Opinión

Cocina Gallega

Dicen que lo mejor es enseñar a pescar. “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Es un proverbio chino (Lao-Tsé ,570 aC-490 aC). Pero también se asocia al episodio del Nuevo Testamento, mencionado por Mateo, cuando los discípulos le dicen a Jesús, que está pronunciando un sermón: “Ya es tarde, despide a esta multitud para que vaya a las aldeas y compren comida, Jesús les contestó, no es necesario que se vayan, denle ustedes de comer”. Y allí se produce el milagro de alimentar a cinco mil hombres sin contar niños y mujeres, con cinco panes y dos peces. Allí mismo el Nazareno dice: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados. Y también: Bienaventurados los que sufren persecución por buscar justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Al margen del simbolismo de los textos religiosos, el concepto nos pega en la cara cuando, por ejemplo, vemos niños en los semáforos pidiendo limosna, y vislumbramos a la madre, el padre, o ambos, tumbados detrás de un árbol tomando alcohol o drogándose a plena luz del día. Personalmente viví la angustia que producen sentimientos contradictorios, cuando transitando de noche por la Avenida 9 de Julio, me detengo en el semáforo, se acerca un niño a pedir una moneda, y al llevar casualmente conmigo dos docenas de sándwich de miga, se los entregó. Al niño se le iluminan los ojos, da las gracias, y se da vuelta contento, pero una voz imperiosa lo paraliza: “¡Comida no, platita, platita!”. Giro la cabeza siguiendo el sonido de los gritos, y veo una mujer obesa, semiacostada en la acera, pintada de manera grotesca, que increpa al niño desaforada. Este, aterrorizado, tira la comida al pavimento, y corre a pedir dinero al auto que llega. Sin palabras. El mensaje de la TV tampoco es muy claro. Hace unos días, un movilero entrevistaba en la calle a niños que piden en las esquinas. Preguntaba cuánto ganaban con su actividad, y, ante las respuestas, aparecía sobreimpreso en pantalla “200 pesos por día”, intuyendo que descansen 2 días por semana, cualquiera multiplica y da 4.000 pesos al mes. Un sueldo que muchos trabajadores no logran ganar trabajando 8 horas o más diarias. Interrogado uno de los jovencitos de 18 años aproximadamente, el motivo de no acceder a un trabajo formal, responde que no le gusta recibir órdenes, y de todas maneras, no lo conseguiría por que tiene antecedentes penales. El movilero (extraña subespecie de periodista en la mayoría de los casos) se ríe, y le desea suerte sabiendo que pronto, a dos pasos, debajo de la autopista, se unirá a su ‘ranchada’ para compartir la droga y el alcohol adquirido con las limosnas de quienes, por miedo, o necesidad de aliviar su conciencia, les dan. En la TVE se pusieron de moda algunos programas, como ‘Entre todos’, donde se insta a que los participantes lloren (lo que más ‘garpa’ para conseguir rating según los productores) en pantalla para que los televidentes donen dinero que les permita instalar un negocio y convertirse en emprendedores para paliar la crisis. Los críticos de estos formatos aseguran que no se miden los conocimientos previos de los peticionantes ni se los asesora (no se les enseña a pescar), por lo que frecuentemente dilapidan las donaciones y fracasan en su intento. Queda, claro, el codiciado “minuto de fama” por el que muchos matarían. Aquí entra en escena también el tema de los subsidios indiscriminados que otorgan algunos Estados que utilizan el asistencialismo para captar clientes políticos (¿no lo inventaron los romanos con su famoso “pan y circo”?), y podrían desanimar a quienes siguen asociando trabajo con dignidad. Sin duda, no puedes enseñar a pescar a alguien que está al borde de la muerte por desnutrición, pero sí darle de comer, mientras lo educas, lo dotas de herramientas para que logre sobrevivir, y aun destacarse, con su propio esfuerzo, en un medio que, para todos, es inhóspito, cruel, injusto. Donde, está claro, es peligroso pensar que a “caballo regalado no se le miran los dientes”. Un proverbio turco asegura: “El que no da un oficio a su hijo, le enseña a ser ladrón”. Algo a tener en cuenta en una época en que nadie quiere aprender un oficio, donde el trabajo manual es estigmatizado, despreciado. Una época donde muchos dirigentes buscan la adhesión incondicional de las masas a verdades reveladas, absolutas, dogmáticas. Nuestro Ortega y Gasset, aquel que dijo “¡argentinos, a las cosas!”, aconsejaba: “Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñes”. Un posible antídoto contra los fanatismos. Vamos a la cocina, nuestra escuela cotidiana.

Huevos al horno

Ingredientes: 4 huevos, 100 grs. de queso cremoso, 4 fetas de jamón cocido, 50 grs. de manteca, pimienta, sal.

Preparación: Untar con manteca 4 cazuelitas, y disponer el queso cortado en cubos, espolvoreando encima el jamón picado. Llevarlas al horno a baño María hasta que el queso se funda. Incorporar un huevo en cada recipiente cuidando no se rompa la yema. Salpimentar. Introducir en el horno, siempre a baño María, hasta que cuaje la clara.