ANXO LUGILDE DENUNCIA EN SU TESIS LA MANIPULACIÓN DEL SUFRAGIO DEL CERA Y DEFIENDE QUE SE ELIMINE EL VOTO EN LAS MUNICIPALES

“Entiendo las protestas, pero la emigración no puso el mismo celo en combatir las irregularidades del voto”

Los datos son esclarecedores cuando se analizan friamente y los aportados por el periodista y politólogo Anxo Lugilde sobre el voto exterior revelan que ha sido manipulado al antojo de los partidos políticos a lo largo del periodo democrático en España. A esa conclusión llega sin ambages en su tesis doctoral, en la que recuerda que fue Adolfo Suárez, en 1976, el primero en echar mano del voto exterior para salvar el referéndum, y asegura que, desde entonces, el sufragio del CERA se convirtió en un arma al servicio de los intereses del partido en el poder.
“Entiendo las protestas, pero la emigración no puso el mismo celo en combatir las irregularidades del voto”
 Anxo Lugilde, durante el acto de lectura de su tesis doctoral, el pasado 22 de diciembre, en Santiago de Compostela.
Anxo Lugilde, durante el acto de lectura de su tesis doctoral, el pasado 22 de diciembre, en Santiago de Compostela.

Los datos son esclarecedores cuando se analizan friamente y los aportados por el periodista y politólogo Anxo Lugilde sobre el voto exterior revelan que ha sido manipulado al antojo de los partidos políticos a lo largo del periodo democrático en España. A esa conclusión llega sin ambages en su tesis doctoral, en la que recuerda que fue Adolfo Suárez, en 1976, el primero en echar mano del voto exterior para salvar el referéndum, y asegura que, desde entonces, el sufragio del CERA se convirtió en un arma al servicio de los intereses del partido en el poder. Consciente de las irregularidades que se cometen con el voto emigrante, aplaude la aprobación de la reforma de la Loreg que impide a la diáspora votar en las municipales y, aunque dice entender las protestas de este colectivo ante la restricción de derechos, denuncia que en todos estos años no hayan puesto “el mismo celo en combatir” el fraude electoral.

 

