Opinión

Cocina Gallega

Dicen que el Cid gana su última batalla aún después de muerto, cabalgando embalsamado sobre su fiel Babieca; que la barca de piedra que lleva los restos de Santiago el Mayor recorre el Mediterráneo en compañía de sus discípulos hasta Iria Flavia sin inconvenientes; que la sola imagen de su cruz-espada ahuyenta a los moros que sufren su filo inevitable, y que el celtismo de Murguía y compañía sirvió para demostrar un

Dicen que el Cid gana su última batalla aún después de muerto, cabalgando embalsamado sobre su fiel Babieca; que la barca de piedra que lleva los restos de Santiago el Mayor recorre el Mediterráneo en compañía de sus discípulos hasta Iria Flavia sin inconvenientes; que la sola imagen de su cruz-espada ahuyenta a los moros que sufren su filo inevitable, y que el celtismo de Murguía y compañía sirvió para demostrar un origen peculiar de Galicia dentro de la Península Ibérica. La idea de llegar a las Indias de las especias motorizó una de las epopeyas navales más prodigiosas de la historia dirigida por un bisoño navegante, aprendiz de cartógrafo pobre de solemnidad; y la ansiedad por encontrar El Dorado dio coraje a personas comunes que se convirtieron de la noche a la mañana en soldados de fortuna, mercenarios, colonos, luchadores por la Independencia de las nuevas Repúblicas americanas. Hacer la América movilizó siglos después a millones de emigrantes que eligen el destierro a la muerte por hambre. En todo caso, hombres como Ruy Díaz de Vivar, aun con sus contradicciones, contribuyen a la Reconquista del territorio en manos musulmanas. La creación de un Camino espiritual que llega por mil senderos a Santiago de Compostela contribuye al fortalecimiento de la Europa Occidental y Cristiana, y el galleguismo (ejercido dentro del territorio y en la diáspora) permite mantener la identidad de Galicia a pesar de las prohibiciones y exclusiones emanadas del poder central por “secula seculorum”. Las remesas de la Emigración permitieron sobrevivir a miles de paisanos en tiempos de aguda crisis económica e institucional. Queda claro, entonces, que las ideas, los deseos genuinos de superación, permiten lograr los grandes objetivos personales y colectivos. Pero vemos con desencanto la mezquindad y miopía de los dirigentes actuales a nivel mundial. Tornando la mirada a la obra de notables soñadores, recordamos las lecturas de Julio Verne, que hace amarrar el Nautilus del capitán Nemo en la Ría de Vigo, ya que su febril imaginación entiende que la ensenada de San Simón, donde naufragaran galeones llegados de América, era el lugar ideal para aprovisionarse de oro; dar la vuelta al mundo en 80 días a Phileas Fogg y su ayudante Passepartout, que utilizan todos los transportes disponibles en época y vencen mil dificultades para cumplir su cometido; llegar a la Luna a Ardan, Barbicam y Nicholl, tras estudios de factibilidad muy similares a los utilizados luego por la NASA, incluido el lugar de lanzamiento cerca da Cabo Cañaveral. Muchas de las predicciones de los buenos autores de ciencia ficción se fueron cumpliendo. Viendo las imágenes de los diputados españoles, aplaudiendo junto a ministros y el mismo Presidente, la aprobación de más leyes de ajuste, y el tutelaje de Alemania sobre la banca, no podemos menos que preguntarnos: ¿está llegando la era en que bancos y grandes corporaciones multinacionales ejerzan una suerte de dictadura global, y gobiernen las naciones? Dios nos libre y guarde, diría mi abuela haciendo triple señal de la cruz sobre la boca para que el Maligno no salga de paseo a hacer de las suyas. Pero, aunque el bueno de Don Alonso Quijano nunca lo haya dicho, nos viene a la mente el “cosas verás, Sancho, que no creerás”. Releyendo alguna de mis crónicas en los tiempos de “tirar manteca al techo” que siguió a nuestra incorporación al eurogrupo, publicadas en este mismo semanario, anticipaba que, de no cambiarse de actitud, deponer la soberbia, y ahorrar al recordar cercanos tiempos difíciles, lo tendríamos que lamentar, y mucho. Alguien, funcionario en tránsito por Buenos Aires, me dijo con sonrisa socarrona muy parecida a la del cacique del pueblo que paseaba los domingos por el atrio de la iglesia ostentando barriga, reloj de oro, y bigote al uso, “los emigrantes siempre se quejan, ni siquiera saben disfrutar los tiempos de bonanza; anímate hombre, los tiempos han cambiado, España ha cambiado, ¿no ves el tremendo crecimiento económico que tenemos?, ¡únete a la fiesta!”. La fiesta que conocemos es la que sigue a una buena jornada de trabajo. La vida nos enseñó a ser precavidos, cautos aun en las celebraciones. Humildes incluso cuando el éxito sonríe, y llegan los premios y los abrazos de propios y extraños. Serenos en la adversidad, firmes en las decisiones y justos a la hora de comer, que en la mesa todos somos iguales, y el pan se multiplica cuando procedemos con buena fe y amor al prójimo. No es nuevo para nosotros este escenario crítico, las nuevas generaciones a cargo del timón pueden, si quieren, tomar los buenos ejemplos de los que las precedieron, o caer en el delirio de los que una y otra vez provocaron el padecimiento de pueblos enteros buscando su enriquecimiento personal. Sin intencionalidad política, vamos con una receta de Juana Manuela Gorriti, de título insidioso.


Embrollo Diplomático-Ingredientes: 9 yemas de huevo, 1 clara bien batida, ½ copa de vino de Oporto, ralladura de ½ limón, canela, azúcar, 1 cucharadita de vainilla.


Preparación: Batir todos los ingredientes enérgicamente. Poner en un molde enmantecado, y llevar a horno moderado hasta que esté bien dorado.