Opinión

La juguetería

Por Ramón Suárez Picallo21 de diciembre del 49La jugueteríaLa mayor parte de las casas comerciales de Santiago –desde las más opulentas del centro, hasta las más pichiruches (1) de los barrios pobres– dedican estos días su mejor rinconcito a la exposición y venta de juguetes, destinados a endulzar y alegrar, con su sorpresa y su gracia, la amanecida pascual de los niños.
Por Ramón Suárez Picallo
21 de diciembre del 49
La juguetería

La mayor parte de las casas comerciales de Santiago –desde las más opulentas del centro, hasta las más pichiruches (1) de los barrios pobres– dedican estos días su mejor rinconcito a la exposición y venta de juguetes, destinados a endulzar y alegrar, con su sorpresa y su gracia, la amanecida pascual de los niños.
Es una bella industria y un comercio nobilísimo, éste de la juguetería, porque encierra un mundo de ensueños, de alegrías, de esperanzas y de vocaciones latentes. El caballo balancín, el burrito aguador, la bomba de apaga fuegos, el camión, el aeroplano mercantil, la barca de velas blancas y los trenes mecanomóviles; los trompos musicales, las armónicas sonoras, y el tamboril resonante, con la guitarra y el piano, son el mundo amable y lírico de los niños contemplativos y pacíficos. El tanque de guerra, el acorazado, el pistolón, los ejércitos de soldados de plomo y las bandas de trompetería, representan en el alma del niño, la emoción heroica, el sentido épico y el afán esforzado de los grandes paladines que hicieron historia.
Y aún hay otro grupo. El del niño que se lanza como flecha sobre un rompecabezas de arquitectura o de una colección de herramientas de carpintería, tras las tapas de un libro de cuentos, y de aventuras y que sueña además, con un juego de acuarelas y de lápices de colores, para pintar la casa, el árbol, el perrazo amigo, y la cabeza de la madre en una comunión afectiva y creadora de muy largos alcances.
Y en cuanto a las niñas, ahí es nada. La que se enamoró de un perrito de Pomeranía o de una muñeca pituca (2), que dice automáticamente papá y mamá; y la que pide una cocina y un juego de cocineras; la que se muere de deseos por un niñito gordiflón, sin ropa por arriba ni por abajo, porque ella quiere vestirlo y arroparlo, con arrumacos y tibiedades maternales.
Es, todo ello el maravilloso mundo infantil de los anhelos y de las inclinaciones encerrado en las vitrinas de una juguetería, alejado de los corazones y de las manos, por un pedazo trasparente de cristal.
Cuánto aprenderían en estos días de vísperas pascuales, los psicoanalistas, los pedagogos y los padres de familia, poniendo a sus niños y niñas, frente a los estantes, vitrinas y vidrieras de una juguetería, y diciéndoles generosamente: elige lo que te guste más. Descubrirían, maravillados, lo que quieren ser los niños de hoy, dirigentes en ciernes del mundo de mañana.

(1) Palabra de origen quechua o mapuche, que significa ‘cosa de poco valor’; el prefijo ‘pichi’ indica ‘pequeño’ en lengua mapuche o mapudungún. (N. del E.)
(2) Pituca (o): de maneras o gestos pretenciosos. (N. del E.)