Opinión

Cocina Gallega

Las pasiones que desata el fútbol en Argentina son tan dramáticas y extremas que fueron utilizadas en 1978 para intentar tapar con el grito de gol y dale campeón el perverso accionar de una dictadura sin rumbo ni moral, y en la actualidad para reemplazar la falta de respuestas a muchas falencias en el ámbito de la asistencia social y el trabajo genuino con el anuncio de la cobertura desde el gobierno de “un derecho esencial”: fútbol para todos.
Las pasiones que desata el fútbol en Argentina son tan dramáticas y extremas que fueron utilizadas en 1978 para intentar tapar con el grito de gol y dale campeón el perverso accionar de una dictadura sin rumbo ni moral, y en la actualidad para reemplazar la falta de respuestas a muchas falencias en el ámbito de la asistencia social y el trabajo genuino con el anuncio de la cobertura desde el gobierno de “un derecho esencial”: fútbol para todos. En ese contexto, no es de extrañar que las malas actuaciones de la albiceleste en la Copa América que se disputa en casa desate polémicas encarnizadas que tienen en el centro de la atención al ‘extranjero’ Leo Messi, el mejor jugador del mundo. Se le reprocha, por ejemplo, que no cante el himno (cuando en los actos oficiales es notorio cómo muchos funcionarios mueven los labios haciendo mímica sin entonar sus estrofas hasta llegar al “o juremos con gloria morir” que conocen todos). Se olvidan que Messi, habiendo ido de pequeño a Cataluña, nunca se nacionalizó español para acceder a la escuadra roja, mantiene el acento argentino, y ama sin duda a su país. Pero por formación es un jugador europeo, con mentalidad europea dentro del campo de juego. Algo que los directores técnicos que tuvo en la selección parecen no tener en cuenta a la hora de armar el equipo. Da pena oír los comentarios hirientes hacia este joven exitoso que mantiene una humildad ejemplar (otro reclamaría a los gritos para que los compañeros dejen de mirarse el ombligo y jueguen con él, que aprovechen su genialidad). En fin, no somos comentaristas deportivos pero sabemos lo que es vivir entre dos mundos a veces antagónicos, y el dolor que causa no poder mimetizarse para pasar desapercibido, no ser el extraño.
Si uno menciona a Amleto Enrique Vergiati, la mayoría de los porteños, aun los octogenarios, no sabría darnos referencias de él. Sin embargo, con el seudónimo de Julián Centeya, este poeta italiano nacido en Parma, fue el prototipo del tanguero, y llegó a ser conocido como ‘El hombre gris de Buenos Aires’. En 1969 publicó uno de sus mejores libros, ‘La musa de barro’, con prólogo de César Tiempo (cuyo verdadero nombre era Israel Zeitlin), nacido en Ucrania, y que vivió siempre amalgamando su condición de judío de nacimiento y porteño de adopción. Se sabe que en 1857 el músico español Santiago Ramos compuso con cierto aire andaluz uno de los primeros temas de aire tanguero que se conozca: “Toma mate, che”, que formaba parte de la obra ‘El gaucho de Buenos Aires’, estrenado en el Teatro de la Victoria.
La poeta anglo-americana Denise Levertov, en carta a su colega William Carlos Williams, reflexionaba sobre un tema que nos obsesiona a todos los emigrantes: qué posición adoptar frente al idioma del país de adopción. Dice Levertov: “Debes tener en cuenta que no crecí en Estados Unidos, y tampoco en una atmósfera inglesa sino europea; mi padre se naturalizó inglés, pero su origen era judío centroeuropeo, y mi madre orgullosamente galesa había vivido en Polonia, Dinamarca y Alemania. Y luego, cuando llegamos a América, yo ya tenía 24 años, así que era buen material para el crisol de razas; pero el idioma que hablan los americanos fue una lengua adquirida. Tal vez no sea bueno carecer de profundas raíces locales, estar cómoda en todas partes y en ninguna. Esta situación te lleva a adaptarte: por ejemplo, mi habla cotidiana no es puramente americana, la modificó sólo para encajar con las personas con las que me encuentro. En el fondo, me siento en este país como una ciudadana de segunda, no una chica completamente americana, y que me condenen si pienso fingir otra cosa o descartar las otras muchas influencias culturales que forman parte de mi sistema, pese a las críticas que pueda recibir…”. Denise Levertov respondía alguna crítica de su amigo, años mayor que ella y ya poeta consagrado, que la instaba a incorporar plenamente el “idioma americano” en sus obras. Lo que ella defiende es su derecho a no desprenderse de su rica diversidad cultural, producto de su formación en diferentes países, a mantener su propia voz, diferente pero auténtica. Todos hemos oído a emigrantes de avanzada edad decir con inocultable acento extranjero “soy más argentino que español, italiano, polaco,…” en un intento por ser reconocidos como iguales, ansias de pertenecer y ser aceptado por el entorno. Pero la cultura argentina no sería tan rica sin, precisamente, el aporte de los miles de inmigrantes que se asentaron en el país. Roberto Arlt, hijo de un prusiano y una austro-húngara, no puede ocultar aun en sus celebradas ‘Aguafuertes porteñas’ la formación en un hogar con padres europeos en donde se hablaba alemán. No podemos ni debemos, tampoco, olvidar ni ocultar nuestras costumbres gastronómicas porque nos enriquecen, y aportan otro punto de vista, placeres inéditos, a las gentes que nos rodean, enriqueciéndolas a su vez. Vamos entonces a la cocina con un pariente de nuestras filloas, el panqueque de inspiración norteamericana, tal como lo incluyo Juana Manuela Gorriti en su ‘Cocina Ecléctica’ a fines del siglo XIX.
Ingredientes-Panqueques criollos: 8 panqueques, 250 grs. de queso blanco, 100 grs. de azúcar, 1 yema, 2 bananas, 1 limón, esencia de vainilla, manteca.
Preparación: Mezclar el queso y el azúcar, añadir las yemas y mezclar un poco más. Pelar las bananas y cortarlas en rodajas, rociarlas con el jugo de limón para que no oscurezcan. Añadirlas al queso. Echar una cucharadita de esencia de vainilla. Distribuir esta crema sobre los panqueques, arrollarlos y disponerlos en una fuente enmantecada, espolvorear con azúcar. Llevar a horno fuerte unos minutos y servir.