Opinión

Anécdotas de fútbol

A Michel, a Eugenio y Benjamín López Moure La primera ocurrió en la década de 1950’. Fuimos con Cándido Pai al Estadio Nacional. (No recuerdo bien quienes, pero le acompañábamos mi amigo Juan Ramón, Pepe García, mis hermanos Eugenio y Mario, no sé si Juan Luis...) Nuestro padre iba con su chaqueta de gamuza, boina negra, la bota de cuero en bandolera y un morral con las vituallas de rigor...
A Michel, a Eugenio y Benjamín López Moure
 
La primera ocurrió en la década de 1950’. Fuimos con Cándido Pai al Estadio Nacional. (No recuerdo bien quienes, pero le acompañábamos mi amigo Juan Ramón, Pepe García, mis hermanos Eugenio y Mario, no sé si Juan Luis...) Nuestro padre iba con su chaqueta de gamuza, boina negra, la bota de cuero en bandolera y un morral con las vituallas de rigor... En aquel tiempo no existían las ‘barras bravas’ y los delincuentes no presumían de ‘deportistas’. Jugaban el Colo Colo contra la Unión Española. El Colo iba en la punta –como ha sido habitual durante tantos años–, pero en aquel entonces la Unión oficiaba de ‘chuncho’ del equipo seudo mapuche, y solía propinarle impensadas palizas en el césped...
No logramos ubicarnos en galería, en la zona de hinchas hispanos y tuvimos que arreglárnoslas en las graderías colocolinas, lo que no era en aquellos días un riesgo de muerte. Sería el mes de abril, hacía calor. Cándido se despojó de la chaqueta y de la boina. Comenzamos a escuchar las consabidas ‘tallas’: –“Coño, te equivocaste de barra”; –“Pelao, ponte la boina que no dejai ver con el brillo...”, y otras de parecido jaez que no alteraron al gallego...
Los albos abrieron la cuenta, al promediar el primer tiempo y los equipos se fueron al descanso con ese marcador. Pero en la segunda fracción, la ‘furia roja’ se hizo sentir. El centro delantero Carranza, un argentino desconocido que venía de Banfield, marcó cuatro golazos, llevándose por delante a la defensa alba a punta de hábiles cachañas (1).
Faltando cinco minutos para el término de la contienda, arreciaron los denuestos colocolinos contra nuestro pequeño grupo de infiltrados... Una cáscara de naranja dio contra la calva de Cándido. Eugenio había ‘cachado’ al infractor y nuestro padre lo desafió. El tipo subió las escalinatas y debió bajarlas muy rápido, después de un par de certeros bofetones. Subieron dos o tres de sus compañeros. Nos preparamos para un combate desigual, pero la gresca no pasó a mayores (¡Oh, qué tiempos aquellos!).
Concluido el match, nos sentamos con los iracundos colocolinos, que dieron cuenta de los emparedados y del resto del vino, apurando la bota con impericia, manchando de granate sus albas camisas, felices y ecuménicos... No hay mejor paz ni más amplia democracia que las que provoca un buen condumio.
La segunda fue en 1972 o 1973 (que Mario y Juan Luis me corrijan). Se jugaba la final del campeonato, cuando no había play offs ni otros enredos más o menos corruptos de los ‘cerebros’ de la ANFP (Asociación Nacional de Fútbol Profesional). El certamen se desarrollaba en dos ruedas, todos contra todos y sin arreglos “por secretaría” ni acomodos arbitrales.
No pudimos ir al estadio en esa ocasión, pero vimos el partido en casa, por la modesta tele, familiar y blanquinegra. Cándido había provisto una buena mesa con pan negro, aceitunas, queso y jamón serrano, y unas cuantas botellas de glorioso tinto, por supuesto. La fiesta iba a ser roja, como el mosto...
Se enfrentaban la Unión Española y Colo Colo, en reunión nocturna, Estadio Nacional. La Unión llevaba un punto de ventaja y le bastaba el empate para alcanzar el título. El coliseo de Ñuñoa estaba henchido por ochenta mil entusiastas. Antes de los veinte minutos, la Unión se puso en ventaja con gol del paraguayo Zárate (uno de los mejores ‘9’ que haya pisado canchas chilenas). El Colo necesitaba dos goles y la cosa se le veía difícil, porque la defensa hispana parecía impenetrable... A los 40’, en un certero contragolpe, empataron los albos, con gol de Elson Beiruth (brasileño, para los que piensen que era palestino de Al Fatah)... La Unión seguía con la primera chance, pero en el minuto 47, cuando tremolaban las rojas banderas (no las del PC, si me dispensan), Elson Beiruth emprendió vertiginosa carrera por la banda izquierda y, a la entrada del área, mandó un zurdazo impresionante que se coló, mordiendo el poste derecho. ¡Colo Colo era campeón!
Para mayor desgracia, no vimos el gol, porque en el momento de producirse el legendario chute, un gordo espaldudo tapó la cámara de televisión. Cándido se levantó de la silla, hundiendo de un puñetazo el interruptor de la luz, lo que produjo un momentáneo cortocircuito y las lamentaciones de mamá...
Al día siguiente, todos los titulares elogiaban al más grande equipo de la historia futbolística de Chile. En las consabidas crónicas se afirmaba que el gordo que había velado a los televidentes el mejor gol del campeonato, era Mario Palestro, el popular diputado socialista de San Miguel. Ahí me convencería que los momios no respetan ni el deporte, y todo lo mezclan con la sucia política... Si no, que lo refuten los hinchas del Real Madrid y del Barcelona.
Concluyo feliz estas notas. La Unión acaba de ganarle a Colo Colo por 5 goles a 2. Como afirmara Toynbee, “la historia es cíclica”. Compañeros, recuerden a Nicanor Parra: “la izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”.
Que así sea. ¡Volveremos!

(1) Cachaña: pequeño pájaro de hábitos rastreros que habita en la pampa argentina. Es conocido por sus rápidas y zigzagueantes carreras a ras de piso. En jerga futbolística, los argentinos emplean “cachaña” por la forma inglesa “dribling”. Ambas acepciones equivalen a la habilidad para desplazarse con la pelota, esquivando rivales.