Opinión

Aniversario

A Manuel Pérez Lorenzo,mozo galleguista que sueña ylucha por una Galiza mejor…Fue en junio de 1996 –doce años ha– cuando publiqué uno de mis primeros artículos en este periódico. Era un texto sobre la narrativa de Anxel Fole, el grandísimo narrador de la Galicia profunda que tanto gustaba a mi padre.
A Manuel Pérez Lorenzo,
mozo galleguista que sueña y
lucha por una Galiza mejor…


Fue en junio de 1996 –doce años ha– cuando publiqué uno de mis primeros artículos en este periódico. Era un texto sobre la narrativa de Anxel Fole, el grandísimo narrador de la Galicia profunda que tanto gustaba a mi padre. Por aquellos días yo trabajaba en Copiapó, norte mineral de Chile, en empresa transnacional canadiense. Recibí una llamada desde Compostela; era del poeta Luis González Tosar, a quien no conocía sino a través de sus crónicas rioplatenses… Hablamos largamente en lingua galega, con ese entusiasmo nuestro capaz de anular distancias y fronteras. Me preguntó por qué no teníamos en Chile un centro de estudios gallegos y le respondí que mis esfuerzos y contactos en tal sentido habían abortado, durante once años de tentativas, en los vericuetos inextricables de la burocracia autonómica. Tosar no se arredró, dándome nombres y señalándome los adecuados vieiros de achegamento; mencionó dos nombres clave: Celso Currás Fernández y Manuel Regueiro Tenreiro, en la Consellería de Educación e Ordenación Universitaria y en la Dirección Xeral de Política Lingüística; también me recomendó hablar con Fernando Amarelo de Castro, responsable de Relacións coas Comunidades Galegas, a quien había yo conocido en uno de sus viajes.
Seguí al pie de la letra las indicaciones de mi buen amigo Tosar. En abril de 1998 viajé al Santiago apostólico, luego de la anuencia y apoyo de Carmen Norambuena Carrasco, a la sazón directora del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile… Cordiales entrevistas y reuniones de trabajo con Celso Currás y Manuel Regueiro, que culminaron el 29 de julio de aquel año, en la Universidad de Santiago de Chile, con la firma del Convenio de Colaboración vigente hasta el día de hoy… En marzo de 1998 habíamos viajado a Chiloé, la Nueva Galicia del Sur, en comitiva de cuarenta gallegos de Chile, encabezada por Fernando Amarelo, para entregar, en Santiago de Castro, la capital de Chiloé y la más austral de las ciudades fundadas bajo la advocación del Apóstol Peregrino (31 de enero de 1567, por el gobernador lucense del Reino de Chile, Rodrigo de Quiroga i Camba), una efigie del Apóstol tallada en madera por artesanos gallegos… A Fernando Amarelo le gustaba Chile, conocía a sus poetas y se maravilló con la descuberta engaiolante de Chiloé, el Archipélago Mágico… Recuerdo sus palabras, una mañana de marzo de 1998, cuando desayunábamos contemplando la ría de Castro: “Mira, Moure, yo creí que esto de la Nueva Galicia era otra de tus efusiones líricas, pero, en este caso, te has quedado corto…”.
En una década ha corrido agua y tinta y palabras pronunciadas amorosamente en la vieja lengua de los antergos… Clases, charlas, conferencias, ciclos de cine, trabajos de investigación, publicaciones, concurrencia de alumnos nuestros a los cursos del ILGA en Compostela, al ‘Ramón Piñeiro’, intercambios académicos, visitas de intelectuales amigos: Luis G. Tosar, Xavier Alcalá, Xan Pérez Leira, Xosé María Palmeiro, Fernando Amarelo de Castro, Luis Alonso Girgado, el propio y controvertido Manuel Fraga Iribarne, a quien nuestra Universidad del Santiago “de acá” le otorgara el doctorado honoris causa en junio del año 2000. Fraga nos dio entonces un caluroso espaldarazo al Programa, por encima de banderías y posiciones ideológicas, más allá de mis públicas críticas a su política en la dirección de la Xunta y de la militancia que ostento en el BNG (¡a mucha honra!).
