Opinión

El enigma egipcio

Otra crisis de gran magnitud en plena periferia mediterránea europea. Egipto vuelve al caos tras un golpe de Estado ‘anunciado’ por sus poderosas Fuerzas Armadas, para acabar con un gobierno islamista si bien en el poder gracias a la elección democrática (el depuesto ex presidente Mohammed Mohamed Morsi Isa al-Ayyat es el primer presidente egipcio elegido democráticamente) pero incapaz de gobernar y mantener una estabilidad ya precaria y casi imposible de alcanzar.
El golpe militar, tácitamente avalado en Occidente, ha dejado decenas de muertos y heridos por los enfrentamientos entre simpatizantes del depuesto Morsi y sus opositores, mientras los militares observan expectantes una crisis que no calcularon, probablemente, con celeridad. Su posterior revanchismo deteniendo a militantes, líderes y medios de comunicación afectos a Morsi y a la Hermandad Musulmana hasta ahora en el poder, certifica un golpe clásico y la intención de recrear un régimen tutelado por el pretorianismo militar.
Con ello, la Primavera árabe entra en la fase degenerativa propia de la reacción de los poderes fácticos ante la marea de cambios, muchos de ellos inciertos, como en el que se sumerge Egipto. Reacción, muy probablemente, avalada por los aliados geopolíticos de los militares egipcios, EE UU e Israel, complacientes en ver un Egipto no caótico e inestable cuyas consecuencias serían perniciosas para Oriente Próximo pero sí debilitado, domesticado y tutelado por una casta militar que se abroga una especie de misión histórica de estabilización, conformando un régimen pretoriano muy similar a la Turquía kemalista y el Pakistán del siglo XX.
Y Europa, como ya viene siendo costumbre, sin capacidad para actuar y reaccionar. Su política exterior y de seguridad es prácticamente inexistente o más bien sometida a los imperativos ‘atlantistas’ emanados desde Washington. El truculento ‘caso de Edward Joseph Snowden’ con la vergonzosa crisis por no dejar paso al avión del presidente boliviano Evo Morales Ayma por el espacio aéreo de Francia, Italia y Portugal es la evidencia de esa sujeción a los mandatos estadounidenses. Y Egipto, a escasos kilómetros de las costas mediterráneas atestadas de turistas y veraneantes, desangrándose en una crisis que ya parece interminable.