Opinión

Cocina Gallega

Se cuenta que un bufón o pícaro de Palacio, no recuerdo el nombre, tal vez el creativo Estebanillo González, docto en el arte de la supervivencia, cierta noche en que la reina requería su cotidiano bizcocho para culminar la cena, su Dama anuncia compungida que los proveedores no quieren fiar más dado lo abultado de la deuda de la empobrecida Casa Real.

Se cuenta que un bufón o pícaro de Palacio, no recuerdo el nombre, tal vez el creativo Estebanillo González, docto en el arte de la supervivencia, cierta noche en que la reina requería su cotidiano bizcocho para culminar la cena, su Dama anuncia compungida que los proveedores no quieren fiar más dado lo abultado de la deuda de la empobrecida Casa Real. Gran revuelo entre los adulones cortesanos, que meten mano en la faltriquera y no encuentran una moneda para resolver el entuerto y subir un escalón en la estima de la soberana golosa. Resignada, la reina saca un anillo y ordena “vayan pues con la joya y traigan el condenado bizcocho”. Ante la heroica decisión real, Estebanillo (pongamos que él fue el protagonista de la historia) mira con sorna desde su metro cincuenta a los nobles y damas de la reina, extrae una moneda de oro de su bolsa y dice a la consorte real “torne el anillo a su dedo, mi señora, y vayan volando por el bizcocho para que la cena concluya como Dios manda”. Muchas veces las Cortes europeas, y la española en particular, quedaron en bancarrota o a merced de mercaderes y banqueros después de años de soberbia riqueza y despilfarro. La nobleza hispana, y el clero, dilapidaron la grandeza de un Imperio, y toneladas de oro y plata llegados desde América, empobrecieron al pueblo, fueron vasallos del impúdico Napoleón y en el devenir histórico perdieron las colonias de ultramar logradas a partir de la audacia de un navegante plebeyo, pobre, y sin antecedentes para demostrar su condición de “cristiano viejo”. Sabemos que no era bien visto trabajar entre aquellos nobles engreídos, torpes e ignorantes, ni siquiera tomaban sol para no confundirse con la gente menuda que debía trabajar de sol a sol para procurarse un mendrugo de pan. Lejos de las Españas, en China, los poderosos no se cortaban las uñas demostrando que no necesitaban realizar tareas manuales propias de la servidumbre. Que curioso, hace unos días, en una oficina publica observaba cómo una señorita de veintipico de años hacía extraños malabares para poder escribir con larguísimas uñas postizas. Soñara, tal vea, con un Príncipe azul que la mantenga como juguete sexual y no la deje trabajar, llegar a la televisión y conquistar a un jugador de fútbol. Lo de “sangre azul” viene, claro, de la piel pálida de los nobles, alejados del sol, en la que se notaban las venas azules con claridad. En fin, que me vienen estas historias a la cabeza cuando pienso en los años que siguieron al ingreso de España al Eurogrupo, con jolgorio, gastos desmedidos y actitudes de nuevos ricos, cierto desprecio y recelo hacia los emigrantes. Si bien la crisis global nace en Estados Unidos cuando salen a la luz los perversos manejos de especuladores en las áreas inmobiliarias, financieras y en Wall Street, arrastra a Europa y sacude a todos los países. España aparece débil, sin reservas, con los bancos pidiendo a gritos ayuda, y los más hasta el cuello de hipotecas. Y el círculo se repite, bancos que crean o son cómplices de una crisis económica, ayuda estatal o supra estatal para que no quiebren, y un pueblo empobrecido que sufre recortes criminales para poder pagar los créditos.
Algún que otro ‘primo’, no pudiendo vivir del paro, se animan a cruzar el océano y explorar posibilidades por estas playas, sin la humildad de sus predecesores, sin su cultura del trabajo, y sufren. No dejaremos de ayudar en lo posible, a quienes se dejen guiar con el objetivo de integrarse a la sociedad de acogida, conseguir un empleo digno. Como Estebanillo, alguna moneda en la faltriquera tendremos para comprar el pan necesario, aconsejar el paso a dar.


Buñuelos de bacalao-Ingredientes: 300 grs. de abadejo, 1 cebolla, perejil, 125 cc de cerveza, harina, sal, aceite de oliva.

Preparación: Picar la cebolla muy fina, y el perejil. Poner en un bol el pescado desmenuzado, y salado, añadir la cerveza y mezclar bien. Añadir poco a poco la harina hasta obtener una masa algo espesa. Poner abundante aceite en una sartén a calentar, dar forma a la masa con ayuda de dos cucharas. Freír hasta que se doren, y escurrir sobre papel absorbente. Servir calientes.