran conocedor de la emigración de Castilla y León, Juan Andrés Blanco se jubiló recientemente del cargo de director del Centro Asociado de la UNED en Zamora pero seguirá los estudios en este ámbito desde la Catedra Población, Vinculación y Desarrollo de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) que dirigirá y desde donde quiere poner en valor la vinculación entre la población y su lugar de origen, aunque no resida en el todo el año, y la necesidad de que esta relación se convierta en un elemento de progreso.

Juan Andrés Blanco: “Esa vinculación de los emigrantes con los lugares de los que salieron hay que ponerla en valor”
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Juan Andrés Blanco con Eusebio Leal, historiador de la Ciudad de La Habana en 2018.

Gran conocedor de la emigración de Castilla y León, Juan Andrés Blanco se jubiló recientemente del cargo de director del Centro Asociado de la UNED en Zamora pero seguirá los estudios en este ámbito desde la Catedra Población, Vinculación y Desarrollo de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) que dirigirá y desde donde quiere poner en valor la vinculación entre la población y su lugar de origen, aunque no resida en el todo el año, y la necesidad de que esta relación se convierta en un elemento de progreso.

Pregunta. ¿Qué balance hace del trabajo a favor de la emigración durante estos años?

Respuesta. En el Centro de la UNED, cuando se creó en 1986, comprobamos que quizá una de las cuestiones fundamentales de Castilla y León y de las provincias de Zamora y Salamanca, que es el ámbito del Centro de la UNED de Zamora, eran los fenómenos derivados de la emigración. Estas tierras, al igual que ocurre en Asturias o Galicia, se ven inmersas en ese proceso de emigración en distintas oleadas desde finales del siglo XIX y las tres primeras décadas del XX con emigraciones hacia América. Tras la segunda guerra mundial hubo un repunte hacia América pero ya sobre todo hacía otras zonas de España, como Cataluña y el norte de España –País Vasco y Asturias– y también a Madrid y a países europeos: Francia, Alemania y Suiza, especialmente.

P. A lo largo de los años, ¿cómo ha cambiado el asociacionismo de la colectividad castellana y leonesa en el exterior?

R. Ha cambiado en la medida en la que cambió la situación de los emigrantes y de los propios países a donde fueron. En la primera emigración, esa gran oleada de finales del siglo XIX y primeros del XX, el asociacionismo busca proteger a los emigrantes sobre todo de las carencias de atención sanitaria que había, en ocasiones también había servicios de educación y, sobre todo, de recreación, en el sentido de que sirve para encontrarse con los paisanos, para recordar las costumbres, para recordar muchos elementos de identidad y para mantener la vinculación con su región o incluso con sus pueblos y aldeas.

A medida que los países que reciben sus emigrantes, como es el caso de Cuba y Argentina, van desarrollando los servicios sanitarios de carácter público esta función se va reduciendo y en algún caso, por cuestiones por cuestiones políticas, como el caso de Cuba, desaparece.

En un momento dado se corta la emigración desde España o se reduce drásticamente y las asociaciones siguen con emigrantes pero también con descendientes y continúan con esa labor de recordar de donde se viene, recordar las raíces y en ocasiones, como ocurre en Venezuela o como ocurrió en Cuba, también se retoman ciertas actividades de ayuda directa a los asociados más necesitados.

Lo más llamativo es que, como ya se conoce bien en el caso de Galicia y Asturias, los castellanos y leoneses también mantienen asociaciones de carácter microterritorial. Muchas ellas tienen más de un siglo, lo que muestra la importancia de esas asociaciones y de lo arraigadas que están.

P. ¿Cómo ha ido cambiando la relación de las diferentes administraciones con las colectividades del exterior?

R. Durante mucho tiempo y esto es muy visible, los emigrantes, a través de estas asociaciones, insistieron en esa relación y en mantener un contacto epistolar en el que en muchas ocasiones pedían mejoras para los lugares de donde se habían ido mientras de manera paralela llevaban a cabo acciones como la creación de escuelas o la mejora de las infraestructuras de los lugares, pero en una España difícil y complicada hasta el periodo de la transición a veces no era fácil dar esa respuesta desde la propia España o no se dio suficientemente.

A partir de la transición todo cambió. Primero se crearon gobiernos regionales que tuvieron una gran sensibilidad en el caso de los gallegos, asturianos, canarios, catalanes y vascos, pero también de los castellano y leoneses. La creación de la Junta de Castilla y León sirvió para impulsar la vinculación con ese asociacionismo y, en ocasiones, con ayudas importantes y significativas en aquellas zonas con más dificultades, como era el caso de Cuba, pero también en Uruguay y Argentina.

La relación se había mantenido de forma intermitente con otras administraciones que ya existían como era la Diputación y en algunos casos con los pueblos de los que habían salido. Y se ha mantenido.

