Opinión

Colectividad gallega ¿Qué hacer?

Hace más de un siglo que en el mundo nacían centenares de asociaciones gallegas de todo tipo: Instituciones parroquiales, orfeones, asociaciones asistenciales, socorros mutuos, hospitales, periódicos, grupos folclóricos, comisiones pro escuelas, etc. La primera de ellas fue la Sociedad de Beneficencia Naturales de Galicia de La Habana fundada en el año 1871. Luego en 1879 vendría el Centro Gallego de Montevideo y el primer Centro Gallego de Buenos Aires, ese mismo año. Las entidades nacían y crecían en los más diversos países del mundo, especialmente en Argentina, Cuba, Uruguay y Brasil. Cientos de miles de emigrantes protagonizaron varias olas migratorias hasta los años 60 del siglo pasado. Luego el rumbo seria para la propia Europa.

Colectividad gallega ¿Qué hacer?

La falta de llegada de nuevas olas migratorias fue produciendo lentamente distintas crisis de representatividad de nuestra colectividad. Nuestra emigración en el día de hoy está en su última etapa, por lo menos entre los emigrantes de primera generación. Una mirada objetiva por la mayoría de las instituciones, tanto de América como de Europa, nos indican la profunda crisis de las instituciones.

La pérdida del control administrativo del Centro Gallego de Buenos Aires como el cierre estos días de la Casa de Galicia de Montevideo son dos acontecimientos que nos tienen que hacer reflexionar sobre el futuro de la emigración gallega. Ya han desaparecido de hecho –muchas silenciosamente– como por ejemplo en Buenos Aires la sociedad de Boiro o la asociación Oza de los Ríos.

Los dos años de pandemia, el envejecimiento de nuestra emigración y la falta de políticas de transición generacional ponen en serio peligro la continuidad y sostenibilidad de una gran mayoría de las entidades del movimiento asociativo.

El propio exconselleiro de la Xunta de Galicia Aurelio Miras Portugal nos alertaba de esta situación hace más de una década. Miras alentaba la política de integración y fusiones para socializar y hacer sostenible el funcionamiento de la colectividad gallega.

Nuestro ‘minifundio institucional’ no nos ha permitido avanzar en una planificada transición que hubiera permitido que las segundas y terceras generaciones fueran hoy las protagonistas de esta etapa.

Lois Pérez Leira