Opinión

El cumpleaños de doña Balbina

En la esquina la barra del ‘Rover’ anda a vueltas con el tema de la salud y de las dietas para vivir sin enfermedades. Que si nos cuidamos vivimos más, que si comemos mucha carne, que si el clima influye. Los muchachos quieren hablar con Raquel –una vecina de Quesada y General Flores– la hija de una emigrante gallega que dentro de poquito cumplirá 105 años.
El cumpleaños de doña Balbina
En la esquina la barra del ‘Rover’ anda a vueltas con el tema de la salud y de las dietas para vivir sin enfermedades. Que si nos cuidamos vivimos más, que si comemos mucha carne, que si el clima influye. Los muchachos quieren hablar con Raquel –una vecina de Quesada y General Flores– la hija de una emigrante gallega que dentro de poquito cumplirá 105 años. Se trata de preguntar por el secreto de llegar a centenaria con una salud más que aceptable.
– Mirá, che...estoy bastante cansado de las boludeces de las dietas milagrosas. Cada vez hay más jodedores que hacen guita vendiendo placebos. No los banco más. Hay que ser gil para creerse el cuento de que con una zanahoria por día te curás todo y prevenís los infartos.
– Es cierto, querido Pocho, tenemos muchos chantas que engañan a la gente pero cada uno de nosotros debería concienciarse de alimentarse un poco más sano. Los mentirosos proliferan porque tienen un público egoísta que busca la eterna juventud en un tarro de crema llamada anti-edad. Ahora resulta que somos ganadores si compramos una pichicata que nos hace ganadores a los 70 años. Es un problema interior, son infelices, que no se resuelve con ningún producto por más mágico que sea.
– A mí me parece que el no abusar del morfe, ayuda. Si te tomás una grapita una vez por semana es casi una medicina pero si le metés tres por día acabás con el hígado hecho bolsa. A lo mejor el vivir más y mejor está en relación directa con la moderación. Claro que yo no lo cumplo porque en el verano al volver del laburo me bajo de un saque medio litro de cerveza.
– Lo que decís, Tito, es razonable aunque cumplirlo es otra cosa. Somos en general poco disciplinados. Hablaré con Raquel para ver cuando nos podemos acercar a saludar a su madre. A ver si charlando con doña Balbina descubrimos el secreto que le permitió llegar a 105 años. Le tengo que avisar con tiempo porque nuestra vecina gallega es muy coqueta y quiere estar peinada y con una blusa blanca para recibir a las visitas.
– Nosotros lo acompañamos encantados, don José. Pienso que no debemos ir con las manos vacías. El tema es saber que podemos llevarle. Quizás lo mejor sea preguntarle a la hija.
– Coincido contigo, Pocho. Vamos a pensar en algún recuerdo, un detalle que a la vez sea un homenaje a la emigrante gallega que vive en nuestro barrio. Se me ocurre contactar con el responsable de Emigración de la Xunta de Galicia para pedirle se acerque a Montevideo el sábado 15 de octubre. Creo es un acontecimiento que merece una especial celebración.
– Lo de escribir a las autoridades gallegas me parece bien pero opino que los gallegos de acá deberían de organizar un acto de celebración para soplar todos juntos las 105 velitas de la torta de doña Balbina. Yo puedo hablar con don Pena que es el presidente del Centro Bergantiños de la avenida Millán. Tengo entendido que Bergantiños es la comarca natal de nuestra vecina emigrante. Espero que Walter se acuerde de mí porque pasaron muchos desde que estuve en el cumpleaños de ‘15’ de su hija en compañía del Flaco Izaurralde. Se acordarán de que el Flaco vivía en aquellos tiempos en la calle Domingo Ordoñana, a una cuadra escasa de la casa de Pena.
– Bien, Tito, bien... estás hecho un campeón. Hablá con el señor Pena. Si su respuesta es positiva yo le pediré a Cristina Fernández y a Washington Carrasco –ustedes saben que son muy piolas– que el sábado 15 canten una canción en gallego después de apagar las velitas. Al llamar a Cristina aprovecharé para comentarle, si lo considera pertinente, que me haga el favor especial de contactar con nuestra primera dama para informarle del cumpleaños. Se imaginan lo emotivo que sería que doña Lucía –que es heredera de sangre gallega por vía materna– visite a una mujer emigrante que desembarcó en la orilla montevideana en noviembre de 1928.