Opinión

La ‘palma real’ y su magia, en el paisaje cubano

“La palma real, majestuosa, concede al paisaje cubano su encanto escultórico, coronada por el penacho de los reyes con su verde esmeralda. Forma parte del paisaje típico de nuestra campiña y es habitáculo del dios de dioses, ‘Changó Obayé’, quien, desde sus copas, todo lo observa, todo lo ve, ‘vigilante’, como diría la sabia investigadora Lydia Cabrera en su obra El Monte (página 220): ‘El rey del mundo que se viste de punzó, el negro prieto y bonito que come candela, el dios del fuego, desde la vara afilada y trémula de la palmera que se eleva al cielo, dispara sus flechas a la tierra’. Todos los africanos o sus descendientes están de acuerdo con que las ofrendas a ‘Changó’ deberán ser depositadas en las raíces de este sagrado árbol: los racimos de plátanos, el ‘amalá’, es decir, harina de maíz, cruda o cocinada, los amarres, los despojos, las ‘rogaciones de cabeza’, en fin, todo el mundo mágico de las creencias populares”, asevera la reconocida etnógrafa cubana Natalia Bolívar Aróstegui en las páginas de su documentado estudio Cuba. Imágenes y relatos de un mundo mágico, Ediciones ‘Unión’, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, El Vedado, Ciudad de La Habana, 1997.

La ‘palma real’ y su magia, en el paisaje cubano

Desde luego, todos los africanos o sus descendientes están conformes con esta idea: los hijos de este “orisha” son, por naturaleza, adivinos, dado que, siguiendo sus incontables historias, “Changó” fue “el dueño del Tablero de Ifá”, esto es, “el tablero de la adivinación”. Aquellos devotos y adeptos a este “orisha” que, en el momento en que sus frentes topan el tronco de la palma, oyen hablar al “orisha” del fuego y del trueno.

Ahora bien, ¿cuáles son las virtudes que se cuentan de la palma? He aquí sus raíces y su tronco, sus pencas, su palmiche y su tierra, las cuales albergan múltiples usos. Entre ellos, la fabricación de un “bohío” o la cura de los riñones mediante el cocimiento de sus raíces. Henos ante uno de los árboles sagrados de las religiones de estirpe afrocubana: “Maferefún Changó. Kabie Sile”.

Si ahora atendemos al “Pattaki” de la Palma y “Agguema”, es preciso evocar a “Changó”, constante enamorado, quien quiso cumplir con “Oyá” en su cumpleaños. Compró un rubí, grande y esmeradamente tallado; lo envolvió en sus hojas de palmas y, cuidadosamente, le escribió una dedicatoria propia de una reina. Cuando ya tuvo el obsequio, llamó a su mensajera “Agguema” –es decir, “lagartija”–, la cual era, además, su gran amiga, y le dijo que, cuanto antes, fuera al “Ilé” de “Oyá” y se lo entregara. “Agguema”, entonces, quien veía por los ojos de su amo, marchó rápidamente sin ver por dónde pisaba. Y se cayó en un hueco y se tragó el regalo. “Agguema”, angustiada, pues sabía del carácter de su amo, y también de “Oyá”. De tal manera que, con el rubí atravesado en su garganta, se escondió. Y se quedó sin habla, al no poder desembarazarse del rubí.

Continuando el relato, diremos que “Changó” –extrañado de que “Oyá” no lo fuera a ver para agradecerle ese hermoso presente– se dirigió al “Ilé” de ella. ¡Y tamaña sorpresa! Se encontró a la “orisha” llena de furia y derramando fuego por la boca, ya que pensó que “Changó” se hallaba de parranda con otras. Así que “Changó” empezó a buscar a la “lagartija” en todos los hoyos, rocas y montoncitos de tierra. “Changó” despidió rayos, truenos y piedras.