Opinión

Reales

La llamada clase política española (la que tiene conciencia de clase, de su clase política, frente a otras clases inferiores ante las que niegan que exista la lucha de clases) ha encontrado un nuevo motivo de discusión en la última jugada del rey de este país, al que ahora se le ha dado por una suerte de filantropía aparente y realiza constantes entrevistas con representantes del mundo de la empresa y los grandes sindicatos (en España,
La llamada clase política española (la que tiene conciencia de clase, de su clase política, frente a otras clases inferiores ante las que niegan que exista la lucha de clases) ha encontrado un nuevo motivo de discusión en la última jugada del rey de este país, al que ahora se le ha dado por una suerte de filantropía aparente y realiza constantes entrevistas con representantes del mundo de la empresa y los grandes sindicatos (en España, para ser grande, tienes que tener unas tragaderas y una incoherencia de aúpa; es lo que se llama ‘gente de consenso’) con la presunta finalidad de animarles a que atajen la crisis económica. Hay que decir, de entrada, que el rey no le va a sugerir a nadie que altere las reglas del capitalismo, y que este entretenimiento periodístico de los últimos días no va a cambiar en nada las desgracias diarias de los españoles que con sus impuestos pagan el yate del rey, que va a seguir viviendo como un pachá por mucho que diga que se preocupa. Pero no le falta razón a este señor porque se ha tomado en serio esa atribución que le define como Jefe del Estado. Esto sucede por la cantidad de disparates jurídicos y morales que hay que bendecir en este país para encajar una monarquía en una democracia, un proceso acompañado de una enorme presión pedagógica que permite asumir esta locura de ver a mis compatriotas llamarse, a la vez, hombres libres y súbditos.