Opinión

Bolívar y Miranda: su encuentro en Londres

“Jacobinos los había también. Bolívar encontró en Londres al más conspicuo representante del partido, a Miranda, quien llevaba varios años de residencia allí, frecuentando los círculos más diversos y considerado en su propio país como individuo peligroso fuera de toda ponderación. ¿No era acaso rojo y radical? ¿No se vio obligado a emprender una lamentable retirada, después de su prematura y nefasta intentona de cinco años atrás? A Bolívar se le había prevenido expresamente que se mantuviese alejado de Miranda”, expresa el historiador de cuna alemana Émil Ludwig en su insoslayable obra Bolívar. El caballero de la gloria y de la libertad, editorial Losada, S. A., Buenos Aires, 1958, tercera edición.

Bolívar y Miranda: su encuentro en Londres

Bolívar, empero, haciendo caso omiso de tales instrucciones, se mostró en su compañía. Desde luego, Miranda podría ser su padre, de modo que Bolívar estimaba en él al hombre sólido, diestro y osado, fruto de sus propias obras y, asimismo, el único de sus compatriotas capaz de sobresalir en el conocimiento del mundo. Ahora bien, tras el Miranda brillante y autodidacta, ¿no se ocultaría también, en cierto modo, algo o mucho de envidia debido a sus cualidades y experiencias?

“El encuentro con Miranda –señala el historiador Ludwig– debió de afectar al atormentado corazón de Bolívar, sobre todo al tratar, por primera vez en su vida, en la casa de aquél, en ‘Picadilly’, a hombres empeñados activamente años y años en luchar por la libertad”. La embajada de España no podía soportar la actitud de Miranda. Su persecución incluso exhibía un precio a su cabeza: 30.000 pesos. Miranda, en cambio, exclamaba burlándose: “¡No basta para pagar mis deudas!”. Y en tanto que el Ministerio de Relaciones Exteriores –a instancias de los españoles– deseaba su detención, el ministro recibía secretamente a los amigos de éste, permitiendo después divulgar el hecho, con el fin de amedrentar a los españoles.

Así, pues, aquellas relaciones entre Miranda y Bolívar se fueron afianzando progresivamente, si bien en realidad entorpecían la “misión” del enviado de Venezuela, cuyas “instrucciones” refiriéndose a Miranda, decían nítidamente: “Miranda, el general que fue de la Francia, maquinó contra los derechos de la monarquía que tratamos de conservar… Consecuentes en nuestra conducta, debemos mirarlo como rebelado contra Fernando VII, y bajo esta inteligencia, si estuviese en Londres o en otra parte de las escalas o recaladas de los comisionados de este nuevo Gobierno y se acercase a ellos, sabrán tratarle como corresponde a estos principios y a la inmunidad del territorio donde se hallase; y, si su actual situación pudiese contribuir de algún modo que sea decente a la Comisión, no será menospreciado”.

Todo ello forzaba a Bolívar a ejercer un papel doble, análogo al del ministro inglés. Al igual que Miranda, quien –siendo el más afamado y antiguo “campeón” de la libertad americana– anhelaba regresar a su país, para cosechar los frutos del empeño de toda su vida. Pero, a la vez, se hallaba obligado, en cierta manera, con los ingleses, quienes lo protegían contra las persecuciones españolas.