P. ¿La emigración más reciente y que, sobre todo, emigró a Europa, ya no se organiza en torno a estas instituciones?

R. Es de otra manera. Nosotros lo hemos estudiado para el caso de los castellanos y leoneses, pero también para el conjunto de los españoles, en algunos países.

Esta nueva emigración es distinta. Es una emigración más formada y que tiene otras posibilidades de comunicación para mantener el vínculo constante y consecuentemente, el desarraigo es mucho menor.

Es gente que se adapta a las nuevas formas de relación, que son las redes sociales y las plataformas y, a veces, conectan con esas asociaciones que siguen existiendo, pero en ocasiones no es fácil la relación. No es que haya un enfrentamiento ni muchísimo menos, pero las viejas asociaciones tienen en buena medida un problema de relevo generacional, tanto por la implicación de los jóvenes como por la preocupación de los mayores a perder el control de la propia asociación.

Hay situaciones muy diversas, pero en buena medida esta nueva emigración se organiza a través de plataformas y no tienen una estructura tan consistente ni determinada y muchas veces no tienen ni sede social, aunque a veces utilizan la sede social que sí tienen las viejas asociaciones.

Yo creo que acabarán confluyendo en el futuro y se están impulsando iniciativas de vinculación, ya que tienen en común que, tanto los nuevos como los viejos emigrantes, están vinculados con los lugares de salida. Es una vinculación distinta y diversa pero está ahí y creo que para los lugares que hemos tenido mucha emigración, esta vinculación es un factor de desarrollo a tener en cuenta.

P. ¿Cree que pueden llegar a desaparecer las asociaciones y el patrimonio con el que cuentan?

R. De hecho está desapareciendo. Muchas asociaciones han ido reduciendo paulatinamente su actividad y luego desapareciendo. El patrimonio inmobiliario ha tenido un futuro diverso, en ocasiones lo ha comprado un antiguo socio, se ha puesto un nuevo negocio o simplemente ha pasado a manos de otras personas. Hay un problema de mantenimiento y se está viendo en el caso de Alemania o en el caso de Suiza.

También ocurre en América, como es el caso de Argentina, ya que muchas veces tenían un gran patrimonio, no solo la sede, sino servicios que ofrecían como el sanitario, con grandes hospitales que son muy difíciles de mantener.

El asociacionismo de ahora es más líquido, más diluido y se mantiene una conexión menos estable, menos formalizada, menos de encuentro físico y más de contacto virtual, aunque luego quedan para lo que ya llaman ‘quedadas’ o se encuentran en algunas de las actividades de carácter cultural o recreativo que quieren realizar.

Un reto es tratar de vincular el nuevo asociacionismo con las antiguas asociaciones porque ambos tienen esa idea de esa la vinculación que mantiene con los lugares de los que salieron.

Esto también conecta con la vinculación de la gente más joven a las asociaciones tradicionales, que a veces no es fácil. Hay muchas de estas asociaciones que tienen comisiones de jóvenes pero es más difícil cómo se da ese trasvase de la dirección a las nuevas generaciones, entre otras cosas porque las actividades de las asociaciones tradicionales a veces a los jóvenes le dicen menos.

La realidad es que hay esa tendencia a asociarse por el origen común, en un sentido general, bien sea español, regional, provincial o de los lugares propios.

El desarrollo y el mantenimiento del asociacionismo es muy importante para los emigrantes pero también para los que estamos aquí, sobre todo para estas zonas que tenemos un serio problema de población. Menos población y población envejecida pero sin embargo mucha gente que, de una manera o de otra, mantiene una vinculación con el lugar del que salieron.

Efectivamente no se van a sacrificar por el lugar del que salieron si no tienen algo a cambio también. Esa idea de población vinculada, dentro de este mundo globalizado, es un elemento importante.

P. Usted ha colaborado en los programas ‘Añoranza’ y ‘Raices’, ¿qué le transmiten esos emigrantes que, en muchos casos, llevan años sin estar en Castilla y León?

R. Los programas ‘Añoranza’ y ‘Raíces’ se han hecho fundamentalmente con América Y con los distintos países que recibieron a los castellanos y leoneses en América.  La gente mayor se encuentra con un mundo muy distinto del que ellos dejaron y que comparativamente se desarrolló mucho más que los países a los que ellos llegaron y recuperan más si cabe la vinculación con ese mundo porque lo ven en un sentido positivo.

En el caso de los jóvenes, la idea que tenían se la había transmitido sus padres o abuelos y también contrasta con la realidad que ven y que, en términos generales, es una realidad más desarrollada.

Por tanto, en los mayores refuerza la vinculación y en los jóvenes refuerza el interés. De hecho, los programas de Junta de Castilla y León para facilitar la continuación de estudios o programas de carácter laboral no ha sido algo que haya permitido la venida e integración aquí para mucha gente pero sí para algunos. Por ejemplo, en el caso de Galicia son programas que han sido y siguen siendo más intensos.

