Misa Rociera del Centro Cultural Andalucía en la Basílica San José de Flores
El viernes 15 de agosto y en el marco de la Asunción de la Virgen María, se realizó la Misa Rociera en la Basílica San José de Flores, en Buenos Aires, cantada por el coro ‘Luna y Candela’, dirigido por María Cecilia Narvarte y acompañados a la guitarra por Fernando Herrera y Manuel Sosa y en la percusión, Marcelo Aronson.

El oficiante de la misa fue el párroco de la Basílica, padre Martín Bourdieu.
El coro dio la bienvenida al párroco y a los presentes cantando ‘Qué alegría’, sentimiento que perduró durante toda la ceremonia cuando se cantaban las canciones hasta el fin de la misa.
Finalizada la ceremonia, salió en procesión la imagen de la Virgen María con los sones de la Salve Rociera, al regreso de la Virgen se terminó bailando por sevillanas con algunas integrantes del coro y gente del público que participó de la misa.
Una misa sentida, emotiva, con la pasión y adoración que transmiten los devotos de la Virgen del Rocío en Buenos Aires y en un ambiente histórico tan importante para el país como la Basílica San José de Flores.
Un poco de historia
En la época colonial, la familia de Ramón Francisco Flores, antiguo dueño de todas las tierras de esta zona de la ciudad, donó tres manzanas: una para levantar el edificio de la futura iglesia parroquial, otra para crear una plaza y la última para instalar los mataderos públicos de lo que sería el nuevo pueblo de Flores.
El 31 de mayo de 1806 se erigió formalmente el nuevo curato que se denominó ‘San José de Flores’ y se levantó una precaria capilla de adobe, madera y paja. Pasaron casi 80 años y otras edificaciones temporarias hasta que se construyó el templo actual.
Inaugurado en 1883, en su fachada se destacan columnas corintias y en el frontis, las imágenes de los doce apóstoles. Entre los elementos eclécticos, se distinguen algunas características del estilo grecorromano.
En 1956, la imagen de San José, ubicada en el altar mayor, recibió la Coronación Pontificia del Papa Pío XII.
Jorge Bergoglio nació y creció en el barrio de Flores. Por eso no llama la atención que haya sido justamente en esta basílica donde definió su vocación sacerdotal. Él mismo ha relatado que, a meses de cumplir 18 años, cuando pasaba por la puerta de la iglesia y tuvo el impulso de entrar. Entonces, vio a un cura que no conocía que se sentó en el último confesionario a la izquierda mirando al altar. “Y ahí no sé qué me pasó, sentí como si alguien me agarrara de adentro y me llevara al confesionario, no sé qué pasó”, contó Francisco en alguna entrevista. El joven Bergoglio se arrodilló para confesarse y ocurrió un hecho que cambiaría su vida y la de la historia de la Iglesia: “Ahí sentí que tenía que ser cura, pero no dudé ¿eh?, no dudé...”. Una placa en ese mismo confesionario recuerda el episodio de aquel 21 de septiembre de 1953.
El destino quiso que luego de ser elegido Papa, en el cónclave del 13 de marzo de 2013, el inicio oficial de su pontificado, con la solemnidad de su investidura como Pastor universal de la Iglesia, tuviera lugar el 19 de marzo, en coincidencia con el día de San José.
El vínculo de Francisco con sus orígenes se mantuvo intacto. En 2023, quiso celebrar los 10 años de su pontificado enviando a este templo una escultura, ‘San José Dormido’, que remite a los Evangelios, donde se cuenta que el Arcángel Gabriel se le apareció a José en un sueño para anunciarle que el hijo que esperaba su esposa María era el Mesías. En un emotivo acto, esa imagen fue trasladada desde el colegio Nuestra Señora de la Misericordia –donde el Papa Francisco había hecho su jardín de infantes, recibido la Primera Comunión y la Confirmación, y celebrado su primera misa como sacerdote– hasta la Basílica de San José de Flores.