Opinión

Los españoles en el Río de la Plata en el siglo XVI

“Los españoles aparecieron por primera vez en el Río de la Plata en 1516, veinticuatro años después de la llegada de Colón al continente americano. Ciertamente, no buscaban tierras, sino un paso que comunicara el océano Atlántico con el Pacífico, recién descubierto por Balboa. Juan Díaz de Solís, que mandaba la expedición, recorrió el estuario y descendió en las costas orientales: allí trabó contacto con los ‘querandíes’, que lo mataron a poco de desembarcar. Así empezaron las relaciones entre indios y conquistadores”, leemos al inicio del capítulo II –‘La conquista española y la fundación de las ciudades (siglo XVI)’– del libro titulado Breve historia de la Argentina, edición actualizada de 2004, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009, cuyo autor es el historiador argentino José Luis Romero.

Los españoles en el Río de la Plata en el siglo XVI

Francisco del Puerto, el más joven de los hombres de la expedición de Solís, quedó entre los indios. Todos los demás retornaron a España, naufragando una de las naves en el golfo de Santa Catalina; algunos de los tripulantes se salvaron nadando hasta la costa. El hecho es que uno de ellos, llamado Alejo García, oyó hablar a los indios de la existencia de un lejano país, “la tierra del Rey Blanco”, en cuyas sierras rebosaban oro y plata. He ahí que, fascinado por la noticia, emprendió a pie la marcha hacia la región de Chuquisaca; después de llegar a su destino y confirmar aquella riqueza, regresó hacia la costa. Él mismo también, al volver, fue muerto por los indios. No obstante, lo que había visto alcanzó a los oídos de sus compañeros. Y así brotó la obstinada ilusión de los conquistadores de llegar a la mítica tierra de la sobreabundancia.

No mucho tiempo después, el “Mar Dulce” –así denominado por el navegante Solís– comenzaría a llamarse “Río de la Plata”, como fehaciente testimonio de  tal humana esperanza. Ahora bien, la búsqueda de un paso que enlazara los dos océanos continúa siendo lo fundamental para la Corona española. Con tal motivo envió a Hernando de Magallanes en 1519, cuya misión era recorrer la costa americana. Sin duda, tanto él como el descubridor Solís tenían noticias de navegantes de Portugal que habían realizado ya un viaje semejante. Lo cierto es que Magallanes rehusó la tentación que le otorgaba el anchuroso estuario del Río de la Plata, hasta el punto de que prosiguió rumbo a la costa de la Patagonia. Haciendo escala en el golfo que denominó “San Julián”, conoció a los indios ‘tehuelches’ –llamados por los españoles ‘patagones’– y, al cabo, entró en el estrecho que más tarde llevó su propia memoria y apellido.

He aquí cómo, continuando sus huellas, alcanzó el Río de la Plata en 1526 la expedición de Sebastián Gaboto. Las noticias difundidas, empero, por aquellos que sabían del viaje del marino Alejo García, sedujeron al piloto a penetrar en el río Paraná, para hallar un camino que le condujera hasta la deseada “tierra del Rey Blanco”. De modo que la primera fundación española en suelo argentino fue un modesto “fuerte” –denominado ‘Sancti Spiritus’– levantado sobre la desembocadura del Carcarañá.

Las rencillas entre aquellos que perseguían la “tierra de la plata” no se hicieron aguardar. Gaboto exploró el Paraguay y el Bermejo, pero se volvió cuando otra expedición, la de Diego García, le seguía sus pasos.