Opinión

Rencores

En España, uno de los aspectos que pasan como ocultos al paso de esta mal llamada crisis económica es el relacionado con la repercusión emocional e ideológica de la gente, que acaba destrozada y llevada a situaciones límite. Esto nos lleva a un rencor generalizado y sin rumbo acertado, unas víctimas contra otras.
En España, uno de los aspectos que pasan como ocultos al paso de esta mal llamada crisis económica es el relacionado con la repercusión emocional e ideológica de la gente, que acaba destrozada y llevada a situaciones límite. Esto nos lleva a un rencor generalizado y sin rumbo acertado, unas víctimas contra otras. Unos odian a los políticos por sus sueldos antes que por su gestión política contra los mismos que ahora les odian; otros detestan a los sindicatos por sus prebendas antes que por ignorar a la nueva y atomizada clase mileurista. Otros cargan contra pequeños constructores y se olvidan de que ellos mismos han alimentado la especulación con su hipoteca maldita. Es tiempo de rencores en una España cada vez más rota. Aunque España se vista de seda, la cantidad de personas que están quedando fuera de juego –incluso personas con un trabajo pero con un sueldo que no alcanza para convertirse en ciudadano con plenos derechos, y esto es una situación nueva– aumenta cada día. Pero, con la fuerza que hoy tiene el verdadero poder sobre la propaganda, sucede que la dominación sobre la gente es inversamente proporcional a la sensación que la gente explotada tiene de su propia situación de víctima dominada. Por eso no debe sorprendernos que esto no desemboque en ninguna revolución y, a la vez, veamos a mis compatriotas criticando airadamente las presuntas dictaduras de otros países mientras ellos sucumben aquí al paro y la exclusión social como si fuera un fenómeno natural.