Opinión

La foto: arte e historia

Una de las virtudes más palpables de la fotografía es la de documentar. Mediante ella, el tiempo que nos constituye y al mismo tiempo pasa a través de nosotros, el tiempo de fluir ineludible, puede ser detenido, puede ser fijado, al menos como imagen. Pero sería un grave error creer que allí termina la cuestión.
La foto: arte e historia
Una de las virtudes más palpables de la fotografía es la de documentar. Mediante ella, el tiempo que nos constituye y al mismo tiempo pasa a través de nosotros, el tiempo de fluir ineludible, puede ser detenido, puede ser fijado, al menos como imagen. Pero sería un grave error creer que allí termina la cuestión.
Porque de repente, de improviso, alguna en foto en especial, cierta foto, nos descubre misteriosa y hondamente que algo más allá del mero documento, que algo se muestra y se nos muestra. Y al mostrarse nos hace también capaces de mostrarnos, de vernos más a fondo a nosotros mismos. Y es que la otra virtud de la fotografía, acaso la más escondida pero la más trascendente, la que la vuelve arte y, a veces, gran arte, es la de revelar.
Las fotos que nos devuelven, entonces, la imagen de la historia ya vivida tienen sin duda un gran valor de documento, de prueba fidedigna, de testimonio y de comprobación. Pero hay, además en algunas de esas fotos, la presencia de un encanto inasible, el deslumbrante resplandor de la belleza, la magia de una luz interior o de una luz reveladora. Y entonces podemos descubrir, nosotros mismos, por nuestra propia cuenta, que la fotografía puede ser a la vez historia y arte, recuerdo y revelación.