Opinión

Bolívar, privilegiado discípulo de Rodríguez

“Desde la época de Alejandro, pocos maestros han influido tan decisivamente como el de Bolívar en mancebos que fueron luego grandes generales o grandes políticos; el genio suele despertar y desarrollarse en pugna con la formación que se le quiere imponer. Pero cuanto aprendió Bolívar de su mentor entre los once y los quince años estaba en absoluta contradicción con todas las enseñanzas recibidas en el hogar paterno”, escribe el historiador de origen alemán Emil Ludwig en su ineludible obra Bolívar. El caballero de la gloria y de la libertad, Editorial Losada, Buenos Aires, 1958, tercera edición.

Bolívar, privilegiado discípulo de Rodríguez

Pues, en efecto, en el origen de Rodríguez –mayor doce años que Bolívar– no existieron ni marqueses ni grandes de España. Dentro del mundo burgués caraqueño en seguida le mostró a Bolívar aquella desigualdad de clases y razas en su país. Huérfano muy pronto, Rodríguez se fue a España, Francia y Alemania. A los veinte años regresó de Europa. Durante sus viajes por aquella Francia de la revolución, Rodríguez se convirtió en gran seguidor de las doctrinas de Rousseau, sobre todo a través de la obra El Contrato Social. Asimismo, el Émile lo ilustró acerca de cómo orientar su vocación educadora.

“¿Era romanticismo? Hacia 1793, cuando parecía que el viejo mundo despertaba de un sueño secular –señala el historiador Emil Ludwig–, ¿qué podría ser imposible, sobre todo aquí, en estas tierras vírgenes?”. Los criollos se constituyeron en jefes de levantamientos, porque eran los más preparados y los más ricos. Así aconteció en Nueva Granada –colindante con Venezuela– en 1781, idéntico año que en el Perú, cuando estalló una sublevación provocada, al parecer, por una mujer del pueblo, quien desprendió de la pared y pisoteó una Real Cédula sobre impuestos. Hasta Panamá se propagó el fuego: los criollos destacados condujeron hasta la capital Caracas veinte mil hombres sublevados, quienes portaban en el pecho –a modo de talismán– un himno a la libertad de la patria, cantándolo, mientras marchaban hacia el palacio del Capitán General. Y lo obligaron a abdicar o, mejor dicho, “capitular”.

De igual manera sucedió en las demás tierras americanas. En Quito, en Buenos Aires, en México, vencieron porque las tropas españolas eran mínimas; y a la vez, los oficiales, muchos de ellos eran naturales del país. Pronto se acomodaban a la parte de los insurgentes. Muy perspicazmente, los españoles llevaban tropas a La Habana, apartando del ejército a los criollos poco fiables. El maestro Rodríguez y su discípulo Bolívar se fueron entusiasmando con las conspiraciones que observaban a su alrededor. La proximidad de las Antillas inglesas, la difusión de libros franceses prohibidos, los prisioneros, reos de conspirar contra el rey en Madrid, significaban aconteceres propicios a un levantamiento popular.

El sucesor de Rodríguez –como maestro de Bolívar–, Andrés Bello, quien sería gran poeta, era apenas algo mayor que su discípulo, si bien no tuvo sobre él aquel influjo que alcanzó el primero. No tardaría Bolívar en ser enviado a los centros monárquicos de Madrid.