Opinión

Carta abierta a las instituciones gallegas

Jorge Prelorán, el documentalista argentino, falleció en la madrugada del sábado 28 de marzo en su casa de Los Ángeles, Estados Unidos. Allí residía desde 1976. Prelorán no sólo fue un hombre brillante sino un ser generoso, ético, desprendido. Un hombre cuya amistad me honró. Creo que llegó el momento, entonces, de señalar algunas cosas.
Carta abierta a las instituciones gallegas
Jorge Prelorán, el documentalista argentino, falleció en la madrugada del sábado 28 de marzo en su casa de Los Ángeles, Estados Unidos. Allí residía desde 1976. Prelorán no sólo fue un hombre brillante sino un ser generoso, ético, desprendido. Un hombre cuya amistad me honró. Creo que llegó el momento, entonces, de señalar algunas cosas.
Hace cinco años me propuso hacer, de manera conjunta, un libro etnobiográfico sobre Castelao. (Recordemos –para los sórdidamente expertos en escritorios– que en 1980 filmó Castelao con guión de Antonio Pérez Prado.) Estudiamos y analizamos cada paso, lo escuché con atención, nos reunimos en varias oportunidades y comenzamos a trabajar. Nos hablábamos por teléfono, nos comunicábamos por correo electrónico y cuando venía al país nos encontrábamos. Días plenos de lucidez y emoción a su lado. El libro avanzó y mucho. Necesitábamos datos. Yo le había anticipado, a este ser noble y pleno de ingenuidad, el carácter del gallego, de su cazurrería ancestral. Pensaba que era una exageración de mi parte. Pues bien escribimos, cada uno por su lado, a numerosas instituciones, explicando el proyecto, dando nuestros antecedentes. Que necesitábamos viajar, que una parte la pagaríamos nosotros, etc. Nadie jamás nos respondió. Nadie. Un sólo personaje, profesor e historiador en Compostela lo hizo. Me dijo, entre otras delicias, que “yo no sabía nada de Castelao y que no era historiador”. Este triste cortesano, no vale la pena recordar su nombre, que pasea su soberbia y pedantería cada tanto por las calles de este desdichado territorio, no entendió ni entenderá jamás que era un libro etnobiográfico. Y, además, que sería el primero en realizarse en torno a Castelao. Me faltaba muy poco, buscaba unas cartas. Conseguidas éstas el libro, por mi parte, lo daba por terminado. Allí quedó hace más de dos años.
A las instituciones les agrada comer pantagruelicamente los días del santo patrono, juntar votos, contar cartos. Y prometer a unos lo que harán de manera radicalmente opuesta al día siguiente. Y son felices, y no les va mal.
Creo que es importante recordar estos hechos. Todo es demasiado grotesco: este país, nuestros gobiernos, la pechera almidonada, la mediocridad de los mezquinos y enanos mentales. Dirán notorio y lamentable deceso. Y tendrán un aspecto presentable.
Hace años que paulatinamente me voy alejando de las postales, de los pactos y los engaños. Tardé excesivo tiempo, es verdad. Pero este 28 de marzo me di cuenta en verdad que nada quiero ni necesito de estos señores. La imbecilidad, las dentaduras postizas y la mierda me hacen mal al hígado. Me quedan, como siempre, tres amigos del alma. El resto forma parte de la burocracia que chapotea entre el epitalamio y la hipérbole.