Opinión

Mosul

El asedio en Mosul al Estado Islámico da a entender que es una batalla decisiva para la demoníaca geopolítica de Oriente Próximo. Directa o indirectamente, en Mosul se la juegan todos los actores involucrados: desde Estados Unidos de América y Rusia hasta Arabia Saudita e Irán.
El último bastión del Estado Islámico dejará el terreno para ser cortado como salami. Para ser más claros: esto anuncia la desaparición de facto de Siria e Irak. Otro reparto geopolítico de enclaves territoriales donde ninguna de las poblaciones autóctonas tiene capacidad de decidir. O quizás sí, en el caso de que finalmente los kurdos puedan aprovechar la situación para crear un Estado de facto que ya tienen en el norte de Irak.
Mosul también puede ser sintomático de lo que hoy es Oriente Próximo y de lo que puede ser en un futuro. El mapa geopolítico será modificado por los constantes desplazamientos de poblaciones y de refugiados, algo desafortunadamente común en la región. 
Desaparecido el núcleo del Estado Islámico trazado entre Raqqa y Mosul, en el corazón entre Siria e Irak, el terreno se abre para la reordenación del territorio. A Bashar al Asad se le mantendrá, al menos por un tiempo, en Damasco. Tiene el tácito apoyo ruso, chino e iraní. No porque les guste o sean aliados hermanados. Es que los intereses geopolíticos y energéticos así lo obligan. 
Sin el Estado Islámico, Arabia Saudita y Qatar, hoy diplomáticamente enfrentadas, podrán sacar ganancia expiando sus culpas por haber financiado hace años a los yihadistas. Habrá que ver si esto se les revierte en su propio territorio, entre los militantes que tendrán que huir de Mosul. Y mientras algún tipo de gobierno afín siga al frente en Bagdad, Estados Unidos de América se verá beneficiado. Son muchos oleoductos en juego.
Pero es difícil intuir qué mapa tendrá la región después de Mosul. La balcanización parece ser lo más probable. Y esto, en Oriente Próximo, es caldo de cultivo y carne de cañón para mayores enfrentamientos y guerras. Algo que, por cierto, también le beneficia al poderoso entramado militar e industrial que existe en las grandes potencias. No hay nada nuevo bajo el sol.