Opinión

Eurasianismo

En diversos círculos políticos y académicos europeos está comenzando a observarse una revitalización de la concepción geopolítica euroasiática. El factor principal tiene que ver con los recientes acercamientos entre Rusia y Turquía, que obviamente suponen un desafío para la geopolítica atlantista. El caso turco es más significativo por ser miembro activo de la OTAN.
La revitalización de la geopolítica ‘eurasianista’ tiene necesariamente su mentor. Éste es el analista ruso Alexander Dugin, autor de la denominada “cuarta teoría política”, una nueva concepción tras el liberalismo, el marxismo y el fascismo. Dugin, figura visible del think tank ruso Katehon, parece ejercer una notable influencia en la política exterior de Vladimir Putin.
Pero no es sólo el ala rusa la que impulsa esta teoría eurasianista. En Turquía, diversos think tanks comienzan a adherirse a la idea, que a muchos recuerda ciertos visos de renacimiento del ‘panturianismo’ turco, la búsqueda de ese mundo túrquico establecido en el espacio euroasiático entre el Cáucaso y Asia Central. Precisamente, dentro de este espacio centroasiático, Kazajstán ha sido desde mediados de la década de 1990 uno de los precursores de la geopolítica euroasiática, principalmente a través de sus acercamientos hacia Rusia y China.
El momento clave para determinar la efectividad de esta visión eurasianista fue la puesta en marcha por parte de Putin de la Unión Euroasiática a partir de 2011. No ha tenido los efectos esperados, particularmente por el impulso de las propuestas de integración chinas (Rutas de la Seda). Pero sigue manteniendo su presencia. 
Con todo, el paulatino realineamiento de los ejes geopolíticos a nivel global le está dando ciertos espacios de actuación a esta concepción eurasianista. Rusia y Turquía lideran este eje que está ampliándose hacia China e Irán, e incluso en la actual crisis de Qatar con Arabia Saudita. 
Si el eje gravitacional del poder global se está desplazando desde el Atlántico hacia el sureste asiático, la idea de Eurasia quiere igualmente consolidarse en la nueva cartografía del poder global. Incluso, los efectos ya se dejan sentir dentro del eje atlantista. Es cada vez más notorio que desde el Brexit y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el eje atlantista se está fracturando en un eje anglosajón Washington-Londres que deja a Europa a distancia.
Como ha sucedido en ocasiones anteriores, la idea eurasianista no deja de tener efectos imprevisibles. Todo dependerá de los pulsos y del juego de influencias que Rusia, Occidente, Turquía, Irán y China logren llevar a cabo. En todo caso, su apuesta ya está aquí, y tiene cartas importantes en este póker geopolítico.