Galicia cuenta con más de 300 cascadas que ahora la Xunta pone en valor con la creación de un nuevo producto turístico

‘Fervenzas’, lugares mágicos donde experimentar una especial conexión con la naturaleza

Entre bosques y matorrales y también entre espacios rocosos, por el territorio gallego discurren más de 300 cascadas, conocidas como ‘fervenzas’, que contribuyen a poner en valor la riqueza hídrica de una comunidad autónoma que tiene en el agua uno de sus principales bienes. Bañada por dos mares, así como por innumerables ríos, afluentes, riachuelos, arroyos y regatos, Galicia se sirve de su abundante léxico para referirse a los saltos de agua que originan las pendientes por las que transcurren los ríos. 
‘Fervenzas’, lugares mágicos donde experimentar una especial conexión con la naturaleza
Fervenza Ribasieira
Una mujer contempla la cascada de Ribasieira, en Porto do Son.

A la denominación más común, ‘fervenza’, se añade la de ‘pincheiras’, ‘casoiros’, ‘cachoeiras’ o ‘ruxidoras’, este último término, atendiendo al ruido que sus aguas hacen al caer sobre pozas o balsas que invitan al baño, sobre todo en el periodo estival. En Galicia son más de 300 y ahora son más accesibles con el nuevo producto turístico Fervenzas de Galicia, creado por la Xunta a través de Turismo de Galicia.

Cascadas grandes o pequeñas se distribuyen por las cuatro provincias, siendo la de Ézaro, en Dumbría (A Coruña), de las más espectaculares y, por tanto, de las más visitadas. Conocida como la ‘fervenza’ del Río Xallas, es famosa por ser este el único río de Europa que desemboca en el mar en forma de cascada, ofreciendo al visitante un espectáculo de agua y luz indescriptible, especialmente en el atardecer de los meses de verano.

Entre las más conocidas destacan también la ‘fervenza’ del río Toxa, en Silleda, con una caída vertical de más de 30 metros, y la de Cidadella, en Villardevós, en la frontera con Portugal, con saltos que superan incluso esa altura. La primera se puede contemplar desde los miradores del Toxa y llegar a su corazón descendiendo entre castaños, robles, alcornoques o laureles. La segunda, que se forma con el recorrido del río Regueiro do Reboral o Regueiro do Pontón, se enfrenta a su paso por Lombo de Mendoza con un descenso duro del terreno de unos 50 metros de desnivel que da lugar a unos espectaculares saltos de más de 30 metros de verticalidad.

Mención especial requieren también las ‘ruxidoras’ de Tourón, en Melón (Ourense), que son obra del río Cerves, un afluente del Miño que deja a su paso por el municipio ourensano cascadas y pozas (aptas para el baño) que salvan en tres grupos un desnivel de unos 120 metros.

Así mismo, el espectáculo que ofrece la cascada de Vieiros, en la sierra de O Courel, bien merece ser visitada. Con un salto de agua de 34 metros –uno de los más altos del territorio–, a ella se accede por un terreno poblado de castaños.

En plena Ribeira Sacra, sobresale la ‘pincheira’ de Augacaída, en Pantón (Lugo), una de las más desconocidas, tal vez por la dificultad de su acceso, que ha sido acondicionado y actualmente cuenta con escaleras y pasarelas de madera, así como con un balcón, que permite disfrutar de una envidiable panorámica sobre los 40 metros de salto de agua que forma esta cascada. 

Espectacular también, aunque con un considerable menor desnivel –seis metros– se muestra la fervenza do río Castro, en Naraío-Muxía (A Coruña), cuyo sendero discurre por un bosque poblado de helechos, pinos y eucaliptos. Cuentan que en otros tiempos hubo en esta ‘fervenza’ un monstruo al que cada cierto tiempo había que alimentar, descolgando desde las peñas una cabra o una oveja. La leyenda concluye asegurando que solo volvía la cuerda, lo que acrecentaba su veracidad.

En San Paio, Carballo, comarca de Bergantiños, en A Coruña, la naturaleza deja al descubierto la caída del Rego Grande –producto de la unión de los regatos Rego Outón y Rego Calvos–, que salva un desnivel de unos 50 metros en tres saltos, lo que constituye igualmente todo un espectáculo para el visitante que se acerca al lugar.

