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“Por satisfecho se dará el autor –lo mismo que este modesto introductor suyo– si cuantos se asomen a la experiencia realizada por el Padre Salvado, cuantos recojan el mensaje de sus palabras y de sus hechos, cuantos penetren en la entrada de su alma a la vez grande y humilde, de su corazón agitado por las desgracias de la Patria e inmolado para redimir a los salvajes y elevarlos a Cristo, se afirman en la convicción de que ‘ser español es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo”, escribe Manuel Rodríguez en su ‘Prólogo’ al libro El padre Salvado. Un gallego civilizador de Australia, Madrid, Consejo Superior de Misiones, 1944, cuyo autor es Santiago Rodríguez R., maestro de Malvas-Tui. He ahí esta publicación –de notorio valor bibliográfico– impresa en ‘Gráficas Afrodisio Aguado’, calle Bravo Murillo, 31, Madrid.
‘A Virxe de Baiona’, cuya autoría se debe al impar arquitecto porriñés Antonio Palacios Ramilo, no fue inaugurada hasta septiembre de 1930, unos meses después de haber fallecido Don Laureano Salgado. Resonó allí la ‘Marcha de Infantes’, según las crónicas de la época, “con gran entusiasmo y vivas”. A lo largo de las alcaldías de Aurelio Rey Alar –desde 1949 hasta 1951– y de José Pereira Troncoso –de 1951 a 1965– la comarca logró el máximo protagonismo merced a la creación de novísimos espacios.
‘A Virxe da Rocha’ fue, a no dudar, una obra con “marca personal” del inolvidable arquitecto porriñés Antonio Palacios. Revisor de las obras en 1911 –o en 1925, entre otras inspecciones–, el célebre arquitecto Palacios Ramilo –nacido en 1874 y fallecido en 1945– albergaba la esperanza de que su monumento se convirtiese en “uno de los mayores atractivos para el turismo y nuevo elemento de belleza a la risueña villa”.
Estamos delante de ‘A Virxe da Rocha’ que, según define el historiador Anxo Rodríguez Lemos, no representa sino la “Estatua da Liberdade” gallega. Diseñada por un empresario nacido en Caldas de Reis y alzada en el monte de San Roque por el célebre arquitecto de la villa de O Porriño Don Antonio Palacios, “A Virxe da Rocha” de Baiona fue un monumento en construcción a lo largo de veinte años.
Estamos en las islas Cíes, en plena Ría de Vigo, expectantes ante el anhelado título de “Patrimonio de la Humanidad” que otorga la UNESCO, árbitro de la Cultura europea. Si ahora deseamos continuar con el sabor de su Historia, habrá que evocar cómo durante la primera mitad del siglo XIX llega a ser pacífica la situación, tras las pertinaces incursiones de corsarios y piratas en las viejas “Illas Siccas”, esto es, “Islas Secas”, de abolengo latino. La sombra de Francis Drake –el pirata inglés– era ya un pretérito de saqueo y devastación en las aguas atlánticas.
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