Opinión

‘Breve historia del cine’ de Jesús Basañez Arrese

‘Breve historia del cine’ de Jesús Basañez Arrese

“Es de dominio público que la primera película que se proyectó con carácter de tal fue ‘La salida de los obreros de las fábricas Lumière’, en la que las figuras, un poco borrosas y confusas, tenían además ese acentuado movimiento mecánico que pudimos observar en las antiguas cintas del cine mudo. Se estrenó en el ‘Salón Indiano’ de París, siguiendo a continuación de la primera varias de muy corto metraje, todas ellas, tales como ‘Una lección de equitación’, ‘Derribo de un muro’, ‘La llegada del tren’ (que reproducía, como tantas veces hemos tenido ocasión de leer, en los espectadores un sentimiento de terror al advertir que el convoy avanzaba hacia ellos a gran velocidad) y otras”, escribe Jesús Basañez Arrese en su libro titulado Rodolfo Valentino. En el 25º aniversario de su muerte, Bilbao, agosto de 1951.

En la Segunda Parte de su obra el estudioso Jesús Basañez nos ofrece los siguientes capítulos: ‘Breve historia del cine’. ‘Algo sobre el guion cinematográfico’. “’Algo sobre el director de una película’ y ‘Algo sobre la utilidad del cine en las guerras modernas’. ¿Y cuál fue la primera sesión de cine en España que tuvieron el privilegio de verla los madrileños? Mr. A. Fromio –delegado de los inventores en Madrid– instaló una sala en la planta baja del ‘Hotel Rusia’, situado en la Carrera de San Jerónimo, esquina a la calle Ventura de la Vega. Luego de una sesión privada, se abrieron las puertas en mayo de 1896. En agosto del siguiente año se rodó en Barcelona la primera película española bajo el título de ‘Riña en un café’, cuyo autor, actor y realizador fue Fructuoso Gelabert, “filmando”, a continuación, ‘Salida de los trabajadores de ‘La España Industrial’ y ‘Salida del público de la iglesia parroquial de Sans’.

“Desde entonces la producción cinematográfica española puede decirse –agrega, con entusiasmo, el señor Basañez– que no ha conocido el descanso, consiguiendo, tras luchar a brazo partido con enormes dificultades de todo orden, un puesto relevante en el mercado mundial”. ¿Quién no recuerda ‘Raza’ o ‘El clavo’? ¿Quién podría olvidarse de ‘El escándalo’ y ‘Agustina de Aragón’? ¿Quién no sería capaz de memorizar aquellas escenas de ‘Locura de amor’, ‘Pequeñeces’, ‘La mies es mucha’ o ‘Balarrasa’? Si volvemos nuestra mirada hacia París, nos hallamos ante un hombre apenas conocido, quien, asistiendo a uno de esos espectáculos, adivinó su porvenir y, de súbito, determinó hacer de él un arte que provocase la risa o el llanto. He ahí a George Méliès, el que auténticamente creó el arte del “cinema”. Tenía treinta y cuatro años, cuando asistió a estas exhibiciones en 1895. Él había sido industrial y mecánico, dibujante y pintor y caricaturista. Ocho años llevaba como director del ‘Teatro Robert Houdin’, en el Pasaje de la Ópera, donde se llevaba a cabo prestidigitación, así como espectáculos de “marionetas”.

George Méliès, en efecto, albergaba “el genio de la inventiva, el genio de la fantasía y de los sueños”, afirma Jesús Basañez Arrese. ¿Su primer ‘film’? El afamado ‘Viaje a la Luna’. Después vendrían ‘El alquimista’ y ‘Los cuatrocientos golpes del Diablo’. “Lo esencial en la máquina cinematográfica –añade Basañez– es el mecanismo de arrastre de la película de celuloide en que se hallan las imágenes y el mecanismo de obturación”.