Opinión

‘La Agenda de las Mujeres’ y el activismo por la Paz

“Esta Agenda es un reconocimiento a la historia de las mujeres trabajando por la paz que es tan larga como la historia del mundo. Mi agradecimiento para Raquel Martín Sánchez, que en el año 2008 dio una hermosa conferencia en la ‘Fundación Entredós’ que despertó mi curiosidad para seguir investigando.
‘La Agenda de las Mujeres’ y el activismo por la Paz
“Esta Agenda es un reconocimiento a la historia de las mujeres trabajando por la paz que es tan larga como la historia del mundo. Mi agradecimiento para Raquel Martín Sánchez, que en el año 2008 dio una hermosa conferencia en la ‘Fundación Entredós’ que despertó mi curiosidad para seguir investigando. También mi agradecimiento a Carmen Magallón Portolés, a ‘Mujeres de Negro’ de Madrid y a la ‘Fundación Cultura de Paz”. Así leemos en el libro La Agenda de las Mujeres (Activistas por la Paz), edición ‘Horas y Horas’, Madrid, 2011. Con ideas, notaciones y “divagues”: las “moiras” y textos a cargo de Elena Lasheras Pérez, nos recuerda el “No a la guerra”, el “Otro Mundo es posible” y “Un mundo donde quepan todos los mundos”. “Hay épocas en la vida de una mujer en que su extrañeza ante lo que sucede en el mundo la deja perdida en una búsqueda sin fin”, escribe Elena Lasheras al frente del bellísimo y seductor libro, ilustrado con espléndidos y sugerentes dibujos.
En cuanto a los “Orígenes” de “las mujeres y la paz” podemos remontarnos a las guerras del Peloponeso de Grecia, cuando en las comedias de Aristófanes tituladas Asamblea de Mujeres y Lisístrata leemos con singular sentido del humor cómo las mujeres logran forzar a los hombres a firmar la paz, negándose a sostener relaciones sexuales con ellos. Evoquemos asimismo la célebre leyenda acerca de la génesis de Roma contada por el historiador Tito Livio. Una ciudad llena de hombres que Rómulo fundara y que muy pronto habría de exigir mujeres: la narración del “rapto de las sabinas”. Tampoco olvidemos la aleccionadora historia de las matronas romanas Veturia y su nuera Volumnia ante el asedio emprendido por Cayo Marcio Cirolano –hijo de Veturia– a la ciudad de Roma, cuando, según nos relata también Tito Livio, finaliza la república en el siglo I. Una de varias historias de suegra y nuera en que ambas se relacionan con amor y auténtica solidaridad, pese a la obcecación masculina en presentarnos esta vinculación familiar como enemiga.
¿Quién sería capaz de no rendirse a la admirable evidencia ante la actitud de Jogelun, madre de Gengis Kan, al comprobar el enfrentamiento de dos de sus hijos? A ellos se dirige así: “Mirad bien, de estos pechos mamasteis. Lobos sois que mordisteis ya la placenta y cortasteis el cordón umbilical… Y tú piensas: ‘Aplastaré al enemigo’. Y no ves que es tu hermano Hasar”. En  el siglo VI d.C. Radegunda –una de las cuatro esposas de Clotario I; las otras fueron Chunsina, Ingonda y Amegonda– tuvo una vida marcada por hechos violentos. Llegó a la corte franca como botín de guerra del rey Clotario, su futuro esposo, conquistador de Turingia. Tras seis años después de haber sido casada, determinó retirarse y vender todas sus joyas con el fin de fundar el Monasterio de Santa María de Poitiers, donde mandó construir un gran hospital y llevó a término diferentes acciones en beneficio de la paz. Una monjita, compañera de su comunidad, llamada Baudonivia, nos legó imperecedero testimonio de su amorosa conducta.
A la memoria acudimos rememorando a figuras como Isabel de Aragón y Berenguela I de Castilla. A Julia Ward, quien en 1870 proclamó el ‘Día de las Madres’. A Virginia Woolf y a la malagueña filósofa María Zambrano. A Irena Sendler y a Marcela Lagarde de los Ríos. A la pintora chilena Beatriz Aurora y a la alemana Kathe Kollwitz y a la argentina Mercedes Sosa.