Opinión

‘Osaín’, ceremonias y misterios de la Naturaleza

“A ‘Osaín’ los religiosos le atribuyen el garabato como una de sus representaciones. Después de pagar el tributo correspondiente y encontrarlo en el monte, lo llevan para su casa y lo preparan, para que sea como un guardián de todo lo malo que pueda entrar, considerando que ‘chifla’ para avisar a su dueño; también se le representa en ‘güira’ adornada, carapacho de jicotea y otros receptáculos. Pero su verdadera representación es un bastón con dos raíces o lianas entrelazadas”, leemos en las páginas de la imprescindible monografía Cuba. Imágenes y relatos de un mundo mágico, escrita por la etnógrafa cubana Natalia Bolívar Aróstegui –con fotografías de Emilio Reyes Pérez–, Ediciones ‘Unión’, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, El Velado, Ciudad de La Habana, 1997.

‘Osaín’, ceremonias y misterios de la Naturaleza

Según relata la mitología afrocubana, “Olofi” repartió las riquezas de la tierra. A “Obbatalá”, las cabezas. A “Yemayá”, los mares. A “Ochún”, la sensualidad. A “Oké”, las montañas. Y así sucesivamente. A “Osaín”, empero, le concedió los misterios de la naturaleza con sus propiedades medicinales, curativas o dañinas. Suele decirse: “Él no ‘baja a la cabeza’, ¿quién puede soportar el monte en su cabeza?”. Se baila en algunas casas –tanto en toques “lucumís” como ararás”–, brincando sobre un solo pie: es un “orisha” de “babalawo”, de los sacerdotes de “Ifá”, y sin sus secretos no es posible juramentar los “Batá”. Es propio, asimismo, de Padres “nagangas” o “paleros”. Los “Nasakó” en la Sociedad Secreta “Abakuá” conocen todos sus misterios ocultos. Y su palabra significa amuleto o bien maleficio.

Ahora bien, todas las ceremonias de la “Regla de Ocha”, de “Ifá”, de “Taitas” y “Yayí” –y de la Sociedad Secreta “Abakuá”– no tienen en absoluto efecto, si no “se hace Osaín”, esto es, si éste no se halla presente a lo largo de su liturgia. He ahí los árboles, yerbas, palos. ¿Su mejor virtud? En la madrugada, cuanto está saliendo el sol. Se arrancan, a fin de hacer daño, al dar las doce del día, a las seis de la tarde o doce de la noche. También se aconseja cortar las yerbas al despuntar el día o ponerse el sol. Y es la mañana la de la “fuerza buena”.

“A la Naturaleza se la considera –afirma la investigadora de etnografía cubana Natalia Bolívar Aróstegui– como la vida de un ser humano y, por eso, se respeta la noche, cuando todas las fuerzas, positivas o negativas, duermen. Recomendamos que, sin pagar el tributo que le corresponde, no se arranque ninguna yerba de palo, porque ‘Osaín’ no le dará su ‘aché’, y no servirá. Al monte se le ofrenda aguardiente, tabaco y maíz, además de los ‘quilos prietos’, que tanto gustan en las obras que se hacen al pie de cada ‘orisha”.

He aquí una de las ceremonias más significativas dentro de la “Regla de Ocha”. Se trata de hacer el “omiero”, es decir, el líquido lustral, compuesto de yerbas que portan los “orishas” o de las cuales son ellos sus dueños absolutos. Los religiosos van “ripiando” entre cantos y rezos, porque cada una posee sus “suyeres”. Eso sí, estos mazos de yerbas no se pueden mezclar. Cada “Iyalocha” tendrá aquel que le corresponda. Y no lo dejará caer al suelo, pues poseen todo el “aché” de los rezos y su plenitud potencial, habiendo sido recogidas cuando todas las fórmulas mágicas se han tenido presentes.