Opinión

Las protestas de Mad Max

España era igual de corrupta hace veinte o treinta años. El franquismo no sólo se ocupó de fusilar y torturar sino que planificó una economía desastrosa, impulsó el engaño del ladrillo, censuró la creatividad industrial, fomentó la subvención y el paternalismo sobre los emprendedores y dio cobijo a ilustres familias de especuladores y rentistas antes que dinamizadores de una economía más competitiva con
Las protestas de Mad Max
España era igual de corrupta hace veinte o treinta años. El franquismo no sólo se ocupó de fusilar y torturar sino que planificó una economía desastrosa, impulsó el engaño del ladrillo, censuró la creatividad industrial, fomentó la subvención y el paternalismo sobre los emprendedores y dio cobijo a ilustres familias de especuladores y rentistas antes que dinamizadores de una economía más competitiva con el mundo. Por eso no me creo mucho que las protestas de estas semanas se dirijan directamente al bipartidismo corrupto del PPSOE. Esto no es un dato nuevo, hace años que se conoce y genera la misma molestia en un mismo y minoritario sector de la población que durante las últimas décadas. Mi opinión es que las instituciones de la llamada izquierda real –sindicatos, partidos políticos, etc.– se han ido escorando a la derecha a un ritmo proporcional al del resto de partidos y organizaciones de Europa y Estados Unidos. Las bases de esos grupos de izquierda ‘real’ se han quedado absolutamente abandonados por sus acomodados dirigentes. Las bases que hoy están en la calle habrían sido aglutinadas en su mayor parte por fuerzas como Izquierda Unida o grandes sindicatos, pero hoy estas personas reivindicativas no quieren ni verlos. La llamada de atención es a ellos; a los otros ya los daban por perdidos. Los jóvenes que protestan se han sentido como esos protagonistas de Mad Max que no tienen instituciones en las que refugiarse y se ven como islas en un mundo apocalíptico.