Opinión

La ‘primera’ fundación de Buenos Aires y Pedro de Mendoza

Sebastián Gaboto y Diego García, cuando establecieron un acuerdo, hicieron un recorrido por tierras del Paraguay, incluso hasta las bocas del Pilcomayo. Empero, nada fueron capaces de averiguar acerca del modo con el que alcanzar la idílica región de la plata. Retornaron a España. Entre tanto, los ‘guaraníes’ destruían el ‘fuerte’ de Sancti Spiritus. “Desde ese momento, el hallazgo de un camino que condujera desde el Río de la Plata hasta el recién descubierto Perú, comenzó a transformarse para los españoles en una obsesión. Si ese camino existía y era más fácil que la ruta del Pacífico, las incalculables riquezas que habían dejado estupefacto a Pizarro podrían llegar a la metrópoli por una vía más directa y más segura”, afirma el admirado historiador argentino José Luis Romero en su libro titulado Breve historia de la Argentina, Fondo de Cultura Económica, 9ª reimpresión, colección ‘Tierra Firme’, Buenos Aires, 2009.
La ‘primera’ fundación de Buenos Aires y Pedro de Mendoza

Así, pues, a fin de intentar esa posibilidad, Pedro de Mendoza –ya investido con el título de ‘Adelantado’ del Río de la Plata– partió de España en 1535 al mando de una flota con objeto de fundar un ‘establecimiento’ que reafirmara las comunicaciones con la metrópoli. De esta guisa nació la ‘primera’ Buenos Aires, cuya fundación se debe a Mendoza en 1536, sobre aquellas barrancas del Riachuelo que, no demorando, se denominaría de ‘La Matanza’. Justo es citar a Ulrico Schmidl –uno de sus primeros pobladores–, quien describió la ciudad, narrando aquellas inaugurales peripecias.

“Un muro de tierra rodeaba las construcciones donde se alojaban los expedicionarios –señala el historiador José Luis Romero– entre los que había, además de los hombres de espada, los que venían a aplicar sus manos a los instrumentos de trabajo”. Evoquemos cómo los caballos y las yeguas que habían viajado a bordo de las naves otorgaban a los conquistadores un innegable poderío militar. Los indios ‘querandíes’ ofrecieron, al comienzo, carne y pescado a los recién llegados; después, se retrajeron y las relaciones se volvieron más ásperas. He ahí las luchas y matanzas entre ellos. Los españoles, no obstante, se sobrepusieron a los impedimentos y trataron de llevar a término sus designios, emprendiendo el camino rumbo al Perú.

Rememoremos ahora a Juan de Ayolas, quien navegó por el Paraná y el Paraguay, internándose más tarde por tierra en dirección noroeste. Acaso llegó a Bolivia, logrando algunas riquezas. El caso es que jamás regresó a las orillas, donde lo aguardaban sus hombres. Domingo Martínez de Irala, su lugarteniente, asumió el mando en la reducida ciudad que otro de ellos –Juan de Salazar– acababa de fundar bajo el nombre de ‘Asunción’.

A partir de ese momento, ésa fue, digamos, “la base de operaciones” de los que insistieron en el propósito de alcanzar la tierra de la plata. El segundo ‘Adelantado’, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Irala, además de otros, no cejaron en su gran empeño. De tal manera que Buenos Aires fue despoblada y abandonada. Asunción del Paraguay, empero, empezó a prosperar merced a la introducción de ganados así como al desarrollo de la colonización. El hecho es que aquella ruta que conducía al Perú no fue hallada.