Opinión

El turismo contamina y mata

El turismo contamina y mata

Las cifras lo ratifican... al Estado español van cada vez más turistas. Podemos discutir las cifras, algunas de ellas, cientos de miles, son cruceristas en imponentes mamotretos tipo centro comercial que bajan cinco horas, se toman unas cervezas y se van. Es horroroso verlos. Las camisetas sin mangas, las bermudas, los collares y tatuajes, las chanclas. Son nuestros millones de turistas ‘low cost’, todo incluído.

Galicia y el Estado español llevan años hablando de apostar por una cosa que ellos llaman ‘turismo de calidad’ que, parafraseando al compositor Mozart en ‘Don Giovanni’ con respecto a la fidelidad de las mujeres, “todo el mundo dice que existe pero nadie lo ha visto”. La ‘calidad del turismo’ se mide por la capacidad de gasto y su gasto real. La realidad es que los millones de turistas que llegan al Estado español vienen en paquetes completos (hotel más comida), en su autocaravana o en los cruceros en los que ponen sólo cinco horas el pie en tierra. Vienen porque la bebida y el sexo es barato en España (megafiestas en Salou, Ibiza, etc.), y ya no reparan en la calidad de la comida (infinitamente superior en cualquier sitio de Europa) o en la educación y la atención que se les brinda (horrorosa en las masificadas costas y restaurantes-chiringuitos españoles).

Otro tópico muy manido, desde los tiempos del dictador Francisco Franco Bahamonde y su ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne, es que el turismo es casi la panacea económica de los españoles pero sólo representa el 11 por ciento del PIB.

El Estado español recibió de la Unión Europea desde 1985 una media de 5.000 millones de euros anuales, es decir, mucho más que esos tan nombrados 60 millones de turistas anuales.

Este 2013 se espera recibir 45.000 millones de euros por ingresos directos e indirectos del turismo. Sin embargo, el empleo en el sector servicios se redujo el año pasado un 5,2 por ciento pues los turistas ‘low cost’ que nos invaden gastaron un 4,4 por ciento menos, alcanzando la irrisoria cifra de 110 euros diarios.

Las cifras y los hechos lo ratifican. Darse una vuelta por cualquiera de las ciudades turísticas del Estado español es como estar en Miami (Florida). Cientos de miles de turistas comiendo precocinados, en chanclas, camisetas y bermudas. El mobiliario de los servicios ofrecidos haciendo juego con este nuevo turismo que busca la ganga, que compra voluntades e impone gustos, malos gustos por cierto. Pero lo zafio, feo y barato se impone como aquel fantasma que recorría Europa.