Opinión

Afinidades afectivas

En esa hora nona, cuando el entretiempo de la vida nos va cobijando con sus ruanas, vienen a nuestro encuentro ramalazos evocados de saudade, mientras el otoño añejo se levanta entre los sembradíos con la serenidad de quien mira ya sin encono los momentos hermosos de la existencia ida.Hemos amado y, en reciprocidad, fuimos rociados con hierbas balsámicas que ayuda a calmar las vehemencias exaltadas.
En esa hora nona, cuando el entretiempo de la vida nos va cobijando con sus ruanas, vienen a nuestro encuentro ramalazos evocados de saudade, mientras el otoño añejo se levanta entre los sembradíos con la serenidad de quien mira ya sin encono los momentos hermosos de la existencia ida.
Hemos amado y, en reciprocidad, fuimos rociados con hierbas balsámicas que ayuda a calmar las vehemencias exaltadas.
Si del duendecillo lanzador de dardos se trata, nos sustentamos sobre lo que han dicho los trovadores-poetas, y así, en cada verso, germina el fruto de las palabras retoñadas en un alma fogosa. En el frasco de esa lavanda dulcificada, hay un largo e interminable inventario.
Bo Juyi: “Tú y yo envejeceremos y quedará una cosa intacta: el placer de las charlas y el tiempo que pasamos juntos los dos”.
Fernando Pessoa: “Todas las cartas de amor son ridículas, no serían cartas de amor si no fueran ridículas”. Constantino Kavafis: “Nuestros cuerpos se hablaron y se buscaron; nuestra sangre y nuestra piel comprendieron”.
Pablo Neruda: “En noches como ésta la tuve entre mis brazos, la besé tantas veces bajo el cielo infinito”.
Juan Ramón Jiménez: “En el balcón, un instante nos quedamos solos. Desde la dulce mañana de aquel día, éramos novios”.
Ángel González: “Son las gaviotas, amor. Las lentas, altas gaviotas”. Y así, centenas de poetas leales al céfiro de las afinidades afectivas, siguen galanteando en los subterráneos ardorosos del deseo.
Si lo real desapareciera, en el espacio infinito existirían pequeñísimas partículas recubiertas de la esencia primogénita con la que Dios hizo al ser humano: briznas de amor.
Es creencia que el amado y la amada se unirán un día más allá de las constelaciones, para seguir transitando sobre los senderos en que el recato se vuelve sensualidad revestida de sémola.
Con frecuencia nos perdemos por vericuetos lóbregos cuando tenemos esa ráfaga a las puertas de nuestro corazón, anidando entre las dobleces desamarradas del espíritu.
Se ama, y uno a fe cierta ignora su fundamento; es un tumulto creciendo cual bejuco en las ramificaciones del deseo adormecido. En medio algo certero: la ternura hacia otra persona nos hace libres, y por ella existimos más allá de la nieve cuajada y la candela encendida.
Al escribidor de estas croniquillas matizadas al alba de cada madrugada en la vereda recóndita, le es fácil garrapatear sobre ese atrevimiento ardoroso: las llagas ardientes taladrando su piel.