Opinión

Mujeres, reinas y santas en el ‘Camino de Santiago’

“Entre las reinas peregrinas, en el año 899 Jimena, esposa de Alfonso III, acompaña a éste a Santiago de Compostela para la consagración del nuevo templo; en 911 viene Ordoño II junto con su esposa Elvira; en 924 es el turno de Fruela y su esposa Urraca, y un año después llega Gotona, reina de Galicia, que posteriormente se retirará al monasterio de Castrelo, al quedar viuda. En 934 llega a Santiago Ramiro II que, con la reina Urraca, viene causa orationis. Fronilde, la mujer de Ordoño III, llegó en 1045, en esta ocasión sin la compañía de su marido. Sancha, esposa de Fernando I, visita Santiago en tres oportunidades, junto a su marido: en la primera, en 1063, parece que se trata de una plegaria a Santiago para conseguir la victoria en el sitio de Coimbra; vuelven para dar gracias después del sitio, y en 1065 vienen causa orationiscon su corte”, nos recuerda la historiadora Marta González Vázquez en su obra Las mujeres de la Edad Media y el Camino de Santiago, Xunta de Galicia, Santiago de Compostela, 2000.

Mujeres, reinas y santas en el ‘Camino de Santiago’

“Entre las reinas peregrinas, en el año 899 Jimena, esposa de Alfonso III, acompaña a éste a Santiago de Compostela para la consagración del nuevo templo; en 911 viene Ordoño II junto con su esposa Elvira; en 924 es el turno de Fruela y su esposa Urraca, y un año después llega Gotona, reina de Galicia, que posteriormente se retirará al monasterio de Castrelo, al quedar viuda. En 934 llega a Santiago Ramiro II que, con la reina Urraca, viene causa orationis. Fronilde, la mujer de Ordoño III, llegó en 1045, en esta ocasión sin la compañía de su marido. Sancha, esposa de Fernando I, visita Santiago en tres oportunidades, junto a su marido: en la primera, en 1063, parece que se trata de una plegaria a Santiago para conseguir la victoria en el sitio de Coimbra; vuelven para dar gracias después del sitio, y en 1065 vienen causa orationiscon su corte”, nos recuerda la historiadora Marta González Vázquez en su obra Las mujeres de la Edad Media y el Camino de Santiago, Xunta de Galicia, Santiago de Compostela, 2000.

Más tarde, continúan las peregrinaciones regias. La infanta Elvira visita el sepulcro del Apóstol en 1097 y en 1100, acompañando a Alfonso VI, su otra hermana, la infanta Urraca. Hacia 1254, visita Santiago la princesa Cristina de Noruega, hija de Haakon IV, en su camino hacia la corte, donde estaba destinada a ser la segunda esposa del rey Alfonso X. Con posterioridad, la reina Isabel la Católica viajó a Compostela: en el santuario del Cebreiro quiso ver el cáliz o Grial en el que el vino se había transformado en la misma sangre de Cristo. Fue grande su preocupación por la condición del “Camino”, de tal manera que favoreció alojamientos decentes. Fundó diversos hospitales, entre ellos, el de Santiago. Igualmente había recorrido ya una parte del itinerario, cuando en 1450 se dirigió a la tumba de Santo Domingo de la Calzada y San Lesmes, a fin de rogarles el nacimiento de su hijo varón.

¿Cómo olvidar aquella peregrinación, tradicionalmente asumida, de la emperatriz Matilde de Alemania, esposa del emperador de Alemania Enrique V e hija del rey Enrique I de Inglaterra, en 1125, si bien ha sido puesta en duda por B. y M. Tate? Estoy contemplando la figura de Santa Brígida, santa peregrina a Compostela. Hija de Birger Persson, gobernador del territorio sueco de Uppland. Viajó junto con su marido y sus padres, en una suerte de peregrinación “familiar”. Su figurita de madera –al lado de la de Santiago Apóstol– se halla en el “Bayerisches Nationalmuseum” de Munich.

Si quisiéramos nombrar a algunas mujeres nobles peregrinas, es obligado mentar a Santa Paulina, cuyo busto-relicario de Jorge Cedeira O Vello se encuentra en la “Capela das Reliquias” de la Catedral de Santiago. “Mujeres locas peregrinas, a causa de una enfermedad mental, como Matilde de Colonia, por consejo de Santo Tomás de Canterbury”, nos recuerda la profesora Marta González Vázquez. El célebre escritor y polígrafo gallego Francisco Fernández del Riego cita a una juglaresa de arpa inglesa de la cual se tiene noticia en Olite, Navarra. Según fuentes históricas, he ahí lo sorprendente: sor María de San Antonio, a mediados del siglo XVI, se disfraza de hombre a los diecisiete años, con el fin de peregrinar a Compostela. Más adelante – según la historiadora L. Vázquez de Parga–, profesa en las Clarisas de Pontevedra.