“La desbordada relevancia que adquirió el voto exterior en Galicia es consecuencia de decisiones de ‘ingeniería electoral’ tomadas por las élites políticas para maximizar sus beneficios”, asegura Lugilde, en alusión a las elecciones autonómicas de 2005.
Pese a todo, Manuel Fraga perdió el Gobierno de la Xunta en 2005 en unos comicios en los que los gallegos tuvieron que aguardar al recuento del voto exterior para conocer el ganador. El resultado en el interior favorecía la conformación de un gobierno entre socialistas y nacionalistas, pero todavía faltaba por conocer la voluntad de los emigrantes que, precisamente, en esas elecciones, adquirían una importancia sin igual en el sistema político gallego, ya que de cada 100 sufragios emitidos en esa convocatoria, 6,3 procedían del extranjero, según queda reflejado en la tesis de Lugilde.
En la noche electoral del 19-J, los ‘populares’ se habían quedado a un solo escaño de la mayoría absoluta, que bien podían recuperar si la diáspora les proporcionaba en la provincia de Pontevedra los 8.160 votos de diferencia sobre el PSOE que necesitaban para mantenerse en el poder.
Todo parecía probable, ya que en las autonómicas de 2001, la ventaja que el PP obtuvo en Pontevedra sobre el PSOE alcanzó los 8.733 votos y en las generales de 2004 –las que pondrían fin al Gobierno de Aznar– fue de 8.651 votos. La tendencia comenzó a invertirse en las europeas de junio de 2004, con los socialistas encaramados al Gobierno central, y la diferencia en Pontevedra entre PSOE y PP fue de 2.355 votos pero, en esta ocasión, la ventaja era para los socialistas.
Por eso, la noche del 19 de junio, todas las miradas se dirigieron con cierta desconfianza hacia las ‘sacas’ procedentes del exterior, que podían inclinar la balanza del lado de los ‘populares’ o de un gobierno de coalición. Fraga confiaba en la victoria puesto que, durante esos últimos cuatro años, el PP se había ocupado “más que nunca” de este colectivo, llegó a decir. Pero, en esta ocasión, y pese a las “decisiones de ingeniería electoral”, no pudo ser que consiguiera el respaldo que necesitaba de sus ‘bienqueridos’ emigrantes (solo venció por 1.853 votos), y eso tampoco, pese a que la legislatura se había caracterizado por un apoyo decidido a la emigración.
El periodo 2001-2005 se puede considerar la etapa de mayor impulso de la Xunta a las políticas orientadas hacia la diáspora –se le dio rango de Consellería al departamento de Emigración y se puso en marcha la Fundación Galicia Emigración para involucrar a la sociedad civil con las necesidades de la diaspora– y fue durante estos años que el Gobierno gallego, con Miras Portugal al frente de la Consellería, respondió con celeridad y eficiencia a las necesidades de los gallegos residentes en países de América Latina –principalmente, en Argentina, Uruguay y Venezuela– que daban la ‘bienvenida’ al nuevo milenio sumidos en profundas crisis económicas.
Entonces, ¿por qué esta falta de respaldo de la emigración al partido de Fraga después de que se adoptaran estas medidas de apoyo? ¿Acaso estaríamos ante una falta de reconocimiento o una muestra de ingratitud?
Para el periodista y politólogo Anxo Lugilde, el análisis es otro. Él duda de que los votos del exterior expresen la voluntad de los emigrantes, porque de todos es sabido que con el voto de la diáspora se cometen irregularidades impropias de un sistema democrático y, a su entender, los partidos políticos son consentidores de ello.
Así lo refleja en su tesis doctoral, titulada ‘La participación política de los emigrantes gallegos (1905-2010)’, que defendió el pasado 22 de diciembre en la Universidad de Santiago, y que estuvo dirigida por el catedrático Xosé Manoel Núñez Seixas.
En presencia de representantes del PSOE y del BNG –Joaquín Fernández Leiceaga y Carlos Aymerich, respectivamente– y de miembros de la actual Xunta –el conselleiro de Presidencia, Alfonso Rueda; y el secretario xeral de Emigración, Santiago Camba– Lugilde fue poniendo el dedo en la llaga y desmenuzando las claves que revelan la manipulación partidaria del voto exterior. Para ello, remite al año 1976 cuando el Gobierno de Adolfo Suárez les dio “grandes facilidades” a los emigrantes para que participaran en el referéndum sobre la Reforma Política, pero “restringió al máximo” su participación en las elecciones de 1977, porque, según los datos disponibles, “el PSOE y el PCE eran las fuerzas mayoritarias en la España exterior”.
El momento decisivo lo fecha en 1995, cuando el PSOE aceptó una “vieja petición” de los colectivos de emigrantes para que “automáticamente fuesen incluidos en el censo todos los inscritos en los consulados”, lo que “duplicó el número de electores y llenó el censo de muertos, porque las listas en los consulados no estaban actualizadas”.
Esta “maniobra de última hora del PSOE” –como la califica– se llevó a cabo en pleno desgaste del Gobierno de Felipe González y “ante el inminente triunfo del PP” en las elecciones generales en 1997. Pero los comicios tuvieron lugar un año antes y el PSOE “ya no se pudo beneficiar” de la reforma, aunque “sí se aprovechó el PP en los años siguientes”, apunta.
Porque, curiosamente, en España, “desde que hay resultados del exterior por separado, a partir de 1986, siempre venció el partido gobernante”, desvela Lugilde, quien asegura que “la mecánica consistía en que el derrotado pidiera cambios en el modelo, pero cuando llegaba al poder se convertía en su garante”.
En las autonómicas gallegas, el juego es “más complejo, en función de los colores de la Xunta y del Gobierno central”, añade. En este caso, lo que se observa es que “PP y PSOE se disparan cuando afrontan las elecciones desde el poder en Madrid y Santiago”, mientras que “las situaciones de mayor competitividad se dan cuando cada uno manda en una de estas esferas”. Tampoco quiere dejar a salvo al BNG, partido del que dice: “Nunca apareció involucrado en escándalos y demandó mayores garantías. Pero también actuó según sus cálculos, tratando de reducir el volumen de un voto desfavorable y pidiendo que los emigrantes sí computasen en el reparto de escaños, lo que le podría beneficiar”.
Con este panorama, Lugilde considera “altamente urgente y necesaria” la reforma de la Loreg, aunque cree que “no es producto de una reflexión profunda para regularizar las elecciones en el extranjero”, sino que se trata de un “acuerdo de desarme entre el PSOE y el PP”. En este sentido, apunta que los socialistas, que prevén la derrota, quieren evitar que un “arma tan poderosa” quede en manos de los ‘populares’, sobre todo, con vistas a las elecciones autonómicas, mientras que el PP la ha apoyado porque teme “perder más escaños, como le sucedió en Ourense” en las pasadas autonómicas de 2009.