Hasta junio de 2005 fueron siete años de estrecha colaboración y decidido apoyo de las autoridades de la Xunta al esfuerzo por difundir y profundizar el conocimiento de la lengua, la historia, las tradiciones y la cultura viva de Galicia, norte y meollo de nuestros afanes galleguistas, heredados aquí, en el fin del mundo, como hijos agradecidos y orgullosos de la estirpe migratoria, una pasión –como decía mi padre– sin soldada ni peculio…
Vinieron las elecciones autonómicas y entregamos nuestro voto y sufragio, como siempre, a las fuerzas políticas de la izquierda –o de lo que tratamos de entender por Izquierda–, fieles también a ese republicanismo que alumbraban Ramón Suárez Picallo, Eduardo Blanco-Amor y, sobre todo –sí, padre, sí, no lo olvido– Alfonso Daniel Rodríguez Castelao… Vivíamos una doble esperanza en el propósito de fortalecer nuestra tarea y recabar apoyos aún más decididos y basados en ardientes compromisos verbales y promesas lanzadas a todos los confines de la Rosa de los Vientos por nuestros compañeiros progresistas que iban a sustituir una (sic) “política caciquil y seudo galleguista con la emigración y la lengua vernácula”… Quedamos al borde de la jubilosa exaltación, gaitas y pandeiros por medio…
Pero, ni siquiera se cumpliría la maquiavélica receta del Gatopardo: “cambiar, cambiar, para que todo permanezca igual”; nada de eso, porque fue peor. Dejaron de venir personeros de la Xunta e intelectuales gallegos, salvo las honrosísimas excepciones de artistas que cruzaron el charco por iniciativa propia, como el amigo poeta Xulio L. Valcárcel y el cantautor Amancio Prada… Algunos funcionarios “anunciaron visita”, pero nunca cruzaron la mole ciclópea de Los Andes, aunque veíamos fotos del compañeiro Touriño en los agasajos de Buenos Aires… En cuanto a las promesas de mejores tiempos, ellas se tradujeron en el recorte presupuestario de un 34% del aporte institucional de la Xunta a nuestro Centro de Estudios, aplicado taxativa y arbitrariamente a partir del 1 de enero de 2007, merced al eficiente “cometido funcionario” que suele oponer trabas a los carriles culturales, “aquí y en la quebrada del ají”, como reza el dicho popular chileno.
Entre otras ilusiones que nos habíamos hecho estaba la de articular un viaje a nuestra Terra Nai, con un grupo dilecto de alumnos, para que conocieran la patria de Rosalía y se empaparan del agua viva de su cultura milenaria, en el cerne ancestral de Compostela; sería un digno corolario –nos dijimos– para una década de soños e labouras… Quizá aprovecharíamos la presentación en Sada, el 29 de mayo reciente, de ‘La Feria del Mundo’, ópera magna del prolífico galleguista universal, Ramón Suárez Picallo, libro editado magníficamente por el Consello de Cultura Galega, fruto de siete años de pescudas y arduas recopilaciones e ingentes análisis… Como el tiempo sigue volando a la velocidad de la luz, pospusimos el proyecto, a la Secretaría Xeral de Política Lingüística, para fines de julio de 2008, en espera de una respuesta oficial, ya que las “amistosas” huelgan por su ausencia…
¡Ingenuos e ilusos que somos! Del otro lado del mar sólo escuchamos, hasta ahora, el silencio ominoso que repta por el laberinto gris de San Caetano. Al menos los viejos ‘caciques’ del PP cogían el teléfono y nos hablaban en palabras inteligibles…
¡Ay, Galiza, qué poco parecen quererte algunos de tus hijos!