Opinión

Contra la Usura

¿Puede ser asombroso que el rostro más salvaje y desbocado del rapaz capitalismo financiero, ensañado hoy contra el único país que había sido capaz de librarse de sus garras, desnude su realidad atroz de tal manera que la convierte en su más nítida metáfora?

Hace mucho ya que la Usura no necesita esconder su pico ávido y curvado. Pero nunca, como en los últimos decenios y ahora, en estos días que nos tocan a los argentinos tan dolorosamente y tan de cerca, se ha exhibido más orgullosa, más reina impúdica y feroz. Nunca pareció más segura y más ufana de sí misma. Nunca había dejado tan de lado toda máscara de hipócrita moral, de hipócrita justicia.

Ese rostro sangrante e insaciable es el ídolo del Oro, capaz de imponer en forma universal su adoración y, al mismo tiempo, beber como caníbal tanto la sangre de sus fieles como la sangre de sus víctimas. Ese rostro es el enemigo mortal de la Belleza.

Bien sé yo que un gran poeta como Ezra Pound ya la había magníficamente revelado (con ropaje de siglos) en su inolvidable Canto XLV, nada menos que de 1937. Pero a mí se me presentó, sin habérmelo propuesto, en un momento no menos significativo para la Argentina: el 11 de junio del año 2000. Y no me parece para nada inadecuado volver a recordarla en aquellas mismas palabras, precisamente aquí y ahora.

Rehúsa prosternarse ante Baal

        

         ¿Qué es enfrentar los lobos

         en el silencio blanco

         del Yukón o la estepa,

         ser echado a los leones

         liviano como un mártir,

         trepar involuntario

         al potro del tormento,

         sentir el frío abrazo

         de la Dama de Hierro,

         que acaricien tu cuello

         con el garrote vil,

         el lazo de los tugs,

         la soga del verdugo

         o la atroz sutileza

         de los Inquisidores,

         sobrevivir naufragios,

         te trague la Ballena,

         atravesar los polos,

         caerse en la manigua,

         delirar en la selva,

         sostener al simún

         bajo el sol de las doce,

         salvarse de la peste,

         perderse en la tormenta

         de nieve hasta dormirse

         dulcemente por siempre,

         ser presa de caníbales,

         comprado como esclavo?

         ¿Qué es enfrentarse a eso

         frente al escalofrío

         de un alud financiero,

         el maëlstrom de la Bolsa,

         el rugir del dinero,

         el tifón de la usura

         que te sorbe la médula

         con la fría mirada

         seductora y terrible

         de insaciable Medusa?

         ¿Nunca se podrá ser

         lo suficientemente

         humano? Silencioso,

         Harpagón, corroído

         por su cáncer dorado,

         vuelve silencio al mundo

         y prisión al destino.

       Miserable confort.