Esto es una posibilidad, pero siempre que el sitio a donde queremos que vengan tenga posibilidades porque si no, lo que van a hacer es venir, estar un tiempo y luego trasladarse a puntos mayor desarrollo dentro de la propia España.

Castilla y León, con excepción de Valladolid, está en una situación de emergencia demográfica y las grandes soluciones son difíciles porque implican grandes inversiones económicas.

Los lugares muy despoblados son lugares de una gran emigración pero que mantiene una población vinculada muy amplia, lo que hay que hacer es activar esa vinculación. No implicará la vuelta, pero implicará la venida en ocasiones, la relación y poner a estos lugares en el mapa.

Esa vinculación de los emigrantes con los lugares de los que salieron hay que ponerla en valor.

P. Desde algunos colectivos del exterior se reivindica que la historia de la emigración esté presente en los planes de estudios ¿qué opinión le merece esto?

R. Es lógico, aunque no quiere decir que comparta esa valoración, que las administraciones no le hayan prestado esa atención como un hecho importante que ha ocurrido, un hecho significativo con gran trascendencia, porque la emigración es una manifestación de nuestro fracaso. La gente se ha ido porque tenía mejores expectativas en otro sitio y por eso se incidía en los horrores de la emigración y los peligros que podía haber, incluso se hablaba a veces de la falta de vinculación a la patria.

Las administraciones históricamente no le han dado una gran importancia porque reflejaba el fracaso de su propia política y, a veces, lo que hacían los propios emigrantes y sus asociaciones era exigirles a las autoridades de aquí que mejoraran la situación de esos pueblos de donde habían tenido que salir por falta de desarrollo.

Desde la transición esto ha cambiado, los castellanos y leoneses somos muchos más de los que vivimos aquí. Aunque la emigración es un proceso de una gran incidencia, en la actualidad también, no se le ha prestado la atención que merecía. Ahora se están haciendo muchas cosas con iniciativas para recuperar la memoria de la emigración, no solo de las asociaciones, sino para que los propios emigrantes nos cuenten sus experiencias. Se está avanzando en ello y hay que incidir en que los emigrantes y sus asociaciones cuando estaban mejor en los lugares a los que llegaron tuvieron una actividad de apoyo muy importante a sus lugares de origen y ahí están los cientos de escuelas, lavaderos, cementerios, ermitas, arreglos de carreteras o mantenimiento de las fiestas. También porque querían seguir estando presentes en los lugares de los que salían.

Esa relación no es de ahora, sino que se mantuvo en los momentos en los que no era fácil la comunicación.

P. Usted es uno de los promotores del proyecto del Museo de la Emigración, ¿va a seguir vinculado?

R. En su momento, llegamos a un acuerdo con la Junta de Castilla y León para llevarlo a cabo pero la crisis económica de 2008 truncó el proyecto.

Nosotros, desde el Centro de Estudios de la Emigración Castellano y Leonesa, que creamos en el Centro de la UNED de Zamora que ahora tiene su continuación en una nueva institución que es la Cátedra Universitaria de la UNED sobre Población, Vinculación y Desarrollo, hemos hecho una parte de nuestro trabajo que es recopilar la mayor cantidad de documentación que tiene que ver con la emigración, las causas de la emigración, datos de la emigración, la realidad de esos emigrantes y las asociaciones y la memoria de los emigrantes y en eso continuamos y seguimos.

Tenemos mucha documentación que está toda digitalizada y lo que vamos a seguir es articulando todo esto para al menos crear un archivo virtual. Si no se podrá crear con un espacio físico, que yo creo que sí se necesitaría, pero al menos que esa parte de documentación se conserve porque conocer esta realidad es una parte importante de nuestra historia.

También con el apoyo de la UNED tenemos en marcha un nuevo premio Memoria de la Emigración, pero va a ser español porque lo globalmente español se ha tratado menos.

P. ¿Cree que la implantación del voto rogado ha creado una desafección de los emigrantes por su tierra porque se han sentido un poco maltratados?

R. Sí, sin duda alguna. Porque hay una contradicción de base. Primero se enuncian unos derechos de los emigrantes por haber nacido o por ser descendientes pero luego se limitan esos derechos.

Si alguien es considerado legalmente español debe tener derecho al voto, pero si en la práctica se limita ese derecho se ve como una contracción, ya que por un lado se les incita a que recuperen o compartan esa identidad de la que partían y por otro se le ponen trabas al ejercicio de derechos que ya se le han concedido.

Es verdad que esto responde a que hubo mucho mercado con los votos pero lo que hay que hacer es facilitar el ejercicio lo más correcto posible de ese derecho pero no eliminarlo. Además, ahora hay otros mecanismos de digitalización que se pueden llevar a cabo con control.

Además, es importante que si queremos que nos ayuden a posicionarnos en el mundo se sientan parte de aquí y puedan ejercer los derechos que tienen.