Opinión

Sánchez Aguilar y su ‘Ciento veintiuno para el XXI: madrileños’

“Madrid es un pueblo de dejar solos a sus propios hijos, a sus propios grandes hombres –escribió el gran Don Ramón Gómez de la Serna–. No se preocupa nadie de ellos. Viven perdidos”. Ciento veintiuno para el XXI: madrileños es el título de la obra del escritor, profesor y periodista Federico Sánchez Aguilar, publicada en Madrid e impresa en Vía Gráfica, Fuenlabrada, 2003.
Sánchez Aguilar y su ‘Ciento veintiuno para el XXI: madrileños’
“Madrid es un pueblo de dejar solos a sus propios hijos, a sus propios grandes hombres –escribió el gran Don Ramón Gómez de la Serna–. No se preocupa nadie de ellos. Viven perdidos”. Ciento veintiuno para el XXI: madrileños es el título de la obra del escritor, profesor y periodista Federico Sánchez Aguilar, publicada en Madrid e impresa en Vía Gráfica, Fuenlabrada, 2003. “A Don Ramón Sánchez Saráchaga, mi padre, que me transmitió su amor a todo lo castizo, y a cuantos se afanan por que, sin dejar de ser ‘rompeolas de todas las Españas’, Madrid conserve sus más entrañables esencias”, expone en la ‘Dedicatoria’ de su libro.
“Desde que en un documento firmado por Alfonso VII se mencionó por primera vez a Madrid ha llovido mucho. Fue en 1152 cuando el denominado ‘Emperador’, hizo donación al concejo de ‘los linderos que son y están entre Madrid y Segovia”, expresa Sánchez Aguilar en su ‘Prólogo’. Ésta no era sino una disposición en contra de los deseos de segovianos y habitantes de Ávila, quienes, entendiendo que esas tierras eran suyas, durante muchos años mantuvieron grandes litigios. Desde entonces el nombre de ‘Madrid’ puede leerse regularmente en códices y legajos hasta que Gonzalo Fernández de Oviedo por primera vez se refiere e la Villa bajo la perspectiva histórica en su libro Quincuágemas de los generosos y no menos famosos reyes, príncipes, duques, marqueses, condes, e caballeros, e personas notables de España.
Tras Fernández de Oviedo, dentro de los estudios matritenses, vendrían historiadores y cronistas desde López de Hoyos a Federico Sáinz de Robles. Mas fue José Álvarez Baena el primero que en 1790 en su Hijos ilustres de Madrid desgranó un conjunto de biografías acerca de madrileños sobresalientes. “Es un trabajo bien hecho y muy documentado”, escribe en sus palabras preliminares el que fuera alcalde de la Villa y Corte José María Álvarez del Manzano. “Conozco desde hace muchos años a Federico Sánchez Aguilar y por eso sé de sus plurales facetas. Académico de la Historia, especializado en temas hispanoamericanos, ha manejado todas las áreas de la información en los más diversos medios –continúa–. Castizo a carta cabal, tiene computado en su cabeza, junto a los más variados pasajes de la historia de Madrid, todo el acontecer del mundo del toreo y de la zarzuela. Sus grandes aficiones. Desde la introducción a la última biografía, tiene sones de organillo y aroma de madroños”.
Prolijamente alfabetizados, vamos conociendo las personalidades y avatares de Cayetana de Alba y de Leonardo Alenza, de Asenjo Barbieri y de María Teresa de Austria. Nos hallamos ante las figuras del Conde de Chinchón y del Conde de Lemos. Desfilan ante nuestra imaginación Claudio Coello, Leandro y Nicolás Fernández de Moratín, los generales Castaños y Torrijos. Y Ernesto Giménez Caballero y Ramón Gómez de la Serna. Asimismo María Guerrero y José Gutiérrez-Solana. Isabel II y Enrique Jardiel Poncela. Mariano José de Larra y Félix Lope de Vega. Gregorio Marañón y Ana Mariscal. Ramón de Mesonero Romanos y Federico Moreno Torroba. Agustín Moreto y Edgar Neville. José Ortega y Gasset, además de Francisco de Quevedo y Claudio Sánchez Albornoz. Y, ¿cómo no?, Santa María Micaela, Francisco Silvela, Arturo Soria y Tirso de Molina. Y Ricardo de la Vega…
Bautizado en la Capilla del Obispo, el madrileñísimo Federico Sánchez Aguilar creció en la Cava Baja y fue fiel a la Historia.