Opinión

Kurdistán

Con la atención (y la tensión) mundial enfocada en Donald John Trump, Corea del Norte y el referendo catalán, pocos medios se han ocupado por atender otro tema de enorme importancia estratégica: el referéndum soberanista en el Kurdistán iraquí del 25 de septiembre.
La consulta es histórica y el resultado es de sobra conocido. Los kurdos iraquíes votarán por la independencia. Pero su desconexión política y territorial será negociada con Bagdad, ya que el Kurdistán iraquí es una república de facto desde 1991 y principalmente desde la ilegal invasión anglo-estadounidense desde 2003.
Un hecho curioso: el único país de la región que apoya abiertamente este referéndum es Israel, que niega simultáneamente ese derecho a los palestinos. Pero el nudo geopolítico del referéndum kurdo abarca una amplia esfera de influencias e intereses.
Estados Unidos de América, Reino Unido de Gran Bretaña y Rusia ya han dado una especie de apoyo tácito. El interés son los campos petrolíferos de Mosul y Kirkuk, apostados en ese Kurdistán iraquí. Multinacionales energéticas ya se han establecido allí desde 2003. Sólo que Mosul ha sido tomado por el Estado Islámico hasta su reciente liberación y Kirkuk está en reclamación soberana desde Bagdad.
Turquía e Irán, los otros dos Estados limítrofes con amplia población kurda, miran el referéndum con atención. Oficialmente, no estarían de acuerdo con un Kurdistán independiente, porque su efecto implicaría obviamente en atizar las legítimas reclamaciones soberanistas de las poblaciones kurdas en esos países. Pero curiosamente tampoco han sido extremadamente reacios a observar un Kurdistán independiente en el norte de Irak.
Ankara ya ha establecido nexos con el presidente del Kurdistán iraquí, Massud Barzani. Intereses geopolíticos, energéticos e hidráulicos mueven a los turcos, particularmente para neutralizar cualquier arremetida por parte de los kurdos apostados en Turquía y Siria. Mientras Teherán tiene otros intereses: el referéndum kurdo es una lucha de clanes políticos y familiares entre los Barzani y los Talabani, este último la baza política persa en el Kurdistán iraquí.
También está por ver si este referéndum del Kurdistán iraquí provoca una polarización interna en la causa kurda, un tema que puede estar detrás de los intereses foráneos. El beneplácito al Kurdistán iraquí contrasta con las reticencias hacia la república kurda de Rojava al norte de Siria, fronteriza con Turquía. Un modelo autogestionario de reminiscencias socialistas que contrasta con las benevolentes aperturas a las multinacionales que el clan Barzani ha establecido en el Kurdistán iraquí.
Sea como sea, el referéndum kurdo es histórico porque puede propiciar la legítima aspiración soberana del mayor pueblo del mundo sin Estado. Pero su expresión también modificará radicalmente el mapa geopolítico de Oriente Medio. Un siglo después de la desintegración otomana y del reparto occidental, la región se apresta a reconfigurar, de nuevo, su atribulado mapa territorial.