LA PRIMERA PIEDRA DE ESTE EDIFICIO, INAUGURADO EN EL AñO 1929, LA TRAJO TIMOTEO BALBíN DESDE LAS MONTAñAS DE COVADONGA

La Casona, sede social

El magnífico edificio que se eleva sobre la calle Solís 475, encierra en sí la mayoría de los años de vida del Centro Asturiano. El 8 de septiembre de 1927 se colocaba la piedra fundamental del proyectado edificio, traída desde las montañas de Covadonga por Timoteo Balbín. Actualmente, se encuentra en el descanso de la escalera que engalana el hall principal.

El premio Nobel de Medicina Severo Ochoa firma, el 10 de agosto de 1968, en el libro de honor del Centro Asturiano, del que es miembro honorario.

El magnífico edificio que se eleva sobre la calle Solís 475, encierra en sí la mayoría de los años de vida del Centro Asturiano. El 8 de septiembre de 1927 se colocaba la piedra fundamental del proyectado edificio, traída desde las montañas de Covadonga por Timoteo Balbín. Actualmente, se encuentra en el descanso de la escalera que engalana el hall principal.
Se señala el año 1929 como trascendental, ya que el sábado 7 de septiembre, se procedió a la inauguración de la que sería la sede definitiva, la Casa de la colectividad asturiana en Buenos Aires. Asistieron al acto numerosas autoridades de la época, el embajador de España, Ramón de Maeztu; el cónsul general, José Buigas Dalmau; el ministro del Interior, Elpidio González; representando al presidente de la Nación, Hipólito Irigoyen; delegaciones de todas las sociedades españolas, de los Centros Asturianos de Rosario y Mar del Plata, y, por supuesto, gran cantidad de socios, familiares y amigos. El obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Fortunato Devoto, bendijo la nueva residencia.
Para describirla, nada mejor que transcribir palabras de José Santirso, quien en un número extraordinario de la Revista ‘Asturias’, escribió: “Detenemos nuestra mirada en el motivo central de la fachada, maravilla de ejecución, inspirada en el viejo Colegio de Salamanca, hoy Universidad, y a nuestra mente acuden gratos recuerdos de ayer; pasamos la vista sobre los arcos ojivales del primer piso, que nos hablan de sentimientos religiosos de los godos; los balcones renacentistas del segundo nos cuentan el parto doloroso de América; observamos en el torreón central el Escudo de Asturias; culmina nuestra mirada en la cresteria plateresca del edificio. Al bajar la vista, tropezamos con las verjas de los ventanales del piso bajo, que nos hablan de la Casa de Pilatos en Sevilla”.
“Transponemos el portón, con su porte señorial, y el vestíbulo nos emociona; la bóveda plana, la sillería, la talla granítica de las columnas y de los capiteles, pintan reciamente nuestro carácter sobrio, emotivo, vigoroso, real e impresionista”.
“Estamos ya en el salón de espectáculos, y hasta el aire que respiramos está saturado de hispanismo; los arcos románticos, las ménsulas, los capiteles, son unidades arquitectónicas de un tono armónico que nos afecciona y solaza”.
“Los salones de recepciones de la Junta Directiva, Biblioteca y Secretaría son un acierto más; a través de sus vidrieras medievales se filtra la luz policroma que ilumina las tallas de los revestimientos”.
“La hostería tiene para nosotros un valor artístico agradable, que nos retrotrae a una tarde toledana en el siglo XVI”.
“La escalera de honor, inspirada en la escalera de acceso a la puerta de coronación de la Catedral de Burgos, es un poema hecho piedra, cuyo crucero central nos turba”.
Mucha historia se escribió desde entonces en esas paredes, en cada sala; muchos hombres y mujeres transitaron por ella. Visitas ilustres, como la del Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, en el año 1987; presidentes del Principado de Asturias, y presidentes nacionales. Presencias prestigiosas como la de Severo Ochoa y otras más recientes y entrañables como la de Joaquín Pixán y Victor Manuel, por nombrar sólo algunos.
Famosa por sus bailes, cuántos matrimonios se han formando en ese esplendoroso salón, bautizado con el nombre de Alejandro Casona. Salón, albergue de la vida cultural y social de la Institución. Conferencias, conciertos, audiovisuales, encuentros corales, festivales, fabadas, chocoladas, desfiles de moda, casamientos, verbenas, exposiciones, y un sinfin de acontecimientos que quedan para siempre en el recuerdo de quienes los han disfrutado y compartido. También es famosa por su restaurante, hoy ubicado en el tercer piso del edificio.
Este año, se cumplen 84 años de la inauguración de la casona. Es de destacar la obra de todos los que, a lo largo de este tiempo, han tenido en sus manos la dirección y conducción de la institución, porque han sabido cuidarla y mantenerla, logrando que siga conservando su magnitud original.
Y no alcanzan las palabras, para comprenderlo, hay que verla.