A mi gran amigo Antonio Jiménez, por José Matres Manso

A mi gran amigo Antonio Jiménez, por José Matres Manso
DESPEDIDA MATRES CRE 2
Antonio Jiménez –izquierda– y José Matres Manso, en la despedida de éste como cónsul general en Venezuela.

A mi gran amigo Antonio Jiménez

Aunque en el momento de escribir estas líneas ya no estás con nosotros sin embargo tu presencia sigue y seguirá siempre viva en mi memoria y en mi corazón.

Pocas veces he conocido a una persona tan noble como tú. Me acompañaste durante toda mi estancia en nuestra querida Venezuela y no me dejaste solo ni un segundo. Me aconsejaste sobre cómo llegar al corazón de nuestros compatriotas, ponerme de su lado, compartir sus alegrías y sus penas, y lo conseguiste. Te uniste a mis incesantes viajes por el interior del país y me abriste las puertas de una Venezuela y de un pueblo que yo desconocía y que me deparó en todo momento un trato exquisito que acabó seduciéndome y dejando una profunda huella en mi corazón. Pude admirar tu maestría y tu humildad, tu cercanía a los otros seres humanos, la ejemplaridad con la que dirigiste el Centro Canario de Macuto, donde me sentí como en mi casa cada vez que me invitaste a compartir entrañables veladas con los miembros de su comunidad, pude constatar tu siempre infatigable espíritu de reconciliación y de armonía en el seno de nuestra querida comunidad hispano-venezolana mientras fuiste secretario del CRE.

Me visitaste en otros países cuando ya no estaba en Venezuela, siempre te acordaste de mí y alimentaste la llama de nuestra profunda y sincera amistad. Te hiciste con el cariño y respeto de toda mi familia. A través de ti mantuve y mantengo un vínculo especial con ese bello país, ese noble país, en donde Dios ha decidido darte el descanso eterno. Tú, querido pana, has sido mi punto de referencia para conocer a fondo y admirar a esa oleada de emigrantes españoles que desprovistos de medios pero llenos de esperanza llegaron en su día a las costas venezolanas y empezaron una nueva andadura dejándose la piel para labrar un futuro digno para sus familias y poder ayudar a los que quedaron detrás en nuestra amada España al tiempo que forjaron lazos imborrables ya entre las dos naciones.

Antonio, en el momento en el que escribo estas líneas las lágrimas me ciegan la vista y mi corazón se hunde. Te quiero y pido a Dios que acoja en su seno tu alma y que dé fortaleza a tu familia y a todos los que lloramos tu partida hacia un mundo en el que, seguro, reina la paz y el amor. ¡Hasta siempre mi pana!.