Las rías de Muros y Noia acogen en la parroquia de San Xusto (concello de Lousame) la Fervenza Secreta, conocida también como ‘fervenza’ de San Xusto. Dejándose llevar por el transcurso del río Tambre, afluente del río Xusto, y siguiendo un sendero entre helechos, robles, alisos y laureles, se llega al punto deseado, un lugar desconocido, rodeado de naturaleza, que proporciona al viajero la paz que se respira en la zona.

Otra de las que impresiona es la cascada de Belelle, cerca de Ferrol, de 45 metros de altura, que se obtiene del río de nombre homónimo, que nace en las Fragas do Eume. Rodeada de robles y castaños, la cascada de Belelle es un paraíso en medio de la naturaleza. La leyenda en este caso habla de la gran serpiente que, con pequeñas alas que no le permiten volar, pretende bajar hacia el mar nadando por el río. Los vecinos colocan en el lecho unos palos aguzados en los que se clava la serpiente, que muere entre grandes dolores.

Leyendas a un lado, las más de 300 cascadas registradas en Galicia están rodeadas de paisajes por los que discurren bosques de robles, castaños, abedules, laureles, fresnos, árboles frutales o silvestres como pensados para prendar de la magia del color y de los sonidos de la naturaleza quien se adentra en su interior.

Desde las más altas a las más ‘rebuldeiras’

La potencia visual de las cascadas, sus sonidos y juegos de luces y sombras, así como la humedad que en ellas se respira y la vegetación que en ella se esconde, las convierte en lugares mágicos donde experimentar una especial conexión con la naturaleza.

Aunque resulta difícil determinar el número exacto de ‘fervenzas’ que discurren por Galicia, se considera que son alrededor de 300 las que se pueden considerar más importantes. Estas se clasifican en 13 grupos, según la característica que mejor las define, como puede ser la altura, el caudal, la formación de pozas o la presencia de barrancos.

Así, entre las ‘altas y elegantes’ destacan la Fervenza do Arroio da Palanca, en Aranga (A Coruña), la Seimieira de Vilagocende, en A Fonsagrada (Lugo), la Fervenza de Santa Marta o das Hortas, en Arzúa/Touro (A Coruña).

Por sus ‘augas bailadeiras’, sobresalen Seimeira da Pena dos Portelos, en la Ribeira de Piquín (Lugo), la de O Rexedoiro, en Val do Dubra (A Coruña), Picheira de Portomao, en O Barco de Valdeorras (Ourense) y la de Os Casariños, en Fornelos de Montes (Pontevedra).

Con ‘auga abondo’ figura la Fervenza do Xestosa, en Ourol (Lugo), la de Belelle, en Neda (A Coruña), do Ézaro, en Dumbría (A Coruña), la de Vieiros, en Quiroga (Lugo) y la de Tourón, en Melón (Ourense).

Para los más atrevidos, señala las fervenzas de Redo da Portorosa, en Aranga (A Coruña), el Pozo da Grada, en Folsodo do Courel (Lugo), la de o Fondo da Petada y la de O Pombar, en Quiroga (Lugo).

Por sus caídas verticales se detallan el Pozo do Inferno, en Ortigueira (A Coruña), la de Santo Estevo do Ermo, en Barreiros (Lugo), la de Augacaída en Pantón (Lugo).

Entre las pequeñas pero apañadas están la de Naraío y la de San Xusto, en A Coruña.

Como pozas para bañarse están las de Ferida, en Viveiro (Lugo), o la de las Olas, en Lobios (Ourense).

Como la más gallega, destaca la del Muiño da Serra o de O Pereiro, en Boqueixón (A Coruña), y de las que discurren entre bosques aparece la de Somede, en As Pontes de García Rodríguez (A Coruña).

De entre las que van entre rocas y barrancos sobresale la de Escouridal, en Alfoz (Lugo), y de las que van por caminos, la fervenza de entrecruces, en Carballo (A Coruña). Entre las fuentes ‘rebuldeiras’, destacar la de A Noveira, en Mazaricos, en la provincia de A Coruña.

Más información en www.turismo.gal.