Opinión

Golpes bajos

No deja de ser confuso y misterioso el intento de golpe militar en Turquía. Como tampoco dejan de ser inquietantes las consecuencias del mismo, una vez fracasara la tentativa golpista y el presidente Recep Tayyip Erdogan aproveche para acelerar una purga con visos de “caza de brujas” que muy probablemente ya tenía en mente desde hace tiempo.
​Tampoco dejan de ser preocupantes las consecuencias colaterales que en materia geopolítica tendrá este extraño suceso, particularmente por la inevitable importancia geoestratégica (principalmente para EE UU, Europa y la OTAN) que tiene Turquía, cruce de caminos entre Occidente y Oriente.
​A pesar de que Turquía tiene tradición de golpes militares durante el siglo XX, con tres intervenciones militares directas (1961, 1971, 1980) y una indirecta (1997), el reciente suceso era francamente imprevisto e inesperado. Y al contrario de lo que repiten hasta la saciedad los mass media occidentales, el mismo no se explica única y exclusivamente por la secular polarización entre islamistas y laicos, entre militares y un gobierno de corte islamista.
Tampoco parece completamente probable atribuir su presunta autoría a la red del movimiento islamista Gülen, tal y como acusa el gobierno turco, o a un complot orquestado en el exterior, señalando sutilmente a EE UU. La confusión y el misterio sobre lo que realmente sucedió se confirman cuando soldados que participaron en la intentona afirmaron que no sabían que se estaba llevando a cabo un golpe sino que pensaban que eran maniobras militares rutinarias. También el hecho de que los tanques y aviones movilizados para el golpe sólo se realizaron en la capital Ankara y en Estambul, con escasa o nula repercusión en el resto del país.
Más bien, detrás del golpe pueden haberse orquestado luchas intestinas por controlar cuotas del poder dentro de las Fuerzas Armadas y de la estructura burocrática estatal, principalmente por parte de efectivos muy probablemente marginados por los recientes reacomodos realizados por Erdogan en la cúpula militar y los organismos de seguridad. Tampoco se descarta, aunque hay que tomarlo con ponderación, la posibilidad de que Erdogan realizara una especie de “autogolpe” proclive a continuar con su limpieza de desafectos en todas las estructuras del poder, tal y como advierten algunas fuentes en Bruselas.
El problema es que el golpismo como fórmula parece seguir siendo una herramienta política. Si bien prácticamente la totalidad del estamento político así como cientos de miles de ciudadanos salieron a las calles a rechazar el golpe, lo cual debe ser interpretado como una buena noticia porque afirma que la sociedad turca ha madurado en su componente democrático, la purga post-golpe de Erdogan, con más de 6.000 detenidos, acrecienta las preocupaciones sobre su deriva autocrática con ambiciones mesiánicas de perpetuarse en el poder.
Tampoco parece probable que existe una mala relación entre Erdogan y los militares. Desde 2010, cuando un referendo de reforma constitucional ganado por Erdogan restó poder político a los militares, el presidente turco ha logrado revertir una situación de rivalidad en otra de mayor cooptación y cooperación. Ha logrado colocar a militares afectos en las cúpulas castrenses, toda vez la ruptura de negociaciones con los kurdos y su radicalización de cara al conflicto sirio (particularmente contra el régimen de Bashar al Asad y el Estado Islámico) es una clara concesión de Erdogan a la casta militar, obsesionada por los desafíos de seguridad del país. Y aquí se imponen la particular la posibilidad de una autonomía kurda en sus fronteras y el avance del terrorismo yihadistaque ha golpeado con fuerza en los últimos meses en Turquía y Europa.
También causa inquietud la actitud de EE UU, Europa y la OTAN. Si bien sus declaraciones públicas de apoyo “a la democracia turca” sugerían un apoyo a Erdogan, su expectante actitud dejaba a las claras que querían saber hacia dónde se decantaba la balanza del golpe para luego reaccionar, reproduciendo en Turquía el pretorianismo golpista militar de Egipto en 2013, que acabó con el polémico gobierno islamista.
Son muchas interrogantes detrás del fracasado golpe turco. Tampoco parece casualidad que el mismo ocurriera justo después de la cumbre de la OTAN de principios de julio en Varsovia y que el mismo día del golpe en Turquía, el secretario de Estado estadounidense John Kerry se encontrara en Moscú. Algo se está moviendo en la arena internacional post-Obama sugiriendo cambios en el status quo.