Opinión

El tango ‘Galleguita’ de Horacio Pettorossi y Alfredo Navarrine

El tango ‘Galleguita’ de Horacio Pettorossi y Alfredo Navarrine

En 1923 el guitarrista Horacio Pettorossi juntamente con los hermanos Julio y Alfredo Navarrine, además de algunos entusiasmados y hábiles seguidores, conformaron un ‘conjunto’ criollo cuyo destino era alcanzar una no muy lejana nombradía: “Los de la Raza”. El virtuoso Pettorossi –quien, en el decorrer de los años, se convertiría en querido acompañante y colaborador de ‘Carlitos’ Gardel– llegaba de una constante actuación en “conjuntos teatrales” aplicados a este género literario. Había comenzado en 1916 con espectaculares representaciones de Juan Moreira en el tablado del viejo teatro ‘San Martín’, de la porteñísima calle Esmeralda, para culminar, al regreso de otras andanzas, al lado del famoso Pepe Podestá, en el llamado ‘teatro de Verano’, del Barrio Sur.
“Al comenzar la década de 1920 se produce un fuerte movimiento de atracción pública hacia las presentaciones de cuadros criollos. Pettorossi forma algunos hasta que se constituye el denominado ‘Los de la Raza’, integrado por músicos, cantores, bailarines y poetas populares”, afirma el inefable poeta y ensayista Francisco García Jiménez en su obra titulada Así nacieron los tangos, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980. “El excelente conjunto –agrega– es reclamado en seguida para mostrar su calidad en España, donde una breve gira de la ‘Compañía Muiño-Alippi’ había dejado en el público madrileño el anhelo de gustar muestras esenciales de nuestro acervo nativista”. Así, pues, ‘Los de la Raza’ se presentaron con éxito en el circo ‘Price’ de Madrid el 9 de septiembre de 1923. Su contrato se prolongaría siete meses por diversas provincias españolas con sus guitarras, recitados y zapateos. Entre “prima” y “bordona”, y “mate” y “mate” –¡pues ya se habían llevado a Europa buena provisión de yerba!–, la pasión tanguera escarbaba los corazones de Pettorossi y los Navarrine. Al regresar a Buenos Aires en el barco cuajó la composición que venían madurando Horacio Pettorossi (1896-1960) y Alfredo Navarrine, nacido en 1897.
Todavía recordaban ambos músicos su gira final en Galicia: las vegas de Iria-Flavia y las tierras de Padrón, la ría de Vilagarcía de Arousa y Pontevedra, con el fondo poético de los versos de la ‘morriña’ a través de las páginas de la imperecedera Rosalía de Castro. De modo que, evocando asimismo aquellas “rapaciñas” de la mar y del inmenso puerto de Vigo –“perla de los mares”–, se les ocurrió que, entre el pasaje más modesto del propio barco que los conducía a “la reina del Plata”, pudiera estar naciendo la aventura, a la vez sentimental y triste, de una hermosa y confiada emigrante: “Galleguita,/ la divina,/ la que a la playa argentina/ llegó una tarde de abril, / sin más lujos ni tesoros/ que sus lindos ojos moros/ y su cuerpito gentil”.
En aquel Buenos Aires de 1924 florecían “noches de cabaret”, donde se bailaban “tandas de tangos” de todo pelo, entre la “garufa” y las interminables copas: “Eras linda galleguita,/ que tras la primera cita/ fuiste a parar al ‘Pigalle”. ¿El estribillo de moda? Y escuchamos: “Sola y en tierras extrañas,/ tu caída fue tan breve,/ que como bola de nieve/ tu virtud se disipó./ Tu obsesión era la idea/ de juntar mucha platita/ para tu pobre viejita/ que allá en la aldea quedó”. Muchos canturreaban Galleguita, cuando se lo oían a Carlos Gardel o a Ignacio Corsini…