Opinión

El pabellón de Gándara: un proyecto de Palacios y Otamendi

“En estos años iniciales del siglo XX las publicaciones del Balneario sientan uno de los pilares sobre los que pivotará su imaginario, apoyándose en la dimensión mítica de las fuentes termales y que se seguirá desarrollando en el futuro: el carácter sagrado de las aguas. Si la estructura inicial de la fuente de Gándara aludía a una imagen primaria o ‘telúrica’, la construcción de la marquesina y la verja establece una equivalencia entre el espacio que alberga las aguas medicinales y un recinto sagrado. ‘Es digna de mención la reja que aisla el recinto donde surge la fuente de Gándara, reja que por su elegante porte parece hermana de cualquiera de las mejores de las cuales se ufanan las iglesias de Compostela, o bien que el agua de Mondariz tiene algo de sagrada. No en vano la designó en categoría inmediata a ‘la del bautismo y a la bendita’ (Un notable escritor, agradecido a sus salutíferos efectos), afirmaba Las aguas de Mondariz. Álbum-Guía (1899)”, escribe con rigor Yolanda Pérez Sánchez, responsable del texto histórico de la magna obra Buvette, Aguas de Mondariz. Fuente del Val, S.A., 2008.

El pabellón de Gándara: un proyecto de Palacios y Otamendi

Ahora bien, “este carácter sagrado” se verá amplificado merced a la ampliación y mejora de la fuente llevada a término por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi en 1908. Asimismo favorecida por la construcción de “nuevos y grandes talleres” para el embotellado de las aguas. Con el templete de la fuente de Gándara todavía en construcción, en 1914 se inaugura la planta de embotellado, anexada a la fuente.

En cuanto al proyecto de Palacios y Otamendi destinado al pabellón de Gándara, no sería superfluo recordar que se trata del más ambicioso de todo el contexto gallego. Henos ante su lenguaje clásico y el granito, su material preponderante. El célebre arquitecto Antonio Palacios emplea sillares separados por profundas hendiduras, que ofrecen un “efecto lumínico” emparentado con las austeras construcciones del arte clásico greco-latino. Las publicaciones gallegas de la época brindaban por el nuevo edificio bajo los piropos de “templo”, “catedral” y “palacio de las aguas”.

Hasta entonces, el Gran Hotel era el símbolo del Balneario. No obstante, con la nueva fuente de Gándara –el mayor acicate del “Establecimiento”– brota la primera réplica arquitectónica al edificio de Jenaro de la Fuente Domínguez, un renovado emblema. He ahí las columnas de la fuente de Gándara que nos reafirman en el plano terrestre; de las aperturas en la base de la cúpula se filtra la luz con los tonos cobrizos de los azulejos. La balaustrada separaba la zona de donde brotaba el agua de los agüistas. Dentro de la “buvette” –esto es, el pabellón– se pone de relieve el “remedio” que es capaz de preservar la salud: una “fuente de vida”, cuyas propiedades terapéuticas la metamorfosean en una suerte de halo divino. “Su planta central es el epítome de la culminación del espacio”, nos recuerda Yolanda Pérez Sánchez.

Nos hallamos con la fusión de tierra y cielo, es decir, el origen y el término, al igual que en los baptisterios y mausoleos. ¿Acaso este espacio no está cerca de un “baptisterio”? El ideal “clásico” y la “sacralización” pagana.