Opinión

El último año de Obama

El último año de Obama

La primera columna de 2016 nos acerca al año final del segundo mandato presidencial de Barack Hussein Obama. Como suele suceder con los mandatarios estadounidenses que entran en su último año presidencial, el legado histórico se impone como una obsesiva carrera contra reloj. Y Obama ya parece haber marcado los tiempos.
Si en 2015 fue Cuba, el objetivo es cerrar 2016 con una apertura total con Irán. El final de las sanciones al programa nuclear acordado la semana pasada en Viena (Austria) es la punta de lanza de esta estrategia. Con todo, Washington aplicó otro tipo de sanciones por un confuso incidente naval en aguas del Golfo Pérsico. Y con todo Arabia Saudita, angustiada por los efectos geopolíticos de la apertura iraní, ya pulsó sus intereses al ejecutar a un líder chiíta, en clara provocación hacia Teherán, provocando una súbita crisis diplomática.
Por ello, el 2016 definirá el nuevo rumbo que tomen las relaciones entre Washington y Teherán. La estrategia es igualmente preparar el terreno diplomático para la sucesión de Obama, donde el favoritismo de la candidata demócrata Hillary Road Clinton parece parcialmente consolidado aunque no se descartan tensiones y sorpresas aún inciertas. Con Hillary enfilando a la Casa Blanca, Obama espera cerrar el conflicto histórico con Teherán toda vez se puede ver entrampado en la guerra siria, de compleja solución tanto militar como diplomática.
Para Obama, la apertura iraní significaría igualmente un hipotético aval de Teherán para tácticamente aceptar una solución pactada en Siria, toda vez las tensiones con Rusia y los efectos geopolíticos que la crisis humanitaria siria tiene en materia de refugiados y de equilibrio de alianzas con respecto a Arabia Saudita, Turquía o Israel, entre otros tantos actores involucrados en el rompecabezas más laberíntico de Oriente Medio.
Mientras tantea los efectos de la incierta recuperación económica estadounidense, a la espera de cualquier efecto en los mercados, la apertura iraní de Obama tiene un objetivo mucho más estratégico: la salida estadounidense de Oriente Próximo para concentrar la mayor parte de sus intereses estratégicos en Asia-Pacífico. Y allí EEUU se juega la balanza del poder del siglo XXI, una supremacía que involucra a China y, con menor intensidad, a un eventual retorno de Japón con pretensiones de actor global.