Opinión

‘Temas’ y traducción de la ‘Regla de San Benito’

La Regla de San Benito presenta una distribución en 73 capítulos, en general breves y de índole legislativa, después del admirable “prólogo” de categoría sapiencial. A los lectores nos parecerá huérfana de coherencia, estrictamente convencional, incluso un tanto arbitraria.
‘Temas’ y traducción de la ‘Regla de San Benito’
La Regla de San Benito presenta una distribución en 73 capítulos, en general breves y de índole legislativa, después del admirable “prólogo” de categoría sapiencial. A los lectores nos parecerá huérfana de coherencia, estrictamente convencional, incluso un tanto arbitraria. No en vano, desde luego, a veces es preciso emplear bastante ingenio a fin de hallar cierta lógica en la sucesión de los diversos asuntos. Empero, si seguimos a un abad contemporáneo, acaso podríamos agavillar los capítulos de la Regla en seis ‘temas’ sustanciales.
El primero de ellos lo constituye ‘la comunidad y el abad’, el cual abarca los capítulos 1 al 3. El segundo ‘tema’ es la ‘doctrina del arte espiritual’, que comprende los capítulos del 4 al 7. El tercero, la ‘ordenación y espíritu de la oración’, capítulos 8 al 20. El cuarto, ‘organización interior del monasterio y de las actividades de los monjes’, capítulos 21 al 57. El quinto, ‘formación de la comunidad, discernimiento y proceso de integración de las vocaciones; elección de los responsables’, capítulos 58 al 65. Y, al cabo, el sexto ‘tema’ se refiere a las ‘relaciones de la comunidad con el mundo exterior y comunicación fraterna entre los monjes’, que podemos encontrar del capítulo 66 al 72. Conviene recordar que el capítulo 73 es a modo de epílogo, mediante el cual San Benito de Nursia –pleno de ejemplar humildad– relativiza el valor de su Regla, exhorta a cumplirla fielmente y, a la vez, convida a los monjes a ir más allá de sus exigencias adoptando por guía los libros inspirados por Dios en la Escritura y en aquellos textos que albergan la Tradición de los Santos.
“Existen muchos criterios para traducir un texto”, nos indica el monje benedictino García M. Colombás, en la ‘Introducción’ de la versión al castellano de la Regla de San Benito, Ediciones Monte Casino, Zamora, 1987, 2ª edición. Tópica es la frase de traduttore, traditore, al decir de los italianos, pues, en efecto, si bien todas las traducciones son igualmente respetables, ninguna de ellas resulta satisfactoria. Al frente de la Nueva Biblia Española, Luis Alfonso Schökel y Juan Mateos escriben con líneas de entusiasmo: “El lector español no tendrá que aprender un ‘castellano bíblico’ para leer y entender esta Biblia, sino que la leerá en castellano real, vivo, de nuestros días”. Y todo ello debido a haber aplicado sus traductores “de modo reflejo y sistemático, los principios formulados por la moderna lingüística y la nueva estilística, o deducidos de su práctica”. De tal manera que en la Nueva Biblia Española figuras como Isaías o Jeremías, Mateo o Juan o Pablo y todos los demás autores de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento nos hablan con la claridad, la propiedad y la espontaneidad de un castellano de hoy.
“La presente versión de la Regla de San Benito –señala García M. Colombás– pretende todo lo contrario. Salvando siempre la claridad y evitando el error de traducir literalmente todo, ha procurado conservar las características del texto original, en cuanto esto es posible”. El traductor se encuentra más cerca del texto latino, puesto que San Benito es un italiano del siglo VI. Él no escribió, por tanto, un latín “perfecto”, esto es, “clásico”, al estilo de Salustio o Cicerón. San Benito emplea la lengua propia de su tiempo: la correspondiente a la clase media y superior. Un texto monástico escrito para los cenobitas de la Antigüedad, sin propósito literario.