Opinión

Matar por cultura

Antes de hacer conjeturas de siquiatra de medio pelo sobre el autor de la última matanza en un colegio de EE UU, hay que explicar que esa nación es la más peligrosa de toda la historia y para toda la humanidad. Hay que decir que se suicidan varios soldados veteranos a diario, que el Pentágono reconoce cada año 16.

Antes de hacer conjeturas de siquiatra de medio pelo sobre el autor de la última matanza en un colegio de EE UU, hay que explicar que esa nación es la más peligrosa de toda la historia y para toda la humanidad. Hay que decir que se suicidan varios soldados veteranos a diario, que el Pentágono reconoce cada año 16.000 casos de violaciones o acoso grave a mujeres del ejército, que todos los días varias personas matan a tiros a otras personas en la calle y que la reciente y trágica masacre en el colegio de Newton es la rutina diaria de los representantes del gobierno estadounidense en lugares invadidos como, por ejemplo, Afganistán o Irak. Como los bandos que se tirotean son difusos, no se acostumbra a decir que en ese país hay una guerra civil, pero es así. Dicho esto, hay que decir que los estadounidenses no están más locos que un español o un peruano. Ni siquiera son intrínsecamente más violentos. Están ‘civilizados’ de otra manera, del mismo modo que en España causa cierta indiferencia ver a cientos de miles de personas que suben a un arma de una tonelada (su coche) bajo los efectos de las drogas. El problema es cultural, de ambiente, de modelo. Desde hace medio siglo, EE UU supera su ineficiente modelo económico con la mayor industria bélica y armamentística de todos los tiempos, de la que viven millones de personas y en la que no se produce deslocalización. Hasta hace unas décadas, la denominada ‘cultura’ de un pueblo se afianzaba con un cierto consenso social y con numerosas posiciones encontradas en las que el poder hacía unas mínimas concesiones. Hoy es posible que un lobby que no representa ni una milésima parte de la población pueda manejar el cien por cien de la maquinaria del marketing con el que se crea y se altera una cultura como la estadounidense. Es el político y sus leyes el responsable de esta cultura de guerra permanente.
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