Opinión

Extremismos sin crisis

La semana pasada en Moscú se llevó a cabo una multitudinaria manifestación de movimientos nacionalistas, muchos de ellos de extrema derecha, protestando por el asesinato de un ciudadano ruso a manos de un inmigrante centroasiático. Con perspectiva de este auge de la criminalidad, en Rusia está creciendo una ola xenófoba que alimenta las perspectivas políticas de grupos nacionalistas de extrema derecha.
El panorama no es menor en Europa, donde algunos de estos partidos han incluso llegado al poder electoralmente (Noruega, Suecia, Holanda, Austria, etc.) y otros pueden ascender en las próximas citas electorales, con especial atención en el Frente Nacional de Marine Le Pen para las municipales francesas de 2014. Incluso se teme que estos partidos asciendan políticamente en las próximas elecciones al Parlamento europeo previstas para mayo del próximo año.
La crisis socioeconómica ha revitalizado a los extremismos, en este caso de la derecha xenófoba, pero también algunos movimientos de izquierda, algunos de ellos ya marginalizados como los trotskistas. Esta tendencia está ganando terreno no sólo en países peyorativamente considerados como periféricos sino incluso en el corazón mismo del poder europeo.
El arco mediterráneo entre España, Italia y Grecia se está convirtiendo en un inesperado laboratorio en este sentido, principalmente en Grecia, donde la extrema derecha de Amanecer Dorado está infiltrada en altas esferas públicas. Incluso, el gobierno griego ha detenido a sus dirigentes mientras otros grupos extremistas asesinaron a un miembro de esta formación.
La apatía política instalada en la UE ante estos hechos hace prever no un aire de complicidad sino de inoperancia e incapacidad. Es cada vez mayor la pérdida de legitimidad de una clase política obviamente legitimada por medios electorales pero cada vez más distantes de una ciudadanía que sufre la crisis. Y en este contexto es cuando medran los extremismos, con principal capacidad de influencia en una clase media cada vez más empobrecida.
Nadie parece atreverse a vaticinar si estas formaciones lograrán el poder político en algún país clave de la UE, como pueden ser Francia e Italia, países con tradición de extremismos de derecha e izquierda. Pero el espectro del populismo de derechas sí parece ganar terreno ante la deslegitimación de una clase política incapaz de ofrecer soluciones. El tiempo, o más bien las próximas elecciones, dictaminarán si los extremismos están ganándole a la crisis en Europa.