Opinión

Doña Inés de Castro, en Portugal, “reina después de muerta”

No leyenda sino historia es la de una mujer que fue coronada reina después de muerta por aquel año de 1355. Doña Inés de Castro fue la protagonista en las dulces tierras de Portugal.
Doña Inés de Castro, en Portugal, “reina después de muerta”
No leyenda sino historia es la de una mujer que fue coronada reina después de muerta por aquel año de 1355. Doña Inés de Castro fue la protagonista en las dulces tierras de Portugal. El caso es que don Pedro –el hijo del rey de Portugal don Alfonso IV– se sintió prendado de amor ante la belleza de la doncella doña Inés, hija de don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, perteneciente a una de las primeras casas hidalgas de Galicia, quien fue acompañando a la infanta de Castilla doña Constanza, a Lisboa, durante la época en que fue concertado su casamiento con el príncipe lusitano. No le agradaba la infanta a don Pedro. Él amaba intensamente a doña Inés. Tales amores fueron contrarios a los cortesanos y poderosos de la corte lisboeta e intrigaron con el rey a fin de que éste los impidiera. Contrarios se manifestaron de modo máximo Pero Coello y Diogo Lopes Pacheco, quienes incluso llegaron a amenazar al rey con una revolución de índole popular: anhelaban la unión con Castilla, aguardando superiores ventajas y privilegios y dignidades de aquel reino, pese a que el propio portugués perdiese su independencia.
Doña Inés, de la noble casa de Lemos, en contra de los consejos, prosiguió enamorada del príncipe don Pedro, quien se opuso a dejarla. Secretamente se habían casado, pues así dan fe los documentos históricos, con tres hijos como descendencia. “Si en algún día llego a ser rey de Portugal”, expresó, “doña Inés será reina de Portugal”. Obstinados, los cortesanos porfiaron en sus campañas llenas de insidia hacia la noble gallega y su esposo, hasta el extremo de convencer al rey don Alfonso IV de que era imprescindible dar muerte a doña Inés, pues aquellos amores, a su entender, ponían en peligro a su reino. Aun cuando el rey ofrecía resistencia, el rey accedió a que la hermosa gallega sufriera tan trágica muerte. El propio Lopes Pacheco la atravesó con su espada en presencia de los hijos de la infortunada, angustiosamente horrorizados. El sufrimiento fue tan hondo para don Pedro que, al lado de sus muchos partidarios, presentó la guerra a su mismo padre el rey.
Tras el fallecimiento del rey Alfonso IV le sucedió don Pedro, el cual en seguida hizo presos, para ajusticiarlos, a los que asesinaron a su amada doña Inés. Y dicen que dicen cómo él mismo, con sus propias manos, arrancó del pecho el corazón del vil traidor Diogo Lopes Pacheco; asimismo, presenció la muerte de los demás que taimadamente influyeron en el alevoso crimen llevado a término. Una vez vengada doña Inés, ordenó desenterrar su cadáver. Y en la iglesia catedral, ante toda la nobleza y una ingente muchedumbre de carácter popular, hizo que doña Inés recibiese la corona que la proclamaba reina de Portugal. Así fue, en efecto, “reina después de muerta”. Por la nobleza don Pedro V de Portugal fue nombrado “el Cruel” al haber castigado el crimen de los intrigantes y codiciosos hidalgos que perseguían más sus intereses personales que la verdadera conveniencia de su reino portugués. Caso curioso es que don Pedro I de Castilla –también denominado “el Cruel” por análogas causas– se casó con Juana de Castro, hermana de doña Inés. Tan sólo esposa de un día fue doña Constanza. Tragedia plasmada en literatura por Antonio Ferreira en Castro, Coimbra, 1587. Y por el español Luis Vélez de Guevara en Reinar después de morir, al igual que por el lusitano Julio Dantas en A Castro y el francés Henri de Montherlant en La reina muerta.