Opinión

Cocina Gallega

Era la época (un año antes de la aparición del Martín Fierro) en que José Hernández llevaba adelante una campaña en el periódico ‘El Río de la Plata’ difundiendo la imagen del gaucho que quedaba al margen de la ley por una realidad que cambiaba el aspecto de la pampa, a raíz de la llegada de miles de inmigrantes que venían de Europa para dedicarse a la agricultura, y alambraban los campos, amansaban el

Era la época (un año antes de la aparición del Martín Fierro) en que José Hernández llevaba adelante una campaña en el periódico ‘El Río de la Plata’ difundiendo la imagen del gaucho que quedaba al margen de la ley por una realidad que cambiaba el aspecto de la pampa, a raíz de la llegada de miles de inmigrantes que venían de Europa para dedicarse a la agricultura, y alambraban los campos, amansaban el ganado haciendo imposible el modo de vida del gaucho, pastor de ganado en movimiento, nómada por naturaleza. Los ricos estancieros, que tenían organizados sus establecimientos sobre la base de grandes rodeos móviles, también veían con desconfianza la llegada de los extranjeros que impulsaba el gobierno bajo el lema “gobernar es poblar”. En ese contexto, no es difícil entender los tristes hechos conocidos como “los asesinatos del Tandil”, ocurridos en 1872. Todo comenzó a principios del año anterior, cuando llega desde Azul un gaucho llamado Jerónimo de Solanet, y enseguida gana fama de “mano santa” que cura por imposición de manos a paralíticos, ciegos y sordos. Pronto todos lo llaman “Tata Dios”, y es tanta la gente que lo sigue que se traslada a tres leguas de Tandil, dentro de la estancia ‘La Argentina’, propiedad de José Gómez, quien le habría permitido ejercer su oficio de curandero. A esta altura, Solanet ya tenía apóstoles y cientos de seguidores. A fin de año hace un apocalíptico anuncio: el 1 de enero de 1872 un gran huracán, seguido de llamas de fuego y torrentes de agua hirviente, arrasaría Tandil, y la tierra se hundiría para siempre. Por supuesto, había una salvación: servir ciegamente a “Tata Dios”. Este dio el remedio para evitar la ira divina y vivir felices y ricos en un nuevo pueblo erigido en el lugar que ocupaba la famosa “piedra movediza”: salir a matar a todos los extranjeros. Así lo hicieron. El 1 de enero, armados con tacuaras, armas robadas en la delegación policial, y con la divisa punzo de los tiempos de Rosas en los sombreros, salieron a cumplir su misión. Las primeras victimas fueron los ocupantes de dos carretas, vascos recién llegados al país; luego, italianos, ingleses y ‘rusos’ sufrieron la misma suerte de morir degollados por los fanáticos. En la estancia del señor Thompson mataron a toda la familia, incluyendo niños; le siguió el negocio de un “turco”, finalmente ensangrentados y cansados se refugiaron en los campos del gallego Ramón Santamarina para pasar la noche. Allí los atacó la Guardia Nacional, que mató a muchos y tomó prisioneros a otros, entre ellos “Tata Dios”, a quien un desconocido acribilló en su celda antes de que declarara. Tres apóstoles fueron condenados a fusilamiento y otros a largas penas de cárcel. Los abogados defensores trataron en vano de justificar la matanza por la desesperación de los gauchos que veían desaparecer su medio habitual de vida, y aceptaron sin pensar la consigna de matar extranjeros. Situaciones similares pasaron en Australia, Brasil, Estados Unidos y otros países que acogieron masivamente inmigrantes. No fue un lecho de rosas el que acunó los sueños de los que se aventuraron a buscar mejor futuro lejos de su patria. A algunos la diosa Fortuna los acompañó, como es el caso del mencionado Ramón Santamarina, orensano que logra amasar una de las mayores fortunas de la Argentina, que llego al país literalmente con una moneda en el bolsillo en el año 1844. De niño, su padre, capitán de la Guardia de Corps del rey, lo llevó a la Torre de Hércules, le hizo prometer que reconstruiría la fortuna familiar y se suicidó allí mismo, delante de sus ojos inocentes. Para comenzar a cumplir con la promesa, huye del Hospicio para Huérfanos en Coruña y embarca para America, solo. Ya aquí, cruza a nado el Riachuelo para ir a trabajar de mandadero a un café-hotel en la calle Perú, donde oye las historias de los huéspedes, carreteros en su mayoría. Al año es boyero en Fuerte Independencia, cerca de Tandil, pueblo con sólo 700 habitantes y amenazado a diario por los malones. Olfateando el negocio compra carretas y poco a poco se convierte en el principal proveedor de alimentos de la zona, y del ejército. En los días en que aparece “Tata Dios” ya es un poderoso hacendado y financista. Cuando el manosanta llega a su estancia y le exige la rendición, logra con un ardid escapar a Tandil y desde allí avisar y pedir auxilio al coronel Machado, a cargo del fuerte. El militar concurre con la Guardia Nacional, rodea a los conjurados, matando y apresando a todos. En 1896, el rey Cristian X de Dinamarca le concede a Santamarina la Orden de Caballero de Dannebrog por la ayuda que les había proporcionado a los colonos daneses. Nuestro paisano, ya dueño de una inmensa fortuna y con sus hijos a cargo de las empresas, completa la historia iniciada al pie de la Torre de Hércules abrazado al cadáver de su padre, y se suicida en Buenos Aires en 1904. Otra hubiera sido la historia si “Tata Dios” completara su proyecto místico de matar a todos los extranjeros en los pagos del Tandil.


Albondigones con salsa de tomate-Ingredientes: 500 grs. de carne de cerdo picada, 500 grs. de carne de pollo picada, 1 cucharadita de perejil picado, 4 ajos picados, 3 huevos, 50 grs de pan rallado, harina, sal, pimienta, tabasco, 1 hoja de laurel, y copa de vino blanco, 2 tazas de salsa de tomate. Aceite para fritura.


Preparación: En un bol unir las carnes con el perejil, los ajos, los huevos, el pan rallado, sal y pimienta, hasta formar una pasta homogénea y armar los albondigones. Pasar por harina y dorar apenas en aceite caliente. Poner en una olla y cubrir con la salsa a la que le añadimos una cucharadita de tabasco, un chorrito de vino blanco, y el laurel. Cocinar a fuego suave una hora y acompañar con papas naturales.